Dedicarse a la interpretación era su última opción, pero los genes pudieron más. El hijo de Ricardo Darín, que sedujo a España con su papel en ‘La embajada’, estrena ahora en cine una historia sobre la dictadura uruguaya. Por Virginia Drake / Realización: Raquel Peláez / Estilismo: Verónica Suárez / Fotos: Chesco López
Trabaja en España desde hace poco más de dos años, pero casi todo el mundo sabe ya quién es Chino Darín. Quizá por ser hijo de su padre, Ricardo Darín, quizá porque entró pisando fuerte de la mano de Trueba (La reina de España) y, seguro, porque le llovieron las ofertas de cine y televisión desde su debut.
Su última película, La noche de 12 años, se estrenó en Argentina el pasado 1 de septiembre y la veremos en España a partir del 11 de noviembre. Junto con Antonio de la Torre y Alfonso Tort, Chino Darín es uno de los tres guerrilleros tupamaros a los que la dictadura militar uruguaya sometió a fuertes presiones físicas y psicológicas, más allá de lo soportable e imaginable, durante doce años.
XLSemanal. ¿Su madre cuando se enfadaba lo llamaba ‘Ri-car-dó’, con acento en la o?
Chino Darín. No, me dice Chino siempre. Todo el mundo me llama Chino desde niño.
XL. ¿Es cierto que fue un niño bueno, que no dio complicaciones ni de adolescente?
C.D. Eso creo yo, y mis padres dicen lo mismo, así que será verdad. Aunque estoy seguro de que tampoco fui un hijo tan complaciente; porque los hijos, aunque no se porten mal, siempre son un poco injustos con los padres.
«Tal vez sea paranoico, pero hay que estar preparado para todo: siempre llevo medicamentos en mi mochila»
XL. Según la época, decía que quería ser ingeniero industrial, médico, arquitecto…
C.D. Estaba perdido y, cuando pensaba en profesiones, había un montón de ellas en las que yo me veía.
XL. ¿Actor, nunca?
C.D. Fue mi última opción, no me gustaba la exposición pública de mi padre. Cuando eres niño, quieres que te pertenezca a ti. Era molesto tener que compartirlo con todo el mundo.
XL. ¿En Argentina es tan ‘activa’ como en España la prensa del corazón?
C.D. Sí, son bastante sabuesos.
XL. ¿Cómo lo lleva? Es actor, hijo de un actor muy conocido y, además, sale con una actriz española famosa, Úrsula Corberó…
C.D. Ahora, mucho mejor. No me molesta que me saquen fotos, lo que no me ha gustado nunca es que me persigan por la calle. Es una sensación muy extraña y no es cómoda.
XL. ¿Peor en España o en Argentina?
C.D. Me siento igual de agobiado aquí que allá o que en Kuala Lumpur, me agobia que me sigan en cualquier parte. Cuando hice La embajada y empecé a salir con Úrsula, me seguían. Ahora están más tranquilos.
XL. Su padre cuenta que ha llegado a disfrazarse para salir a la calle.
C.D. Yo no me he disfrazado, pero sí recuerdo hacer alguna maniobra de evasión… Pero he aprendido a sobrellevarlo y a tratar de hacer el ejercicio mental para quitarle peso.
XL. Por cierto, usted vive la mayor parte del tiempo en Buenos Aires y Úrsula Corberó, en Madrid. ¿Cómo lleva esta relación en la distancia?
C.D. Es complicado, pero hasta ahora hemos tenido suerte y hemos coincidido bastante en los tiempos para poder vernos sin distanciar mucho nuestros encuentros. Lo llevamos bien, aunque no deja de ser un desafío para la pareja.
XL. ¿Es celoso?
C.D. Supongo que tendré mis cosas y mis momentos de celos. Pero creo que los celos no dependen de quién es tu pareja, sino de quién sos vos, dicen más de uno mismo que de la persona con quien sale. No me definiría como celoso, pero por supuesto no me da igual todo.
XL. Dice, con cierto orgullo, que su padre no ha movido un dedo por usted. ¿Tan mal le parecería que lo hubiera hecho?
C.D. Él no ha hecho nada activamente para ayudarme, más allá de lo que fue transitar su propia vida.
«Incluso el peor de los hombres, si lo filmáramos con su perro, nos parecería humano y sensible»
XL. Se reconoce muy familiar.
C.D. Muchísimo, tenemos todos una relación muy estrecha. Cuando mi padre hacía teatro, esperábamos a que acabase la función para cenar tardísimo, pero todos juntos.
