Sus novelas levantan tantas pasiones como ampollas. ‘Origen’, su nuevo título, promete la misma polémica y, además, transcurre en España. Indagamos en los códigos y secretos de su autor. Por Fátima Uribarri
Se ha levantado de madrugada para posar para las fotografías en La Pedrera antes de que llegasen los turistas. No conviene que lo vean allí. se organizaría un revuelo que podría dar al traste con el calculadísimo lanzamiento internacional de su nueva novela, Origen (editorial Planeta). Los libros de Dan Brown, de los que ya se han vendido 200 millones de ejemplares, se publican protegidos por un aura de misterio equiparable a sus argumentos. Y, sin embargo, él -un tipo risueño y simpático- responde a tumba abierta a cuestiones muy íntimas.
Dan Brown, de 53 años, en La Pedrera. En 1998 publicó su primera novela y apenas se vendió. La cuarta, ‘El código Da Vinci’, fue un bombazo. «Salió en el momento adecuado. Fue pura suerte», dice
XLSemanal. ¿De qué va Origen?
Dan Brown. Gira en torno a las grandes preguntas: ¿de dónde venimos? ¿Adónde vamos? De cómo la ciencia y la religión buscan esas respuestas, de la interacción entre ciencia y religión. También hay códigos, símbolos y hay mucho de España: salen Barcelona, Madrid, Bilbao y Sevilla. Siento un profundo amor hacia España.
XL. Nos ha visitado de incógnito.
D.B. Sí [se ríe] me ponía gorra y gafas de sol y he venido a sitios como Casa Milà (La Pedrera) para explorar y buscar algo que me inspirara para escribir.
XL. Ha venido muchas veces a Barcelona, ¿cómo vivió los atentados de agosto?
D.B. Fue un golpe tremendo. He vivido en la plaza de Cataluña y hacía la compra en la Boquería. Me quedé impactado, apenado y preocupado.
XL. ¿Lo reconocían cuando venía a España?
D.B. Algunos fans. Y yo se lo agradecía y si me preguntaban: «¿Qué haces aquí?», contestaba: «Soy un turista».
XL. ¿Por qué tanto secretismo en torno a su libro?
D.B. No quería que nadie supiera que estaba pensando en escribir algo sobre Barcelona. Parte de la diversión y el misterio de mis libros es dónde están ambientados. Si se sabe, igual viene un montón de gente a escribir un libro con los mismos escenarios. Y como escribo tan despacio…
XL. ¿Por qué ha elegido España?
D.B. Quiero mucho a España. Es el primer país extranjero que visité. Vine con 16 años a Gijón con un programa de estudios, pasé un verano con una familia. Fue genial.
«Ciencia y religión cuentan la misma historia en diferente idioma»
XL. ¿Qué recuerdos tiene de su verano asturiano?
D.B. Estudiaba español, iba a la playa con amigos… Yo era muy pálido y me llamaban ‘fantasma’ [lo dice en español]. Lo decían en broma, pero herían mis sentimientos. me sentía inseguro. De ahí viene Silas, el albino de El código da Vinci, de aquel verano, de cuando yo era ‘fantasma’.
Dan Brown vino por primera vez a España con 16 años a aprender castellano con una familia de Gijón. «Tengo muy buenos recuerdos. Los llamé el año pasado», cuenta. En la foto, con su hermano Greg en 1985 en Sevilla
XL. ¿Qué le gustó de España?
D.B. La primera cosa que me chocó fue el concepto de que necesitas desacelerar y disfrutar de la vida. Le doy un ejemplo: no tenemos en inglés el término ‘estar de sobremesa’; nosotros comemos y nos vamos. Esa idea de que una comida dure dos horas y hablar con los amigos me encantó.
XL. Ha vivido en Sevilla y ha dicho que le impactó «la opresión religiosa española».
D.B. ¿He dicho eso? No sé si ‘opresión’ es la palabra adecuada. No estaba acostumbrado a la Semana Santa. Esa tradición religiosa es algo bonito y extremadamente intenso. Me he criado en un hogar muy religioso, pero nada que ver con la Semana Santa.
XL. Los rituales católicos parece que le impactan mucho.
D.B. Me fascinan. Me interesa mucho lo que creemos y por qué lo creemos. Una de las cosas que me llaman la atención es que la tecnología gusta a la gente porque cambia y mejora continuamente, mientras que la religión no cambia y por eso gusta a la gente, porque es estable.
XL. ¿Se considera una persona religiosa?
D.B. Una persona espiritual. De niño fui profundamente religioso, pero llegó un momento en el que dije: «Esto que me cuentan en la iglesia ya no tiene sentido». Al mismo tiempo se me despertó la idea de que hay algo más grande ahí fuera.
