Es la madre del que fuera ministro y portavoz del Gobierno de Mariano Rajoy, Íñigo Méndez de Vigo, y la hija de Carmen de Icaza, novelista y una de las primeras mujeres periodistas de España. Por Fátima Uribarri
Nos recibe en su casa, nos muestra su álbum de fotos y nos habla de su familia con motivo de la reedición de ‘Vestida de tul’, uno de los grandes ‘best sellers’ de su madre.
«A Dolores Ibárruri, ‘la Pasionaria’, le gustaban las novelas de mi madre y se las recomendaba a su hija»
Paloma Montojo y de Icaza, condesa de Areny, es expansiva, risueña y extrovertida. Muy simpática. Y muy activa a sus 87 años. Todas las semanas acude a ver exposiciones y colabora en un comedor social. Todas las semanas sigue religiosamente las comparecencias en televisión de su hijo mayor, Íñigo Méndez de Vigo -ministro de Educación, Cultura y Deporte y portavoz del Gobierno-, y después le da su veredicto sobre sus dotes comunicativas. También escribe prólogos, da conferencias y revisa la obra de su madre, Carmen de Icaza, periodista y novelista que arrasó en ventas en la España de los cuarenta y cincuenta.
Paloma, que estudió Periodismo tras quedarse viuda, está promocionando la reedición de Vestida de tul (editorial Planeta), novela que publicó su madre hace 75 años y que narra la aristocrática vida de bailes y coqueteos de cinco señoritas casaderas.
Paloma Montojo nos abre las puertas de su casa, nos muestra fotos del álbum familiar y habla sin tapujos de su madre, de su hijo y de sí misma. Solo hay una cosa de la que no quiere hablar: de la hermana de su madre, Sonsoles de Icaza, marquesa de Llanzol, madre de Carmen Díez de Rivera y reciente protagonista de Lo que escondían sus ojos, una serie televisiva en la que se relataba su romance con el ministro de Asuntos Exteriores franquista, Ramón Serrano Suñer.
XLSemanal. ¿Ser la madre del ministro le afecta en algo?
Paloma Montojo. En que de vez en cuando acompaño a Íñigo a la ópera y al teatro, que me encanta. Nada más.
XL. Y le asesora.
P.M. Soy su asesora de imagen, sí. Lo veo por televisión y luego le doy mi opinión.
XL. ¿Qué tal hace el papel de portavoz del Gobierno?
P.M. Muy bien, tiene muy buen talante, buen carácter, sale a su padre. Es templado. Yo me acelero antes. A Dios gracias, le hemos dado una buena educación, con lo cual no se solivianta. Y ha trabajado siempre mucho: ha estudiado su carrera; es letrado de las Cortes, ha sido catedrático… A mis hijos les hemos inculcado su padre y yo el amor al trabajo y a las cosas bien hechas. Su padre siempre decía: «Mandar es servir».
XL. ¿Qué consejos le da usted?
P.M. Que hable despacio; que no cite demasiado porque a la gente le aburren las citas; que la camisa de rayas parece de pijama; ese tipo de cosas. También le digo que puede mover las manos para expresarse, pero con cautela, sin abusar de ello. Y que hable claro.
XL. ¿Le hace caso?
P.M. Sí, claro que me hace caso. Me ha contado Íñigo que a Rubalcaba su madre lo veía también y le comentaba. Íñigo le ha dicho a Rubalcaba: «En eso nos parecemos» [se ríe].
P.M. Me quedé viuda a los 51 años. A los 52 empecé a estudiar Periodismo y, además, tenía que ocuparme de mi casa y de mis hijos, que estaban todos en casa.
XL. Fue una alumna muy aplicada.
P.M. Trabajé mucho en la facultad y pasaba a toda mi clase los apuntes y tabaco. Entonces se fumaba: yo tenía dos cajetillas al servicio del público.
