Fuma marihuana en público, sale con jóvenes góticas y se embarca en encendidas discusiones por Twitter. La excentricidad de Elon Musk aumenta con la edad y ello hace que el valor de las acciones de Tesla descienda. ¿Se encuentra Musk en caída libre? Por Nick Rufford
En septiembre, mientras lo entrevistaban en directo por Internet, alguien le pasó un ‘canuto’ de marihuana a Elon Musk. Y él le dio una calada. La calada más cara de la historia.
El multimillonario inventor y empresario quizá pensó que fumar un porro en público sería cool, o tal vez lo hizo para hacer publicidad de sus automóviles Tesla. ¿Quién sabe? Lo que está claro es que la calada le salió ‘por la culata’.
En pocas horas, las acciones de Tesla bajaron un tres por ciento. Y siguieron bajando hasta reducir el valor de la compañía en más 1,3 mil millones de dólares. La prensa internacional concluyó que ese era un síntoma más de que el magnate estaría perdiendo el juicio.

Elon Musk y la polémica calada
Su situación personal empezó a inquietar a principios del año pasado. Musk cada vez parecía prestar menos atención a Tesla y SpaceX, las empresas con las que ha fabricado coches eléctricos pioneros, cohetes reutilizables y paneles solares de precio asequible. La primera alarma llegó con el lanzamiento de un producto ‘atípico’: un lanzallamas. Después llamó ‘pedófilo’ por Twitter a un británico que se mofó de uno de sus minisubmarinos. ¿Qué estaba pasando en el interior del descomunal cerebro de Musk?
El 7 de agosto anunció -también por Twitter- que estaba planteándose sacar Tesla de la Bolsa al precio de 420 por acción y que contaba con los fondos necesarios para comprar todos los títulos. El valor de las acciones de Tesla se disparó… y el organismo regulador estadounidense inició una investigación por manipulación del mercado. Finalmente, Musk tuvo que pagar una multa de 20 millones de dólares y dejar la presidencia de Tesla. Los admiradores del billonario ya estaban acostumbrados a sus maniobras publicitarias, pero aquello era raro raro…
Musk es el hombre que puso fin a la hegemonía de los gigantes industriales basados en los combustibles fósiles del sector automovilístico y aeroespacial; plantó cara a los mastodontes de la industria petrolera; compartió sus ideas de forma gratuita y optó por regalar sus inventos en lugar de patentarlos; propuso una tecnología de transporte ultrarrápido, llamada Hyperloop, que está en desarrollo; y tiene planes para crear un avión supersónico… además de colonizar Marte. Seguramente ha hecho más que cualquier otro ser humano para combatir el cambio climático «construyendo cosas físicas».
«Lo que distingue a Elon del resto de los mortales es la voluntad de asumir riesgos increíbles -dice un exsocio-. A veces roza lo demencial»
Ese era el Musk al que conocí hace siete años: friki, afable, más interesado en las ideas que en el dinero. Corría 2011 y estaba casado con Talulah Riley, una actriz británica que, decía, le había hecho «inmensamente feliz». Antes había estado casado con Justine Wilson, con quien había tenido cinco hijos.
Por entonces, Musk consideraba que no habíamos vuelto a enviar a hombres a la Luna porque nos habíamos vuelto cómodos, no asumíamos riesgos. La osadía es el principal rasgo de su carácter. Cuando vendió PayPal -la primera empresa que cofundó con otros socios-, invirtió todo su dinero en crear Tesla y SpaceX. Edward Ho, un antiguo socio, comentaba al respecto: «Es lo que distingue a Elon del resto de los mortales. La voluntad de asumir riesgos increíbles, una determinación que a veces roza lo demencial».
«Me gusta el desmadre»
El problema de Musk era su otro yo: un juerguista de marca mayor. Cuando dejó San Francisco para irse a vivir a Los Ángeles, Hollywood llamó a sus puertas y Elon no fue capaz de resistirse. Comenzó a llevar una loca vida nocturna. De niño había sido retraído, pero su recién ganada fortuna y su insólito perfil lo convirtieron en el centro de todas las fiestas. Cuando le pregunté por tanta juerga, Musk respondió: «Pues sí. Me gustan la fiesta y el desmadre. La vida es corta, así que ¿por qué no?». Pero su mujer no estaba de acuerdo. El divorcio llegó en 2012.
Tras separarse de Riley, Musk se concentró en el trabajo. Lo entrevisté por segunda vez en Londres, con ocasión de la inauguración de una tienda Tesla. Estaba exhausto. «He conseguido dejar de currar 100 horas a la semana; ahora estoy entre 85 y 90», me dijo. Las presiones cada vez eran mayores. Fiel a su lógica, Elon consideraba que la venta directa de coches a los clientes, sin pasar por concesionarios, reduciría costes y proporcionaría un mejor servicio. Pero los concesionarios de automóviles forman un influyente grupo de presión, sobre todo en Estados Unidos, donde es frecuente que hagan donaciones a las campañas de los políticos. «Nos odian a muerte -me dijo- y hacen lo posible por molernos a palos».