«Quiero mucho a España. Es el primer país extranjero que conocí y el que más he visitado. Lo que más me chocó fue la sobremesa; comer y quedarte a charlar me encantó»
XL. En sus libros, los malos son católicos.
D.B. Hay malos católicos, pero también hay buenos. Como en todas las religiones, porque están constituidas por gente, y la gente no es perfecta. El catolicismo ha hecho cosas maravillosas, pero no me da miedo decir que hay cosas que no ha hecho bien.
XL. ¿No va a escribir de otras religiones?
D.B. Me crie como cristiano, es parte de mi ADN, así que puedo criticarlo, entenderlo o malinterpretarlo, porque es parte de mí. Quise escribir sobre el budismo y no pude porque no tengo nada que ver con él.
XL. ¿Realmente ve conspiraciones por doquier?
D.B. No sé si ‘conspiración’ es la palabra adecuada. Mucha gente cree que los extraterrestres han visitado la Tierra, yo no lo creo, pero si me pregunta si hay unos poderes ocultos, gente poderosa que trabaja entre bambalinas, sí creo en eso. Y más con las nuevas tecnologías. Estamos influenciados sin darnos cuenta.
XL. ¿Es cierto que su consejo a los escritores principiantes es que escriban un libro ‘comercial’?
D.B. No, nunca he dicho eso. Les digo que escriban sobre algo que les apasione y si no saben mucho de eso que lo investiguen. ¿Eres médico y estás apasionado con la pintura? Aprende pintura y escribe sobre ello y sabrás cómo transmitir tu entusiasmo.
XL. A lo mejor no vendes libros.
D.B. El objetivo de escribir no es vender libros. El dinero nunca me ha interesado. Escribí porque quería contar una historia. Tres años después del éxito de El código Da Vinci, yo tenía el mismo Volvo familiar de doce años. A mí no me motiva el dinero. A mis padres tampoco. Los dos fueron autores. Mi padre escribió porque era profesor y le parecía que los libros de texto que estaba utilizando no eran buenos, así que escribió el suyo, que fue el mejor. Y no ganó dinero con eso.
XL. ¿El dinero ha cambiado su vida?
D.B. De alguna manera sí. Pero el proceso artístico es el mismo. Los ceros en tu cuenta bancaria no hacen más fácil el escribir un libro.
Brown está casado con Blythe Newlon. Ella es 11 años mayor que él,
«pero parece 11 años más joven que yo», se apresura a matizar él
XL. ¿Su mujer trabaja con usted?
D.B. Lo hacía, pero ya no. Es una persona muy creativa, diseña ropa, es pintora, se dedica a la decoración de interiores, necesitaba tiempo para hacer sus cosas.
XL. ¿Es por ella por lo que sus personajes femeninos tienen tanto peso en sus novelas?
D.B. Por ella y por mi madre. Mi mamá murió hace apenas unos meses. Nunca imaginé lo fuerte que me iba a golpear su muerte. Estuve allí, con ella, cuando sucedió, cuando dejó de respirar. es una experiencia de una intensidad increíble. En el fondo soy afortunado, he perdido a mi madre de una manera comprensible. Es lo natural. No puedo ni imaginar cuando un padre pierde a su hijo.
«No tengo hijos por decisión propia. Mi mujer y yo lo pensamos mucho. Si los hubiera tenido, no habría escrito mis libros. No se puede tener todo»
XL. ¿Tiene hijos?
D.B. No tengo hijos por decisión propia. Lo pensé mucho. Adoro a los niños, tengo sobrinos, alumnos, pero no he tenido hijos. Me di cuenta de que, si hubiera tenido hijos, no habría escrito mis libros, no habría tenido tiempo, requieren tanto tiempo y energía… y sé que como padre me hubiera gustado ser como el mío, que estaba a mi disposición todo el tiempo.
XL. ¿Se enfrentó a esa disyuntiva: hijos o libros?
D.B. Llegó un momento en el que mi mujer y yo nos planteamos ¿sí o no? Decidimos que no. Y no me arrepiento. Me siento bendecido por una vida completa y no se puede tener todo. No puedes vivir todas las vidas posibles, tienes que elegir una.
XL. No siempre fue un escritor de éxito. Sus primeros libros no se vendían…
D.B. Mientras escribía La fortaleza digital, mi primer libro, trabajaba en dos sitios. Cuando se publicó, me pagaron diez mil dólares; eso es lo que gané por dos años de escritura. Pero estaba encantado. Haber escrito un libro y verlo publicado me hacía feliz.
«Un amigo americano y yo formamos un grupo. Cantábamos en español. ¡Nos llamábamos Piropo! Yo escuchaba sin parar Mecano, Miguel Bosé…»
XL. Escribió también un libro romántico.
D.B. Es un libro de humor, una tontería. Lo escribí en un fin de semana. Se llama 187 hombres a evitar: una guía para las mujeres frustradas románticamente. Lo publiqué con un seudónimo femenino.