XL. Cuando estudias de mayor, lo haces de otra manera.
P.M. Y tienes que hacerte la simpática porque, si no, la vida es imposible. A mí me convidaban a guateques y me sigo reuniendo con compañeros de clase.
XL. Íñigo se fue enseguida.
P.M. Se fue a Estrasburgo con Marcelino Oreja justo cuando se murió mi marido. Dijo: «Soy el hijo mayor, yo me quedo»; y yo le dije. «¡Qué te vas a quedar!, vete, yo me las apaño», actué como las protagonistas de las novelas de mi madre [se ríe].
XL. ¿Por qué se reedita Vestida de tul?
P.M. Porque regresa el romanticismo y es una novela que pinta una época. La acción transcurre entre 1916 y 1917, durante la Primera Guerra Mundial. Se muestra un Madrid muy curioso y variopinto. Describe los bailes en palacio, los aristócratas -muchos de ellos, arruinados-, los nuevos ricos que se quieren codear con ellos, la clase media, las modistillas que van a las verbenas acompañadas de sus novios.
XL. ¿Va a interesar hoy en día ese mundo?
P.M. Va a entretener: es un Madrid que no conocemos. Va de cinco chicas de un colegio de monjas donde les han enseñado grandes virtudes y a ser muy religiosas y luego se enfrentan a la vida sin ninguna preparación y ven que las cosas no son como ellas creían.
XL. Sus vidas no tienen nada que ver con la realidad de hoy.
P.M. Claro que ahora las costumbres son muy distintas. Pero es una novela muy humana.
XL. Puede parecer una frivolidad.
P.M. Refleja personajes de la época de mi madre. Las chicas de la novela no piensan en trabajar, excepto la protagonista, Sol Alcántara, que quiere estudiar Arte, ir al conservatorio y piensa realizarse; las otras quieren casarse bien.
XL. No suena muy transgresora.
P.M. Transgresora no es. Es lo que se estilaba. se publica en el año 42. Mi madre no se salió fuera del tiesto.
«Mi abuelo tenía una tertulia con los Machado, Rubén Darío… Juan Ramón Jiménez le dedicó una poesía a mi madre»
XL. Usted ha dicho que era reivindicativa.
P.M. Reivindica que la mujer elija su propio destino. Eso sí.
XL. ¿Cómo es que su madre, baronesa de Claret, fue escritora?
P.M. Mi abuelo era el poeta Francisco de Icaza, diplomático mexicano. Tuvo varios puestos, el más prolongado en el Berlín del káiser: tengo fotos del emperador alemán dedicadas a mi abuela. En Madrid tenía una tertulia literaria con los Machado, Rubén Darío, Amado Nervo y José Ortega y Gasset. Mi madre, desde muy pequeña, se colaba en estas tertulias y oía a los prohombres. Juan Ramón Jiménez y Eduardo Marquina le hicieron poesías.
XL. Usted es periodista.
XL. ¿Cuál fue su gran éxito?
P.M. Cristina Guzmán, profesora de idiomas, que se publicó en Blanco y Negro por entregas en 1934. En la guerra, en los dos bandos lo leían en las trincheras. Mi madre escribió diez novelas y se vendieron todas fenomenal.
XL. Ha escrito un prólogo a este libro.
P.M. En una edición del Instituto de la Mujer. No es su mejor novela, es absolutamente rosa, pero refleja la idea de que hay que bastarse a sí misma y que no hay que depender del padre ni del marido. Ese prólogo es el primer trabajo remunerado de mi vida porque había trabajado muchísimo, pero de voluntariado.
XL. A Dolores Ibárruri, la Pasionaria, le gustó este libro.
P.M. Y se lo recomendó a su hija. Tuvo unas críticas fenomenales.
