Tiene 92 años, pero mantiene la capacidad de asombro de cuando era niño. Pionero del documental televisivo, el legendario naturalista británico habla de su serie documental,  ‘Nuestro planeta’,  pero también de coleccionismo, de la reina Isabel o de cómo mantener los modales en plena selva. Por Hauke Goos y Jörg Schindler/ Fotografía: Neale Haynes

El incombustible Sir David Attenborough

Una casa azul en el barrio londinense de Richmond, un salón enorme rodeado por una galería en la que se acumulan máscaras africanas, piezas de arte de todo el mundo y estantes con miles de libros: David Attenborough, de 92 años, vive en su propio museo, o esa impresión da.

Cuando emprendió su primer viaje, allá por 1954, todavía había amplias zonas del planeta sin explorar. Ver imágenes en blanco y negro de la selva o de animales salvajes bastaba para dejar a la gente maravillada. En las décadas siguientes, Attenborough viajó para la BBC desde la Antártida hasta Borneo y desde Australia hasta las islas Galápagos.

Durante todo ese tiempo se dedicó a mostrar la naturaleza. Desde hace unos años, su tono es de mayor preocupación. En la Cumbre del Clima de 2018, en Katowice, exigió a los jefes de Estado y de Gobierno que pasaran a la acción. Durante aquellos días, la BBC anunció que Attenborough estaba trabajando en un documental sobre el cambio climático (Climate change, the facts) de inminente emisión.  Mientras, en Netflix, se puede ver Nuestro planeta, una serie documental de ocho capítulos.

Attenborough creció en Leicester, donde su padre dirigía el University College. Su hermano mayor, Richard, interpretó al multimillonario Hammond en Parque Jurásico. David Attenborough fue elegido en 2002 como uno de los cien británicos más importantes de todos los tiempos, y en su honor se han bautizado especies animales y vegetales.

XLSemanal. Señor Attenborough, ¿tuvo usted de niño un cofre de tesoros?

David Attenborough. Tenía un armario lleno de fósiles.

XL. ¿Nada más?

D.A. Bueno, también tenía un nido maravilloso con forma de esfera y cubierto de liquen, la piel de una culebra de collar y muchos peces tropicales. Y ranas arborícolas, salamandras, de todo. A menudo me hacía 15 o 20 kilómetros en bici para buscar fósiles.

«Ante un gorila muestras sumisión. Igual que ante la reina: bajas la cabeza, te inclinas, no hablas alto…»

XL. ¿Qué tiene de fascinante buscar fósiles?

D.A. Cuando se desprende un fragmento de roca y aparecen los restos de un ser vivo que lleva 150 millones de años oculto, es algo mágico. ¡Mágico!

XL. ¿Nunca ha dejado de coleccionar cosas?

D.A. Es un instinto masculino básico.

XL. ¿Por lo de cazador-recolector?

D.A. Sí, quizá. De hecho, hay pocas mujeres coleccionistas… y ninguna excepcional. Se me vienen a la cabeza un par de ellas, coleccionaban porcelana del siglo XIX. Pero en líneas generales, el coleccionismo es cosa de hombres. Darwin, el mayor biólogo de todos los tiempos, coleccionaba escarabajos. Le maravillaba ver los cientos de especies que había y se preguntó por qué. Fue esa sencilla pregunta lo que lo llevó a elaborar la teoría más reveladora de la historia de la biología.

David Attenborough naturalista documentales

David Attenborough y la prueba de su intimidad con los animales

XL. Cuántos fósiles, libros y piezas de arte y objetos tribales tiene aquí?

D.A. Por favor…

XL. No quiere decirlo?

D.A. Contarlos sería un poco vulgar, no le parece?

XL. Usted creció durante la guerra. ¿Es uno de los motivos por los que ha dedicado su vida a una naturaleza intacta?

D.A. No. Ya había empezado a coleccionar antes de la guerra. Vivíamos en Leicester. Nos bombardearon dos o tres veces, pero al final no nos invadieron. Para mí, la guerra solo significaba que había menos comida. No dejó una herida importante en mi conciencia.

