Hillary Clinton: «Todos los días me pregunto cómo pudo pasar»

Todavía no ha digerido su derrota electoral. Pero lejos de retirarse, Hillary Clinton quiere ajustar cuentas con Donald Trump y acusa a Putin de ser la mano negra. Por Christina Lamp / Fotos: Austin Hargrave y Getty Images

Hillary y Chelsea Clinton: confesiones de familia

Madre e hija han decidido volver a la vida pública. Esta vez ninguna de ellas tiene en el punto de mira la Casa Blanca, sino las librerías. Hillary Clinton y…

Primero entra un tipo a colocar unas sillas. Luego aparece otro del departamento de prensa para situarlas correctamente. Dos señores con traje gris y pinganillo en el oído -son del servicio secreto- se plantan junto a la puerta. Los estilistas entran y salen, contentos de que el tiempo esté nublado. «Viene bien para las fotos», comentan. Parece el séquito de una estrella de cine o la comitiva de un monarca absoluto. «Ahora mismo viene», me dicen una y otra vez, seguido de: «Le ha surgido un imprevisto».

«Estoy harta de que especulen con mi matrimonio. Quiero a Bill con todo mi corazón»

Finalmente, Hillary Clinton hace entrada. En persona, sus facciones son algo más suaves que en las fotos: el cabello parece más rubio y los ojos, más azules. Tiene 69 años y ha pasado casi toda su vida en primera fila del escenario mundial. Primera dama, esposa traicionada, senadora, secretaria de Estado, primera mujer candidata a la Presidencia… Hasta sus pantalones resultan familiares; hoy lleva unos negros y una blusa azul brillante.

«Tengo claro que sabéis más sobre mi vida personal que sobre la de algunos de vuestros mejores amigos -dice en su nuevo libro-. Para empezar, habéis leído mis correos electrónicos. ¿Qué más os hace falta? ¿Qué puedo hacer para ser ‘más real’? ¿Bailar encima de una mesa? ¿Ponerme a soltar palabrotas? ¿Romper a llorar?».

CONFLICTO CON COREA DEL NORTE

«Peligroso en extremo»

Le comento que nos vimos por primera vez durante un viaje a Corea del Sur en 2010. Ahora, Corea no para de salir en las noticias. El presidente norteamericano dejó boquiabiertos a muchos al amenazar en la ONU con «destruir Corea del Norte» y burlarse del dictador Kim Jong-un, a quien llamó «el hombre cohete».

P. Al oírle, ¿no pensaba que era usted la que debería haber hablado ante la ONU?

R. Haciendo abstracción de eso, me resultó difícil de creer que Trump pudiera decir esas cosas. Fue un discurso inquietante: negativo, peligroso…

A Clinton le inquieta sobre todo que Trump revierta el acuerdo nuclear con Irán establecido por Barack Obama. Trump ha calificado el convenio como «una vergüenza para Estados Unidos».

«Tengo un póster donde pone. ‘Hago yoga, meditación… Pero a veces me dan ganas de liarme a patadas’. Conozco esa sensación»

«Esta gente va a hacer saltar por los aires el convenio nuclear con Irán por la simple razón de que lo hicimos nosotros -cuenta Hillary-. El acuerdo con los iraníes puso freno a su programa nuclear. Por eso, cuando oigo al presidente Trump hablar de forma tan belicosa, amenazando, no ya solo a Corea del Norte, sino también a Irán, me digo que existe la posibilidad de que nos encontremos con dos desafíos nucleares, peligrosos en extremo, con consecuencias imprevisibles -pero horrorosas- para las personas que viven en esas regiones».

DERROTA ELECTORAL

«No pensaba que fuera a perder»

En lugar de aceptar la derrota y retirarse, Clinton ha escrito un libro de 494 páginas llamado What happened (‘Qué fue lo que pasó’). Durante nuestra entrevista se ríe muchas veces, pero su amargura sale a relucir cada vez que menciona a Trump. Una íntima amiga suya me dice que «Hillary se siente devastada». En persona, Clinton insiste: «He desarrollado una piel de rinoceronte».