XL. No nos ha contado cómo se convirtió su madre en escritora.
P.M. Mi abuelo murió en el año 25. Mi madre, la mayor de los hermanos, decidió coger las riendas de la casa. Se fue a El Sol, fundado por Ortega y Gasset, y le dieron la página de la mujer. no solo eran modas y fiestas, que también, sino temas candentes del momento como la mujer en la Universidad, las madres solteras. Luego hizo una campaña en el Ya para la madre y el hijo desvalidos, protegiendo a la madre soltera que se encontraba abandonada. Después fue del equipo fundador de Auxilio Social en la guerra.
XL. ¿Conoció a Hitler?
P.M. No, a Hitler no lo conoció. Viajó a Alemania, Inglaterra, Italia y Hungría a congresos sobre actos sociales. Para ver lo que se hacía allí. A Mussolini sí lo conoció.
XL. ¿Qué contó de él?
P.M. Nada. Lo conoció supongo que en una recepción en plan: «Hola, encantada, qué tal». Lo conoció como personaje, no como amiga.
XL. ¿Qué contaba de aquellos viajes?
P.M. Solo que había que hacer cosas por los demás y que no se podía uno estar quieto. Mi madre hizo dos lemas: ‘Ni rojos ni azules, solo niños de España’ y ‘Ni un hogar sin lumbre ni un español sin pan’.
«De mi tía Sonsoles (madre de Carmen Díez de Rivera) no hablo. Es un tema que no comento ni con amigos ni con nadie»
XL. Fue de las primeras periodistas españolas.
P.M. No lo puedo jurar, pero creo que fue la primera mujer española con carné de periodista.
XL. ¿Iba a la redacción?
P.M. No, escribía desde casa. Iba a entregar sus artículos al periódico. No se estilaba que una señorita saliera sola a la calle, entonces mi madre contrató de su sueldo a una señora, una ‘carabina’, para que la acompañara.
XL. Su madre era la madrina de Carmen Díez de Rivera.
P.M. No quiero hablar de ese tema. Nada. Tabú. Es mi voluntad.
XL. Solo quería saber si…
P.M. Es que me niego. Es un tema de mi tía Sonsoles del que no hablo. Como norma de vida. Siempre me he negado incluso con amigas. No hablo de eso.
XL. Como periodista que es, comprende que el tema interesa.
P.M. Lo entiendo. Y que vayan a por Íñigo también. Los periodistas van a por un renuncio tuyo. Pero hay que evitarlo. Yo este tema no lo comento ni con amigos ni con nadie. No reniego de mi tía, que era la hermana pequeña de mi madre, pero no hablo de ella. No me gusta el tema. Comprendo que me preguntéis lo que os dé la gana. Yo me reservo el no contestar. Como decía Oscar Wilde, «no hay preguntas indiscretas. Solo las respuestas», ves ya he dado una cita de las que no debe abusar mi hijo Íñigo [se ríe].
XL. Son una familia políglota.
P.M. En casa, todos hablamos alemán, francés e inglés perfectamente. Mi madre, yo, mis hijos y mis nietos. A los 14 años yo era bilingüe en alemán y ahora me entretengo en traducir a Heine, que es mi poeta predilecto.
«Mi madre, mis hijos, mis nietos y yo hemos aprendido alemán, inglés y francés. Ahora, me entretengo traduciendo a Heine»
XL. No estudió una carrera antes de casarse.
P.M. Quería hacer Medicina, pero lo deseché. Cuando terminé el Bachillerato, mi madre dijo: «No quiero una niña levantándose tarde y esperando a que la llame un ‘pollo’». Entonces, las niñas no llamábamos a los chicos; ahora llaman y pagan lo suyo. Así que trabajé varios años en las Damas de la Cruz Roja.
XL. Se les dan bien las letras.
P.M. Yo he publicado algún artículo. Íñigo ha escrito cosas sobre la Unión Europea; y mi hija pequeña, sobre la India porque trabaja en una ONG. La pluma se nos da bien a la familia, a unos más y a otros menos.
XL. Sus hijos son…
P.M. Muy buenos hijos.
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