XL. ¿Se arrepiente?
D.B. No, no. Los editores lo encontraron muy gracioso, me pagaron mucho dinero y eso me permitió volver a Boston, a mi casa, desde Los Ángeles -donde estaba intentando hacer música-, y ese fue un cambio muy positivo para mí.
XL. En sus libros apenas hay romance.
D.B. Tiene mucho que ver con que la trama sucede en 24 horas.
XL. ¿Por qué tanta prisa?
D.B. Porque es un thriller. Los thrillers son la vida sin la parte aburrida. Lo más difícil es hacerlos creíbles, convencer de que todo eso pase en 24 horas y que los hechos fluyan. Me gusta comprimir la acción, es un reto.
XL. Le gusta plantear cierta batalla entre ciencia y religión, ¿quién gana en Origen?
D.B. Mi madre era organista en la iglesia y profundamente religiosa y mi padre, matemático y agnóstico. Mis padres me enseñaron que la ciencia y la religión son dos idiomas diferentes que cuentan la misma historia. Así es como pienso. Mis padres me enseñaron a hacerme grandes preguntas. Nunca se me habría ocurrido que El código Da Vinci provocaría polémicas, que me iban a llamar ‘blasfemo’. Me sorprendió porque me crie creyendo que podía preguntar lo que quisiera y el mensaje que me llegó del mundo era el de «hay cosas que no se pueden cuestionar».
XL. ¿Percibió odio?
D.B. Pues sí. Las creencias religiosas son defensivas. Pero también he recibido cartas de monjas, mujeres de la Iglesia dándome las gracias por reconocer su labor… He recibido más correos de apoyo que de odio.
XL. ¿Los de odio le afectan?
D.B. Me duele porque mi intención no era ofender a nadie. Y me sorprende. Es una novela, ¿por qué están molestos? Si el libro hubiera vendido diez ejemplares no habría problema, pero vendió mucho y hubo gente que pensó: «Esto me cuadra más que lo que me han contado», y creyeron que era una amenaza para la Iglesia. Pero, por supuesto, la religión ha sobrevivido. Soy un novelista, ¿qué les asusta?
XL. ¿Cómo le sientan las críticas negativas?
D.B. Me encantaría decirle que ni me entero, pero no es cierto, claro que me entero. Desearía que todo el mundo amara lo que hago, pero esa no es la naturaleza de la creación artística.
XL. ¿Todavía se levanta a las 4 de la mañana para escribir?
D.B. Escribo desde las 4 hasta las 11 o 12, siete días a la semana. Creo que el proceso creativo está muy relacionado con la vigilia: estás dormido y tu mente está generando ideas, así que cuando me levanto me gusta ir directo a escribir sin e-mails, móvil ni influencias externas.
XL. ¿Sigue colgándose bocabajo?
D.B. Todavía lo hago. Supongo que suena raro, pero es genial para el cuerpo. Además, cuando te cuelgas bocabajo, piensas de una manera diferente.
XL. ¿Continúa componiendo música y cantando?
D.B. No canto mucho, pero compongo al piano y toco todos los días.
XL. ¿Lo graba?
D.B. A veces, pero es para mí. Eso me recuerda cuando escribí música pop española. Cuando regresé de España, formé una banda con un amigo… Se va a reír del nombre, nos llamábamos Piropo. Es tronchante. Grabamos música en español y luego viajé a Madrid a reunirme con discográficas. Dos americanos cantando en español, creíamos que era una idea brillante: obviamente era terrible, como nos hicieron saber las discográficas [se ríe]. Era una época muy divertida. Me encantaba la música pop española.
XL. ¿De quién?
D.B. Mecano, los escuchaba sin parar; tenía discos de Miguel Bosé, Víctor Manuel y Ana Belén, Los Secretos…
XL. Ha sido profesor de español, ¿por qué estamos hablando en inglés?
D.B. [Contesta en español]. Llevo tanto tiempo sin hablarlo que las palabras no me salen.
El secreto de’origen’
Fotograma de ‘Ángeles y Demonios’, una de las películas de la serie, con Tom Hanks en el papel de Robert Langdon
Durante tres meses, 26 traductores se han enclaustrado en un recinto facilitado por la editorial Planeta en Barcelona. No podían acceder con móviles ni con dispositivos electrónicos. Las medidas de seguridad han afectado incluso al personal de limpieza. Origen arranca en el Museo Guggenheim de Bilbao y «contiene los códigos y secretos de todos los libros de Robert Langdon, pero lo siento distinto», explica Dan Brown. «Toca las grandes preguntas. de dónde venimos, qué pasa cuando morimos… Es algo sobre lo que pienso mucho tras la muerte de mi madre. Me encantaría creer que ella está en el cielo con los ángeles. No lo creo, pero desearía creerlo; sería reconfortante».