Garbiñe Muguruza: «Algunos fans se obsesionan y te persiguen»
Tras ganar Wimbledon y Roland Garros, se ha convertido en la tenista que más expectación despierta en todo el mundo. Por Virginia Drake
De momento, ya es la deportista del año y muchos esperan, además, que marque una época. Los elogios se acumulan, pero ella quiere seguir a lo suyo. De camino hacia el US Open, el próximo ‘grande’, Garbiñe Muguruza hizo una parada en España para charlar con XLSemanal
Esta dulcísima y esbelta tenista de 23 años y 1,83 metros de estatura ha conseguido que volvamos a vibrar con el tenis femenino. Siguiendo la estela de Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez, Muguruza es la única tenista española que ha logrado hacerse con los dos torneos más codiciados: Roland Garros, en 2016, y Wimbledon, en 2017. Con las mieles aún en los labios tras su triunfo en la catedral del tenis, apenas ha recalado en Madrid 24 horas antes de empezar su gira norteamericana. Su agenda no da tregua: California, Toronto, Cincinnati y, finalmente, Nueva York, donde disputará el US Open, último Grand Slam del año. Casi al vuelo, le dedica unas horas a XLSemanal. ¡Ha empezado la era Garbiñe!
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XLSemanal. Cuando, con 3 años, le pusieron una raqueta en las manos, ¿alguien pensó que aquel gesto serviría para algo más que para divertirse?
Garbiñe Muguruza. Yo estaba predestinada a jugar al tenis. Cuando nací, el tenis ya estaba instalado en la familia. Tengo dos hermanos mayores, que me llevan 10 y 11 años, y que querían ser jugadores profesionales.
XL. Sus padres eran deportistas?
G.M. No. Mi padre, que es vasco, tiene una empresa que se dedica al tema de los metales en Venezuela. Y mi madre, que es venezolana, se dedicó siempre a nosotros. Nada que ver con el tenis. Pero todos esperaban que fueran mis hermanos los que destacaran, no yo.
XL. ¿Hasta qué edad vivió en Venezuela?
G.M. Hasta los 6 años, luego nos vinimos a Barcelona porque en Venezuela el tenis no es muy popular. Todo fue por buscar un nivel mejor para mis hermanos. A mí me afectaba de rebote: era la rebotada de la familia.
XL. ¿Y qué tal les fue a ellos?
G.M. Se dedicaron al tenis hasta los 21 años, pero ninguno alcanzó el nivel necesario y ahora uno está haciendo el doctorado en Ingeniería y el otro es economista.
XL. ¿Cuándo empezó a competir?
G.M. Hasta los 11 años me lo pasé muy bien, pero a partir de esa edad empecé a destacar y a competir en serio. Con 13 años ya era la favorita, empecé a ganar torneos y, de repente, todo dejó de ser tan divertido. Mi vida ya no tenía nada que ver con la de la gente de mi edad.
«Después de ganar no te puedes confiar; ya me ha pasado antes. Hay que evitar que dure el subidón y aterrizar cuanto antes»
XL. ¿Le hubiera gustado una adolescencia diferente?
G.M. No, he sido muy afortunada. No cambiaría nada de lo que he vivido.
Scarlet Blanco, su madre, es venezolana
XL. ¿A qué edad se fue de casa?
G.M. A los 14 años, cuando empecé a jugar torneos… y hasta hoy. Al principio, mi madre me acompañaba algunas veces y mi padre, de vez en cuando; pero me acostumbré a viajar sin ellos. Yo prefiero estar rodeada de mi equipo profesional y que mi familia venga a algún torneo puntual.
XL. ¿Por qué le costó tanto decidirse por representar a España si en Venezuela apenas vivió 6 años?
G.M. Porque todo el mundo quería que optase por un bando. Mi madre es venezolana y tengo mucha familia allí. Me siento tan venezolana como española.
XL. ¿Le preocupa la situación política que se vive allí?
G.M. Sí, claro, las cosas están difíciles. Pero, ¡ay!, yo intento mantenerme callada. No me quiero meter.
XL. En 2016 ganó en Roland Garros nada menos que a Serena Williams, gran leyenda del tenis mundial, y muchos españoles empezaron a seguir sus pasos.
G.M. Fue un salto enorme. Estos 2 últimos años he logrado mucha popularidad porque, aunque no he ganado todavía muchos torneos, he conquistado los grandes: los que cuentan. Ha sido como decir de pronto. «¡Pum, aquí estoy!».