XL. Durante la guerra, sus padres acogieron a dos chicas judías alemanas.

D.A. Vivieron con nosotros 6 o 7 años. Mis padres estaban muy implicados en temas sociales. Eran europeístas convencidos. Un día aparecieron estas chicas en casa. Iban a continuar hacia Nueva York, pero se suspendieron todos los viajes y mi madre nos dijo. «Helga e Irene son ahora parte de nuestra familia. Son vuestras hermanas. Y se quedarán hasta que puedan viajar sin peligro».

XL. ¿Les pareció bien?

D.A. A mí no. Para mí era una cosa terrible. No eran mis hermanas. Pero eran unas chicas muy simpáticas y al final lo acabaron siendo de verdad. Luego fuimos a menudo a visitarlas a Nueva York. Las dos han fallecido ya, las apreciaba mucho.

Attenborough Brothers Awarded Honorary Degree At Leicester University

David Attenborough con su hermano mayor el actor y director británico Lord Richard Attenborough

XL. ¿Y cómo se llevaba con sus hermanos? ¿Había rivalidad?

D.A. No, no. Mi hermano mayor, Richard, era actor, lo fue desde los 6 años. A mí me fascinaban los fósiles y al pequeño, John, los coches. Con el tiempo sería el jefe de Alfa Romeo en Gran Bretaña. Nunca hubo rivalidad. Cuando Richard empezó a salir con chicas, pensé. «Dios del cielo, podría irse a buscar fósiles… y qué es lo que hace? ¡Irse a bailar!».

XL. ¿A usted eso no le interesaba?

D.A. En absoluto. Pudiendo ir a buscar fósiles? Sea razonable, se lo ruego.

XL. ¿Vio la película Parque Jurásico, en la que su hermano interpretaba al multimillonario que manda construir un parque de dinosaurios?

D.A. Sí, incluso tuve algo que ver en ella. Era una película extraordinaria. Obviamente, hoy sabemos que contenía un montón de errores, pero la ciencia avanza y nuestra comprensión de las cosas también. Casi cualquier cosa que hagas, a los 20 años prácticamente está condenada a resultar equivocada.

XL. Se ha pasado toda su vida persiguiendo esas cosas con las que los chicos sueñan.

D.A. Sí, totalmente. Lo mío ha sido un sueño juvenil interminable. Me parece muy acertado. Con eso queda todo dicho, fin de la entrevista…

XL. Usted se adentraba en la naturaleza salvaje sin Internet, sin móvil… ¿Cuál es la mejor manera de no perderse?

D.A. Encontrar a alguien que conozca bien el lugar. Yo me perdí una vez. Nunca quise darle mucho bombo a la cosa, pero sí, me perdí.

XL. ¿Dónde fue eso?

D.A. En Sudamérica. En una selva con árboles de más de 30 metros de alto. No te dejan ver el sol ni las montañas, solo ves hojas. De repente estaba andando en círculos. Al cabo de un buen rato apareció un nativo, que me guio de vuelta. Obviamente, hice como si lo tuviera todo bajo control.

«Yo me perdí una vez. Anduve en círculos por la selva hasta que me topé con un nativo. Hice como si lo tuviera todo bajo control, claro»

XL. ¿Cómo se percibe el peligro en la naturaleza?

D.A. Si se refiere a los animales, la verdad es que los que te quieren comer son muy pocos. No saben lo que eres. Suelen ser muy prudentes. Así que este negocio mío no es tan arriesgado. Es mucho más peligroso cruzar Piccadilly Circus.

XL. ¿Alguna vez se planteó si lo que encontraba en sus viajes merecía tanto tiempo y dedicación?

D.A. No, qué va, la verdad es que siempre me he divertido mucho. Incluso cuando no encontrábamos lo que estábamos buscando. Buscar una especie nueva de armadillo siempre es una buena excusa para viajar al Chaco paraguayo y cabalgar con los gauchos y los indios. Alguna razón tienes que darles a tus jefes de por qué te has pasado meses dando vueltas por ahí. El armadillo Tolypeutes tricinctus era una razón muy convincente.