XL. Dice que le gusta comer bien y que, cuando viaja, intentar hacerlo en el mejor restaurante de cada sitio.
C.D. Lo intento; pero, cuando te piden un pastizal y no vale la pena pagar tanto, busco otro. También pregunto mucho a la gente local, que suele aconsejarte sitios donde se come buena comida casera. Soy muy fan de la gastronomía.
XL. Para interpretar su personaje en La noche de 12 años, adelgazó mucho.
C.D. Todos tuvimos que hacer un esfuerzo muy duro para adaptar el cuerpo al personaje. Cuando empecé a preparar la película, pesaba setenta y un kilos y, cuando comenzó el rodaje, cincuenta y nueve. Pero ya he recuperado nueve.
XL. Su personaje, el poeta y dramaturgo uruguayo Mauricio Rosencof, obtuvo algún beneficio en aquella prisión escribiendo cartas de amor para un militar no sabía escribirle a su novia.
C.D. Cada uno de los personajes tenía un recurso para sobrevivir; el mío fueron esas cartas, sí.
XL. ¿Hasta el tirano más malvado necesita una carta de amor con que conquistar a una mujer?
C.D. Eso pasa mucho en estas historias de buenos y malos, de héroes y villanos… Desde el peor hasta el mejor de estos hombres, si los filmáramos relacionándose con su perro, nos resultarían humanos y sensibles.
XL. ¿Qué le ha dicho la gente que ya ha visto la película?
C.D. Casi todo el mundo ha salido bastante impactado. Y muchos sorprendidos de que esto hubiera sucedido en la realidad. La gente, cuando sale, necesita tiempo para procesar lo que ha visto. Tiene muchas lecturas.
XL. El sufrimiento es tan grande que es difícil querer verla dos veces.
C.D. Es una historia sofocante. Si lo que quieres es ver una comedia, para pasarla lindo el domingo en familia y reírte después, no creo que esta sea la película, pero tampoco creo que sea una película restrictiva de repetir. Yo recomendaría repetirla, porque hay cosas que son muy impactantes a la primera, pero que luego puedes profundizar si la ves una segunda o tercera vez.
XL. ¿Necesitó terapia después de meterse en un papel tan duro?
C.D. No, yo no recurro a ella; aunque no sé si la necesito o no. Por supuesto que hay veces que uno se lleva cosas de las que le gustaría limpiarse. Aprender a hacerlo es parte del oficio.
XL. ¿Le cuesta quitarse el acento cuando rueda aquí?
C.D. ¡jajaja! Aquí tienen una concepción muy particular con esto de los acentos. No se trata de quitar ninguno, sino de poner: yo me esfuerzo por poner acento de España, no por quitarme el argentino. Incorporo un acento nuevo, no me quito el mío.
XL. Al final: ¿le cuesta o no le cuesta?
C.D. Sí. Es un esfuerzo terrible, hasta fisiológicamente movemos la boca y la musculatura de forma distinta al hablar y eso es muy agotador. A veces se me agarrota toda la cara.
XL. De joven militó en la izquierda socialista, pero ahora dice: «Me chupa un huevo la vertiente política de cada uno». ¡Qué expresión más espantosa!
C.D. Lo digo porque ya no abandero nada. No siento que en Argentina haya nadie que me represente. Aunque votar, voto.
XL. No; si yo me refería a lo del huevo…
C.D. ¡Ah! ¡Jajaja! Es una frase muy de allá. Significa que me da igual, que me trae sin cuidado. Yo considero que no hay lenguaje ordinario y no ordinario, no tengo problema con las palabras.
XL. Dejémoslo ahí, no hace falta profundizar… [risas]. ¿En España se identifica más con algún partido?
C.D. Aquí hablaría sin conocimiento de causa, sería como si me preguntases por la política de Polonia.
XL. A su padre le dieron la nacionalidad española.
C.D. Y yo la tengo también por eso, tengo doble nacionalidad y es un privilegio.
XL. Cuenta que va a todas partes con una mochila en la que lleva una navaja multiusos, medicamentos y que sueña con que se va a estrellar el avión en el que viaja. ¿No es esto un poco paranoico?
C.D. No me gusta pensar que soy paranoico, tal vez lo sea, pero considero que hay que ir siempre preparado para cualquier cosa que te pueda pasar. Ahora me he relajado un poco, no traigo mi navaja Leatherman, pero sigo llevando siempre en mi mochila un neceser con medicamentos.
XL. Por cierto, ¿le hace ilusión que el Papa Francisco sea argentino?
C.D. ¿Ehhh? No me importa ni la nacionalidad del Papa ni lo que haga: ¡me chupa un huevo! ¡Jajaja!
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