XL. Un año después gana Wimbledon contra Venus Williams. Ya no nos conformaremos con cualquier resultado.
G.M. Eso es lo malo, ahora todo es más difícil para mí, sí. La gente me exige ganar los siguientes torneos y es muy complicado mantener ese nivel. Rafa Nadal nos ha acostumbrado muy mal. Lo que ha hecho Rafa es extraordinario. Es un alien, un fuera de serie. Es más noticia cuando pierde que cuando gana.
Empezó a ganar torneos con 13 años
XL. ¿Cómo gestiona la presión?
G.M. Yo creo que la presión es todo un privilegio porque eso significa que tienes algo muy importante entre manos. Yo me la tomo como algo bueno, aunque a veces lidiar con ella es muy duro.
XL. Haber ganado a las mejores del ranking le habrá aportado seguridad.
G.M. Ese es el problema: si empiezo a pensar así, entonces seguro que me estrello. No te puedes confiar; de hecho, ya me ha pasado antes. Hay que evitar que dure el subidón. Tienes que aterrizar cuanto antes y poner los pies bien en la tierra, porque ahora todas te quieren ganar a ti. Además, siempre he dicho que lidiar con el éxito es muy difícil cuando eres joven, tienes dinero, eres popular y todo el mundo quiere algo de ti. Si no tienes la cabeza muy bien amueblada, es muy fácil fastidiarla.
«Me gusta mucho la cocina, y eso viene de mi madre, que es una mujer muy tradicional: un ama de casa de puchero»
XL. ¿Qué es más importante: la cabeza o los músculos?
G.M. Las dos cosas, pero yo creo que la cabeza, porque hay que saber muy bien lo que se hace y tener la mente muy preparada. Para mí es más importante el coco que los músculos, sí. Y a veces no sé cómo cuidarlo [se ríe].
XL. ¿Tiene psicólogo de cabecera?
G.M. De cabecera no; pero en momentos puntuales sí. También hablo mucho con mi equipo. Hablar las cosas ayuda mucho.
XL. ¿Qué pasa en estos momentos por su mente?
G.M. Que la carrera del deportista es corta, que me tengo que cuidar mucho, que tengo que hacer las cosas bien… Nunca he sido una chica muy alocada.
XL. A su edad, puede tener 14 o 15 años fantásticos por delante.
G.M. ¡Puf! No me digas eso, que 14 son muchísimos. Yo quiero menos años y muy buenos.
XL. Las lesiones son la pesadilla de todos los deportistas. ¿Cómo está su cuerpo?
G.M. La lesión es lo peor que te puede pasar. Cuando te lesionas, dices: «Tierra, trágame». Es una sensación de desesperación tremenda. Yo he tenido varias de tobillo, de muñeca, de espalda… y he visto cómo tu vida cambia. Cuando me lesioné el tobillo, no podía caminar y llegué a entrenar sentada en una silla.
XL. Ganar a Serena Williams tiene que ser lo más para una tenista.
G.M. ¡Sí! Es que es ganar a la mejor del mundo. Y ganar a su hermana Venus también. Yo solo he jugado tres finales de Grand Slam y las tres han sido contra las dos hermanas Williams. Han sido las mejores finales que podía soñar.
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XL. Le molesta que la comparen con Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez. ¿Por qué?
G.M. Es que siempre lo hacen y son otros tiempos y somos muy distintas. Yo creo que ha llegado la hora de Garbiñe [sonríe]. Lo que consiguieron ellas fue increíble y yo estoy intentando seguir sus pasos. Ojalá que haya llegado de nuevo la hora de las mujeres. Quiero ser un referente.
XL. Conchita Martínez dice que en el tenis hay muchas puñaladas, ¿las ha recibido usted también?
G.M. Sí, todo el mundo tiene experiencias malas porque es un deporte muy competitivo. Siempre hay gente que quiere lo mejor para ti y otra que está contigo por interés o porque quiere beneficiarse. Eso lo he vivido y estoy contenta porque así conozco mejor el perfil de la gente.
XL. ¿Cómo es su relación con Conchita?
G.M. Muy buena, la conozco desde que yo era pequeña. Hemos entrenado mucho juntas y siempre me ha ayudado en lo que he necesitado.
XL. ¿Y con Arantxa?
G.M. La veo menos, hemos coincidido en torneos, pero nunca en pista ni en acción.
