Actriz de carácter, Magüi Mira (Valencia, 1944) está muy comprometida con la igualdad de género y elige cuidadosamente las obras en las que se embarca. Por Virginia Drake

Hermana del cineasta Carles Mira, se casó con el dramaturgo José Sanchis Sinisterra, con quien tuvo dos hijas. Magüi Mira ahora comparte vida y proyectos con su segundo marido, el también dramaturgo Emilio Hernández Soriano. La veremos en Mérida dirigiendo Las amazonas.

XL. Existieron realmente esas vírgenes guerreras?

M.M. Están en el imaginario colectivo. El primer testimonio escrito es de Homero, que habló de ellas en La Ilíada, 800 años antes de Cristo. En la versión que yo dirijo, las amazonas están situadas en la guerra de Troya.

XL. Una tribu de mujeres que, con el uso de la fuerza, ganaban a los hombres.

M.M. Sí, iban rodeadas de jaurías de perros y cazaban a los hombres y los sometían para procrear. Hartas de los bestias que las violaban y las utilizaban como botín de guerra, se entrenaron hasta ser el pánico de los ejércitos.

XL. Y se amputaban un pecho para manejar mejor el arco en las batallas.

M.M. Exacto, pero no eran guerreras para conquistar territorios; cazaban por las noches a los hombres y, cuando conseguían la reproducción, los dejaban libres. Y si parían hijos, los mataban: solo querían hijas.

XL. ¿Rechazaban el amor?

M.M. Totalmente. Pero Pentesilea, la reina de las amazonas, se enamoró de Aquiles y sucumbió.

XL. Y el que quiera saber más… que vaya a Mérida.

M.M. Lo interesante es que ese cambio de roles no funciona cuando aparece el amor posesivo: se pasa del «la maté porque era mía» a «lo maté porque era mío». Porque Pentesilea mata a Aquiles y se lo come. Así acaba la función.

«El amor posesivo no te lleva más que a la muerte»

XL. ¡Pues la ha reventado!

M.M. ¡Era de esperar! Es una tragedia griega; pero dar hoy el mensaje de que el amor posesivo no te lleva más que a la muerte es muy interesante.

XL. ¿Qué hay de cierto en eso de que una mujer en el poder asusta al hombre?

M.M. ¡Todo! Lo hace sentir amenazado. Nadie quiere perder su parcela de poder. Las mujeres no nos sentimos amenazadas porque no tenemos nada que perder. Seguimos siendo ciudadanas de segunda, aun viviendo en un momento y un lugar privilegiados.

XL. ¿Qué ha aprendido en todos estos años de militancia activa?

M.M. A estar alerta y a saber decir que no, porque las mujeres somos muy consentidoras; a veces incluso consentimos con inteligencia para no terminar en otro lugar donde hay mucha más oscuridad.

XL. ¿Es impensable imaginarla fuera del teatro, pero no siempre fue así, no es verdad?

M.M. Totalmente. Yo me casé, tuve dos hijas… y yo los observaba, los cuidaba y les cocinaba. Siempre estaba un pasito detrás. Pero, de pronto, miré a mi alrededor y pensé que yo también podía. Y lo intenté. Tenía 36 años cuando debuté.

XL. ¿Es más satisfactorio dejarse llevar por un buen director o dirigir?

M.M. Dirigir es único. Eres tú quien interpreta un texto, con tu ADN, con la sangre que te llega al cerebro y con tu paisaje de vida. En la dirección, yo decido.

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