En los años noventa tuvo que aguantar que el mundo entero se enterase de que su esposo había tenido una aventura con una becaria. Después, cuando trató de alzarse con la nominación demócrata en 2008, vio como esta recaía en un hombre más joven con menos experiencia. Pero se comió el orgullo y se puso a trabajar para él. Por último volvió a presentarse y perdió contra un presentador de reality show que se jactaba de haber cometido acoso sexual y tuiteaba insultos a diestro y siniestro.

Un desprecio mutuo: Clinton no oculta que durante sus encuentros con Trump en la campaña llegó a sentir «asco». Tras admitir en unas grabaciones que abusaba de las mujeres, la perseguía por el escenario de los debates para, dice Hillary, «montar su show»

«Tenía claro que sería una presidenta muy buena -afirma ahora-. No pensaba que fuera a perder». Reconoce que ya tenía preparados los cien primeros días de gobierno, que había escrito su discurso de la victoria, que pensaba pronunciar vestida de blanco por ser el color de las sufragistas. De hecho, se sentía tan confiada que durante la noche electoral, cuando empezaron a llegar los primeros resultados, fue a echar una cabezadita en su suite del hotel Peninsula de Nueva York. Se levantó poco antes de la medianoche y se encontró con que su marido y sus colaboradores estaban pidiendo whisky para asimilar el susto, mientras Estados clave como Florida iban a parar a Trump. A la 1.35 de la madrugada, todo había terminado. Lejos de pronunciar discursos triunfales, Bill y ella se quedaron tumbados en la cama mirando al techo.

DONALD TRUMP EN LA PRESIDENCIA

«Yo tengo una responsabilidad en lo sucedido»

P. Cuando hoy se despierta por la mañana, ¿sigue preguntándose cómo fue posible que algo así pasara?

R. Sí. No me lo pregunto cada minuto de la vida, pero sí que es una pregunta que me hago a mí misma todos los días.

P. ¿Le entran ganas de darle un sopapo a alguien?

R. [Ríe]. Una amiga me regaló un pequeño póster que dice: «Hago yoga, hago meditación, pero a veces me entran ganas de liarme a patadas». Conozco esa sensación. Me resulta angustioso porque, si hubiera perdido contra un ‘republicano normal’, no tendría esta sensación de abatimiento por lo sucedido en el país. Hemos elegido a una persona que no sabe casi nada, a la que casi nada le importa y cuya máxima aspiración es conseguir el aplauso de las masas. Me digo que tengo una terrible responsabilidad por no haber dado con la forma de vencer a esta persona. Sin duda tenía que haber una forma, pero no la encontré.

A primera hora de la mañana del 9 de noviembre, Hillary llamó a su rival para reconocer la derrota. Lo describe como «uno de los momentos más raros de mi vida, porque resultó extrañamente ordinario, anodino, como si estuviera llamando a una vecina para avisar de que el sábado no podría ir a su barbacoa».

Al día siguiente se dirigió a sus llorosos seguidores. Después, Bill y ella guardaron silencio durante el trayecto de regreso a casa en coche. Necesitaba distraer su mente, así que se puso a ordenar los armarios, leyó todas las novelas de Elena Ferrante y fue a ver Les Misérables y otros musicales de Broadway. Pero nada podía hacerla escapar de lo sucedido. Hasta el papel pintado de su dormitorio, amarillo con flores, era una réplica del que había en su antiguo dormitorio en la Casa Blanca.

Una y otra vez se hacía la misma pregunta: «¿Cómo se explica?». Todo se reducía a 77.744 votos de entre los 136 millones computados. «Si 40.000 votantes de Wisconsin, Míchigan y Pensilvania hubieran cambiado de idea, la ganadora habría sido yo», escribe.

«Tenía que entender lo sucedido, y eso fue lo que me llevó a escribir el libro». Y reconoce: «El proceso de escribirlo resultó tan doloroso que a veces tenía que dejarlo para echarme en la cama».