Su última pareja ha sido -o es- Grimes, cantante canadiense de 30 años. Aparecieron juntos el mayo pasado en la Gala MET. Su relación puede acabar en los tribunales, pero no por divorcio, sino porque los tuits de una amiga de ella que cuestionaban la salud mental de Musk han sido usados en la causa contra él por manipular la Bolsa
Explicó que los contratiempos le recordaban cuando estaba divorciándose de Wilson, su primera mujer. Durante ese matrimonio, Musk vivió una tragedia que le marcó para siempre: la muerte de un hijo pequeño. Nevada Alexander Musk tenía 10 semanas cuando falleció de muerte súbita en su cuna. «Elon me dejó claro que no quería hablar de la muerte de Nevada. Yo no lo comprendía y él tampoco entendía que me pasara el día llorando», contó su mujer después.
… y llegó la crisis nerviosa
Durante nuestra segunda entrevista, Musk me recordó los tres intentos fallidos de lanzamiento del cohete Falcon, una época en que Tesla estuvo a punto de ir a la quiebra. «Fue la peor etapa de mi vida. Recuerdo despertarme en mitad de la noche presa de una crisis nerviosa. Nunca había imaginado que podía sufrir un acceso de este tipo, creía que esas cosas les pasaban a los débiles. Pero no, a mí también me pasaba».
En horas bajas, Musk logró restablecer la relación con Riley, su segunda mujer. Volvieron a casarse en 2013. Pero no funcionó. El matrimonio terminó de irse a pique en 2016. De nuevo sin pareja, su estado de ánimo empeoró. Musk se refugió de sus demonios interiores dedicando horas y más horas al trabajo en SpaceX. Situó satélites en órbita y efectuó transportes a la Estación Espacial Internacional. Y tuvo una idea novedosa: en lugar de regresar y estrellarse contra la Tierra sin más, sus cohetes aterrizarían y serían reutilizables, «exactamente igual que un avión 747», según me explicó. La idea fue recibida con escepticismo. Pero, como en anteriores casos, hizo lo imposible realidad. El año pasado, un cohete Falcon 9 se posó con suavidad en Vandenberg, en California, presto para su reutilización por tercera vez. Un logro nunca antes conseguido. Resultado: el valor de su empresa subió hasta unos estratosféricos 28.000 millones de dólares.
Musk y su primera mujer perdieron un hijo de 10 meses. «Elon me dejó claro que no quería hablar del asunto -contó ella-. Yo no comprendía su actitud; él tampoco entendía que yo llorara todo el día»
Ahora, Elon se ha propuesto construir una flota de cohetes capaces de colonizar Marte. Para demostrar que es posible hacerlo, ha enviado un cohete Falcon Heavy a orbitar Marte. Típica de Musk, la iniciativa es una combinación de maniobra publicitaria y hazaña científica: el cohete, lanzado en febrero del pasado año, es el más potente desde la época de las misiones Apolo.
Pero Musk tiene un problema. Todos los días se levanta con la misión de salvar a la humanidad, pero se enfurece si tropieza. Los pequeños desaires se convierten en amenazas existenciales. Después del tuit en que anunciaba la salida de Tesla de la Bolsa hubiera podido retractarse y limitar los daños. Sin embargo, empeoró la situación al burlarse del organismo regulador, el SEC, al que tachó de «comisión para que los especuladores se hagan ricos». En su capacidad para enzarzarse en disputas por Twitter, Musk es comparable a Donald Trump.
Llegado junio, Musk estaba convencido de que había una conspiración para acabar con Tesla y que la corporación era víctima de «robos de productos y materiales, filtraciones de información confidencial, negligencia profesional o, directamente, sabotaje encubierto».
Y cada vez tiene más frentes abiertos. Los grandes fabricantes de coches están logrando imponerse a Musk a la hora de crear una red de cargadores eléctricos ultrarrápidos para coches. No solo eso, sino que los rivales de Tesla están a punto de poner en marcha unas cadenas de producción cuya tecnología es casi idéntica a la de Musk. El hecho de que los gigantes de la automoción hayan tardado tanto en ponerse a la altura de Elon es clara indicación de lo muy por delante que él iba.
¿Va a sobrevivir Musk? Sus críticos aseguran que ha perdido la ‘chaveta’, pero Tesla obtuvo beneficios durante el tercer trimestre del año pasado gracias al súbito repunte en las ventas del Model 3. El problema mayor parece ser la ausencia de figuras como sus primeras esposas, capaces de mantenerlo centrado.
En la mente de Musk habita un niño de 9 años cuyos proyectos visionarios aún están a tiempo de transformar el futuro de la humanidad. Esperemos que alguien cuide bien de este niño de 9 años. La suerte del planeta bien puede estar en juego.
