Luke Harding es periodista de ‘The Guardian’ y autor de ‘Conspiración’ (editorial Debate) que indaga en el dosier Steele, basado en 17 informes redactados por Christopher Steele y que puede poner a Donald Tump contra las cuerdas. Por Michael Streck

Luke Harding, de 49 años, fue corresponsal de The Guardian en Moscú. En 2011 fue expulsado del país. Su información resultaba demasiado incómoda para el Kremlin. Ahora publica Conspiración, el libro que arroja nueva luz sobre las conexiones entre Rusia y Trump.

P. ¿Asistimos al principio del fin del mandato de Trump?

R. Estamos en el límite de lo imaginable. Tengo firmes sospechas de que se producirán nuevas acusaciones. La actuación del fiscal especial Robert Mueller está siendo muy decidida. Y no descarto que Trump lo despida si acusa a algún miembro de su familia.

P. Eso sería un suicidio político.

R. Tendría algo de nixoniano. Pero ya hace tiempo que este escándalo ha superado las dimensiones del Watergate. Trump asegura que las investigaciones no le quitan el sueño, pero si es así, ¿por qué tuitea constantemente sobre el tema? Creo que las llamas ya han alcanzado a la Casa Blanca. El edificio aguanta, Trump sigue ahí, pero ya hay fuego en el tejado. Y cada vez que Trump intenta apagarlo, la cosa solo empeora.

P. Ha reconstruido usted una cadena de indicios impresionante que lleva a la conclusión de que Trump es una marioneta de los rusos.

R. Este hombre ha ofendido a todo el mundo. Sólo tiene palabras amables para Putin. Resulta algo más que llamativo. Y la mejor explicación es que los rusos realmente tengan material sobre él. Sobre dinero sucio o sexo o ambas cosas. No sería nada nuevo. Son técnicas de espionaje clásicas, de tiempos del KGB.

«Las llamas ya han alcanzado la Casa Blanca»

P. ¿Y qué sacan los rusos? Trump no ha levantado las sanciones…

R. Pero sí que ha hecho suyos muchos de los puntos de vista rusos. Se ha distanciado de sus socios de la OTAN. Incluso ha rebajado el programa del Partido Republicado en lo que respecta a la cuestión ucraniana. De todos modos, no puede hacer todo lo que le gustaría. ¿Las sanciones? Tras los ataques informáticos rusos ya no puede levantarlas sin más. En ese punto, Putin erró el cálculo.

P. ¿Qué tendría que pasar para que Putin sacase a la luz material comprometedor?

R. No creo que llegue a hacerlo. No ha podido impedir las sanciones, pero sí ha conseguido sembrar el caos. Putin está instrumentalizando la fractura social de Estados Unidos. El Gobierno de Trump es débil, ahora los rusos pueden actuar con mayor libertad, como estamos viendo en Siria.

P. Usted vivió en Moscú y fue víctima del espionaje ruso.

R. El FSB entraba en nuestra casa, y dejaba pistas adrede. Vieja escuela KGB. Llenaban nuestra casa de micrófonos como diciéndonos: «Os tenemos controlados».

P. ¿Qué tipo de rastros dejaban tras sus visitas?

R. Una vez, nos encontramos con que la ventana de la habitación de mi hijo estaba abierta de par en par, aunque le habíamos puesto un cierre doble. Otra vez había un libro con consejos sexuales en nuestro dormitorio. Jueguecitos psicológicos.

P. Pero sin ninguna gracia.

R. Por supuesto. Gente de la Embajada británica nos aconsejó que las conversaciones privadas las mantuviéramos con rotulador y libreta, y que luego nos deshiciéramos de las hojas. Tenga en cuenta una cosa. si vigilaban a un simple periodista, cómo no iban a haber vigilado a Trump en la suite presidencial del Ritz-Carlton…

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