P. ¿No sería mejor aceptar la derrota y callar?

R. Estoy más que dispuesta a aceptar mi responsabilidad en lo que percibo como errores de campaña. Pero no todo se reduce a eso. He hecho infinidad de campañas y ninguna es perfecta. La gente mete la pata, hay despropósitos… Pero esto va más allá, hubo otras fuerzas en juego, y considero que se trata de una de las mayores amenazas a la democracia.

Entre las ‘fuerzas’ a las que culpa en el libro se incluyen la misoginia a la que Trump recurrió, el sistema estadounidense de colegios electorales (de hecho, Hillary obtuvo tres millones más de votos que su oponente y, sin embargo, perdió), la difusión de falsas noticias a través de las redes sociales y la interferencia del presidente ruso, Vladímir Putin, que ella califica como «más grave que el caso Watergate». Entre otras cosas, Clinton está refiriéndose a la supuesta implicación de Putin en la filtración de sus correos electrónicos hecha por Julian Assange, el fundador de Wikileaks.

EL VERDADERO CULPABLE DE SU DERROTA

«Sin esa carta habría ganado las elecciones»

Más que a ninguna otra persona, Clinton culpa al director del FBI, James Comey, por haber enviado una carta al Congreso justo antes de las elecciones. En esa misiva revelaba que algunos de los mencionados correos «tenían que ver» con una dirección privada de correo en la que se habría difundido información clasificada durante su etapa como secretaria de Estado. «Una tormenta casi perfecta», resume ella hoy. «Creo que sin esa carta hubiera ganado las elecciones. La combinación de esa maniobra, hecha 11 días antes de las elecciones, y la utilización que los rusos hicieron de Wikileaks despertó las suficientes dudas entre un puñado de decenas de miles de votantes en tres Estados como para llevarlos a cambiar el sentido de su voto».

«No hay país que haya atacado a Estados Unidos con tan pocas consecuencias como Rusia»

P. Pero también es cierto que el antiguo vicepresidente Joe Biden fue crítico con su campaña electoral, por la ausencia de un mensaje económico, y que muchos votantes la acusaron de elitista, de estar desconectada de la gente.

R. Sabía que esa rabia estaba ahí, pero pensaba -y el voto popular así lo demuestra- que había más estadounidenses de acuerdo con nuestra dirección que en desacuerdo. También creía que Trump estaba temperamentalmente incapacitado para ser presidente, carecía de la preparación necesaria para el cargo. Creo que había mucha indignación y frustración por el colapso financiero de 2007-2009; mucha gente perdió los ahorros, el empleo o el hogar. Pero Barack Obama estabilizó los mercados y nos sacó del apuro. Yo no me creo eso de que el principal atractivo de Trump está basado en la inseguridad económica. Fue una combinación de manipulación de los miedos, salpimentada con el recurso al machismo, al racismo y a la fobia a la inmigración. Desde el primer día, su campaña estuvo centrada en chivos expiatorios. En la idea de que si no ocupas el lugar que crees merecer en la sociedad es porque hay otro que te lo ha arrebatado.

EL PAPEL DEL ‘BREXIT’

«Sabían lo que había que hacer: repetir una mentira repugnante una y otra vez»

P. En su campaña, Trump dijo que su victoria supondría «un ‘brexit’ al cuadrado». ¿La votación británica, cinco meses antes, no le hizo pensar que en Estados Unidos podía darse un cataclismo populista parecido?

R. Tendría que haberme sentido más alarmada por el ‘brexit’. Algunos de sus protagonistas trabajaban para Trump y tenían claro lo que había que hacer. repetir una mentira repugnante una y otra vez y convencer a la gente de que eso quizá no mejoraría sus vidas, pero sí iba a hacer que se sintieran mejor. Votaron contra la UE, convencidos de que sería bueno para el pueblecito en que vivían. No tenía el menor sentido. En la campaña presidencial, este factor también se daba, pero no creíamos ser tan vulnerables. Estábamos equivocados… en parte porque los rusos intervinieron de modo decisivo.