XL. ¿Qué es lo que peor lleva?
G.M. Los momentos de soledad. Sobre todo cuando debes lidiar con la derrota, y tus amigos y tu familia no están contigo y tienes que ser fuerte porque, aunque estés enfadada y las críticas te hayan dado fuerte, al día siguiente hay que volver a entrenar.
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XL. ¿Ha recibido críticas muy duras?
G.M. Sí, creo que yo soy una chica a la que le han dado fuerte y por eso he dejado de leerlas. He llorado muchas veces, un montón; aunque intento no hacerlo delante de la gente. Como me afectaban mucho las críticas malas, un día decidí no leer ninguna más.
XL. ¿Tampoco las buenas?
G.M. Tampoco. Pero las buenas siempre te llegan por alguien, sobre todo por mi madre [se ríe]. A veces también se me saltan las lágrimas cuando gano y, más habitual, cuando pierdo: soy muy sensible.
XL. ¿Le resulta difícil controlar las emociones y mantener la cabeza fría?
G.M. A mí sí; pero voy aprendiendo a desdramatizar. Cuando era más jovencita, todo me parecía una tragedia, podía estar sin hablar dos días y pensaba: «He perdido. Esto es el fin del mundo». Ahora remonto mejor.
XL. ¿Cómo pasó la noche antes de la final en Wimbledon?
G.M. Sufrí mucho y me dolía el estómago, porque hay tanta diferencia entre ganar y ser finalista… El segundo puesto no cuenta, y es injusto porque llegar a una final es increíble, pero nadie se acuerda del finalista. Solo importa ganar: gloria o muerte.
XL. Ya ha ganado más de 14 millones de dólares. ¿Cómo se digiere esto?
G.M. Bien, es parte de la recompensa por el sacrificio. Soy consciente de que mi carrera es muy corta y de que son solo 10 años los que tu cuerpo está perfecto para darlo todo.
XL. ¿Invierte o ahorra?
G.M. Ando un poco parada en este asunto, la verdad. Me siento muy joven todavía para mover ficha.
XL. ¿Se ha ido a vivir a Suiza por las ventajas fiscales o por vivir cerca de Federer, que sé que le gusta mucho?
G.M. ¡Jajaja! Hay muchos deportistas que entrenan en mi club que viven allí. Mi entrenador también tiene mucha familia en Suiza. Me fui a Ginebra porque es un sitio muy bueno como base para entrenar con mi equipo. Pero la verdad es que no vivo en ningún sitio. en España estoy tres días, en Suiza un mes… Viajo todo el rato. Y fiscalmente todo lo tengo en orden, duermo tranquila. Tengo muchos asesores que me ayudan, también la empresa IMG, que me representa… Estoy rodeada de un buen equipo.
XL. ¿Qué impresión le produce leer: «Garbiñe Muguruza, bonitas piernas y pocos novios»? ¿Lo toma como halago o le molesta?
G.M. No le doy importancia, siempre va a haber comentarios de esos y no me inmuto. ¿Qué te voy a decir?
«Soy una chica a la que le han dado fuerte. He llorado mucho. Como las críticas me afectaban tanto, decidí no leer ninguna más»
XL. En Estados Unidos quieren prohibir a las jugadoras de golf llevar escotes y faldas cortas, para evitar comentarios ajenos al deporte. Y parece que muchas deportistas están de acuerdo.
G.M. La verdad es que en el deporte se están suavizando esos comentarios, aunque todavía sueltan alguna bombita, pero es que antes era todavía mucho peor. Pienso que, conforme las mujeres tenemos más éxito en el deporte, esa situación se va normalizando.
XL. ¿Cree que a las mujeres les cuesta más conseguir patrocinadores y apoyos?
G.M. Cuantos más triunfos consigues, menos te cuesta. Yo llevo bastante tiempo trabajando con varios y hay espacio para todo el mundo.
XL. Mariano Rajoy quiso conocerla en el palacio de la Moncloa. ¿De qué hablaron?
G.M. Me dijo que le gustaba mucho el tenis y me mostró en vídeo cómo había celebrado mis victorias, así que tal y como pude comprobar era verdad [se ríe].
XL. ¿Y usted le preguntó por algo?
G.M. Sí, yo tenía mucha curiosidad por conocer a alguien que tiene que vivir también con mucha presión. Para mí, es increíble que alguien tenga que levantarse todas las mañanas y enfrentarse a tantas cosas con esa paciencia. Le pregunté por eso y me confirmó que es muy difícil. Fue muy interesante.
XL. Djokovic dice que en el tenis las mujeres merecen ganar menos que los hombres.
G.M. Todo eso está cambiando. En Wimbledon, por ejemplo, el torneo masculino y el femenino tienen el mismo premio y en la mayoría de los torneos ya está igualado. Sí que es cierto que una final entre Federer y Nadal llena un estadio mucho más que una final femenina. Pero, si comparas con años anteriores, nada que ver.
XL. Entonces, ¿nada sobre lo que protestar?
G.M. No, no protesto porque vamos mejorando las cosas. Yo prefiero verlo así que estar todo el rato pensando en esto o aquello.
XL. En España, por ejemplo, no se vio en abierto la final de Wimbledon en la que usted ganó porque la Ley General de Comunicación Audiovisual regula qué acontecimientos son de interés general y mientras que la final de Roland Garros sí se consideró, la de Wimbledon no.
G.M. ¡Ya! ¡Qué pena! No lo supe hasta que mi familia me dijo que no había podido ver la final. No sé cómo funciona eso, será por los derechos de algo…
XL. Usted ha dicho: «Novios, despertad». Le apetece tener pareja?
G.M. Claro [risas], cuando llegue, llegará. De momento sigo enfrascada en el tenis.
XL. Pero seguro que le han tirado la caña muchas veces.
G.M. Sí [se ríe]. Ha habido alguno que, de pronto, quería que me casara con él. Yo creo que son fans y que lo dicen un poco en broma; pero, vamos, ¡nada jugoso! Con algunos fans muy fans sí he sentido un poco de ‘yuyu’ porque se obsesionan y te persiguen.
XL. Ha dicho que le gustaría bailar con Federer… ¡Como a tantas!
G.M. Me encantaría verle bailar, con ese porte que tiene, sí. Una vez me preparé para bailar con él en una gala en la que íbamos a coincidir y, al final, no pude. Además, resulta que Federer es muy serio [se ríe]. Wimbledon habría sido el sitio ideal, pero los ingleses también son muy formales en este tipo de cosas y no hubo baile.
XL. En la final de Wimbledon estuvo el Rey emérito Juan Carlos I y parte de la familia real inglesa.
G.M. Yo nunca quiero saber quién viene a verme a un partido, prefiero que me lo digan luego. En Wimbledon, en la pista, hay una parte donde se sienta la realeza, el royal box, a la que yo no quise mirar para no reconocer a nadie… hasta que gané. Me puse supercontenta al ver al Rey Juan Carlos porque no lo conocía y pude hablar un poquito con él. También hablé un rato con los duques de Cambridge: William es muy encantador y me sorprendió la naturalidad de Kate.
XL. Dicen que le gusta la cocina y que se le da bien, pero la he visto cortar cebolla con gafas casi de soldador.
G.M. Las gafas me las dejó mi hermano, el ingeniero. Es que mi madre pica cebolla y no le pasa nada, pero a mí me pican muchísimo los ojos. Me gusta mucho la cocina, y eso viene de mi madre, que es una mujer muy tradicional: un ama de casa de puchero.
XL. Tras ganar Wimbledon se fue a cenar en Londres a un restaurante español.
G.M. Sí, muchos jugadores españoles van allí porque se come increíble. Después de ganar, yo quería comida de la buena: jamón ibérico, tortilla…
XL. También le gusta salir de compras, ¿es presumida?
G.M. Si digo que no, miento. Me gusta estar guapa dentro y fuera de la pista. Me gusta que Stella McCartney haya diseñado algunas de las prendas que uso para jugar, y en esos toques que me hacen sentir un poquito mejor también se ve mi interés por la moda.
XL. ¿Le gustan los coches? Me han dicho que tiene un Porsche.
G.M. ¡Tengo tres!
XL. ¿Colecciona Porsches?
G.M. No los colecciono, pero me gustan mucho los coches y también conducir.
XL. Una faena tener esos cochazos y no poder correr. Le han puesto muchas multas?
G.M. Alguna [sonríe], pero pocas. Soy muy masculina en algunos aspectos. Nunca he tenido Barbies, prefería jugar con los Lego.
Con una raqueta bajo el brazo
Hija de un vasco dueño de una empresa de tuberías de cobre y de una venezolana, Garbiñe nació en Venezuela hace 23 años. Desde niña, el tenis estuvo presente en su vida, ya que sus dos hermanos mayores soñaban con ser profesionales. Ella también empezó a dar raquetazos y con 13 años ganó su primer torneo.
Estilismo: Jose Herrera
Maquillaje y peluquería: Manu Moreno (Talents) para NYX y Kerastase
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