PUTIN, EL MALO DE LA PELÍCULA

«Me dejaba ver la entrepierna de forma ostentosa»

Clinton asegura que Putin le tiene verdadera manía personal y que en sus encuentros «acostumbra a despatarrarse en el sillón, dejando ver la entrepierna de forma ostentosa».

«Los rusos están resentidos con la política estadounidense de los años noventa, encaminada a favorecer la democracia y proteger a las antiguas repúblicas soviéticas -argumenta-. Putin me dijo que el colapso de la URSS supuso la mayor catástrofe en la historia de la humanidad».

Ni en su etapa de primera dama ni como secretaria de Estado consiguió Clinton conectar con Putin, según cuenta ella misma. Ahora acusa al presidente ruso de estar detrás de su derrota, a través de la filtración de sus correos

Hillary hizo lo posible por mejorar la situación. Según dice, acudía a las reuniones con el ruso determinada a encontrar algún punto en común, pero, «como el presidente Obama dijo en una ocasión, Putin es como uno de esos alumnos que siempre se sientan en la última fila y no te presta la menor atención». Tan solo consiguió concitar su interés cierta vez que le preguntó por los animales en peligro de extinción. «¡El hombre de pronto volvió a la vida! -cuenta-. Me hizo bajar corriendo por las escaleras, entre el desconcierto de sus guardaespaldas, y me llevó a su despacho, en el que había un mapa de Rusia gigantesco. Se puso a decirme que tenía previsto viajar a tal sitio para ‘poner chapas de identificación a los osos polares’. Y de repente me preguntó: ‘¿Cree que a su marido le gustaría ir conmigo?’. Respondí que se lo preguntaría, pero que si Bill estaba ocupado yo misma estaría encantada de acompañarle».

La invitación no llegó nunca. En su lugar, en octubre pasado, el Gobierno estadounidense acusó formalmente al Gabinete ruso de haberse infiltrado en la red de ordenadores del partido demócrata y agregó que Moscú estaba tratando de interferir en las elecciones estadounidenses.

Hace un mes, Facebook reconoció que los rusos habían gastado cien mil dólares en unos tres mil anuncios en su web sobre cuestiones estadounidenses en los dos últimos años. Quien hiciera clic en alguno recibía un aluvión de historias provocadoras. «No hay país en el mundo que haya atacado a Estados Unidos con tan pocas consecuencias», escribe Hillary en su libro.

P. ¿La Administración de Obama tendría que haber hecho algo más?

R. ¡Buf! [Suspira]. Haría falta otra entrevista entera para tratar esta cuestión.

P. La pregunta clave es: ¿qué tenía Putin que ganar apoyando a Trump?

R. Trump está superando todas sus expectativas… con el pequeño detalle de que, en el fondo, es un hombre imprevisible. Putin pensaba estar apoyando a alguien que retiraría las sanciones económicas y se mostraría complaciente en lo tocante a Siria y Ucrania. Es lo que ha sucedido, hasta cierto punto.

P. Quizá los rusos difundieron noticias falsas, pero ¿cómo se explica que tantos estadounidenses se las ‘tragaran’? Un rumor particularmente aberrante pero que tuvo su repercusión fue el de que Hillary y su jefe de campaña, John Podesta, dirigían una red de tráfico de niños.

R. ¿Cómo es posible que haya gente que se crea esas cosas? Tanto me detestan, o tanto detestan mis posturas políticas, que están dispuestos a ‘tragarse’ la mentira más monstruosa? ¿Cómo hemos podido dejar que las cosas llegaran a este punto?

EL MACHISMO

«Trump resollaba en mi nuca. Me dio asco»

P. Con independencia de la opinión que uno tenga, fue poco edificante -por decirlo finamente- ver que gente aullaba «¡matad a esa puta!» en los mítines electorales. ¿Cómo se sintió al verlo?

R. El machismo y la misoginia son endémicos en nuestra sociedad, por lo que es natural que estén presentes en la política. Lo que me pareció más ruin fue que el propio candidato lo estimulara. En esta campaña hubo una persona que defendía el uso de la violencia, que dijo cosas horrorosas. Me resultaba difícil asimilar que todo eso estuviera pasando de verdad.

En el libro, Clinton describe lo que sintió cuando Trump estuvo siguiéndole los pasos por el escenario durante el segundo debate televisivo, pocos días después de que fuera hecha pública una grabación en la que se jactaba de haber manoseado a bastantes mujeres. «El hombre estaba resollando tras mi nuca, literalmente», escribe. «Me dio verdadero asco. Lo que hizo Trump fue llevar a la práctica su propio reality show, montar una campaña llena de ataques personales, todo ello muy entretenido para el espectador», dice.

«He desarrollado una piel de rinoceronte. No tengo intención de desaparecer»

P. Sin embargo, la gente no se limitó a mirar; votaron por él, y no pocas mujeres. El 53 por ciento de las votantes de raza blanca se decantó por Trump. ¿Le sorprendió?

R. No. Ese tipo de fuerzas han existido durante toda mi vida. Pero, gracias a la legislación y a un amplio consenso, a partir de los años sesenta se hizo cada vez menos aceptable montar una campaña política abiertamente machista. Sin embargo, eso no quiere decir que todo el mundo se hiciera feminista y estuviera a favor de la igualdad de oportunidades. Hay gente que me dice que tenemos que encontrar el medio de atraer a los votantes de Trump. Y yo pregunto: ¿a qué precio? ¿Volviendo la espalda a los refugiados y los inmigrantes? ¿Permitiendo la discriminación contra los negros y las mujeres? No me resulta un coste aceptable. Lo que tenemos que hacer es ser más eficaces a la hora de transmitir el mensaje de que vamos a ampliar el espectro de oportunidades en la sociedad, para que más personas puedan convertir sus sueños en realidad.

P. Pero ya dijo estas mismas cosas durante la campaña y no funcionó. ¿Quizá los estadounidenses a estas alturas sencillamente están hartos de los Clinton?

R. Por mi parte, no tengo intención de desaparecer. Voy a seguir trabajando de forma activa en la política, porque la política me interesa, y mucho.

P. ¿Cree que las mujeres ejercen el liderazgo de otra forma?

R. Creo que yo sí que lo hago. Me gusta escuchar. No me gusta fanfarronear ni mentir sobre lo que puedo hacer… ¡lo que creo que me situó en posición de desventaja esta última vez!

P. ¿Después de haber pasado por tantas cosas, animaría a su hija, Chelsea, a entrar en la política?

R. Chelsea es una persona independiente y con unas cualidades increíbles. Ha escrito un par de libros muy buenos y no creo que tenga el menor interés en ocupar un cargo político.

EN PRIVADO

Su matrimonio Hillary afirma que Bill es un abuelo maravilloso para Charlotte y Aidan; siempre está a disposición de los pequeños. Se trata de una imagen inesperada, casi tanto como el afecto con que se refiere a su marido durante toda la entrevista. «Estoy harta de la gente que no cesa de hacer especulaciones sobre el estado de mi matrimonio», dice. En el libro reconoce que hubo momentos en los que tuvo dudas sobre su futuro, pero agrega que decidió quedarse a su lado porque «quiero a Bill con todo mi corazón».

Así posa para las fotos

Ha llegado el momento de las fotos, y lo que Clinton llama «mi brigada del maqueo» hace acto de presencia para retocarle el peinado y el maquillaje. Según ha calculado, dedicó 600 horas -o 25 días enteros con sus noches- al ‘maqueo’ durante la campaña electoral.

Su primera decepción

A los 13 años, Hillary escribió a la NASA para decirles que quería ser astronauta. «Querida niña -fue la respuesta-, lo sentimos, pero las mujeres no tienen cabida en el programa espacial».

 

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