XL. ¿Se sentía decepcionado si hallaba el animal que buscaba demasiado pronto?

D.A. Por supuesto. En nuestro primer viaje a África Occidental queríamos atrapar una especie muy rara de ave que ningún europeo había visto nunca viva: el picatartes cuelliblanco. Lo encontramos a las tres semanas, aunque habíamos previsto tres meses. Me lo callé durante un tiempo…

XL. ¿Recuerda un momento de pura felicidad?

D.A. Bucear por primera vez en un arrecife de coral con el equipo adecuado es sobrecogedor. Quedarse inmóvil en el agua, con 50 o 100 especies de colores increíbles a tu alrededor no se parece a nada que hayas hecho antes. Tienes delante un mundo lleno de belleza. Fascinante.

XL. ¿Su oficio tiene también algo de coleccionar momentos emocionantes?

D.A. Bueno, hay una diferencia entre coleccionar amonitas y recuerdos. No soy de esos que se sientan por la noche en casa a rebuscar recuerdos. Soy más de pensar en mañana.

XL. En uno de sus libros escribió: «A menudo, la naturaleza se burla de forma cruel de la imagen romántica que tenemos de la vida salvaje». ¿A qué se refiere?

D.A. Me refiero a que la mejor manera de atraer a la más hermosa de las mariposas es la mierda y, si es necesario, la tuya. Tampoco hay nada de hermoso en ver a un león arrancándole los intestinos a un antílope. Te pasas un montón de tiempo esperando ver un momento así y, al final, te encuentras oyendo los chillidos de esa pobre criatura, con sangre salpicando por todas partes. No es agradable.

XL. ¿Qué es lo que más echaba de menos durante sus viajes?

D.A. A mi familia. No vi mucho a mis hijos cuando tenían 7 u 8 años. Todas las semanas aprendían algo nuevo y yo me lo estaba perdiendo. Ahora, cuando quieren fastidiarme, me dicen. «No estabas ahí».

David Attenborough

David Attenborough en su casa de Londres, en los cincuenta, con su esposa, Jane fallecida en 1977, y sus hijos, Robert y Susan

XL. ¿Ha sido un buen padre?

D.A. Eso se lo tendrá que preguntar a ellos. En Navidad siempre estaba en casa, pero me perdí muchos cumpleaños. Eso sí, siempre había algo para compensarlo. les llevaba todo tipo de animales. Esta casa siempre estaba llena de salamandras, cacatúas, pitones, camaleones, monos, gálagos, colibríes… Era muy bonito.

XL. ¿A lo largo de su vida ha conocido a muchas celebridades. Las observaba con ojos de naturalista?

D.A. Mi trabajo no me ha dotado de habilidades extraordinarias… Uso los mismos métodos que usted para juzgar si alguien es pomposo, inseguro o cobarde.

XL. ¿Qué nos puede decir de sus encuentros con la reina Isabel? No hay nada más diferente que la naturaleza salvaje y el palacio de Buckingham.

D.A. Bueno, lo de la realeza es muy peculiar. Como antropólogo, me fascina que exista la necesidad social de tener una persona que sea distinta a ti.

«Coleccionar cosas es un instinto masculino básico. No hay mujeres coleccionistas relevantes. Es cosa de hombres»

XL. ¿A esos encuentros no va uno con una frase preparada para romper el hielo?

D.A. Pues no. Para mi bochorno, recuerdo una conversación en los jardines, estábamos hablando de cosas intrascendentes y la reina señaló un reloj de sol que había debajo de unos árboles. Dijo algo así como. «Es uno de mis objetos favoritos». Y yo contesté. «Su emplazamiento es muy inteligente, a la sombra de los árboles». A lo que ella dijo. «Oh, sí, supongo que se refiere a que eso no nos permite saber la hora». Qué horror, fue una situación espantosa.

XL. ¿Ha mostrado una imagen realista de la naturaleza?

D.A. Realista es una palabra curiosa. Nunca puedes enseñar todos los aspectos de la verdad. Pero no creo que hayamos deformado la naturaleza de manera deshonesta. Seguro que muchas veces la hemos hecho parecer más dramática, pero forma parte del trabajo. Ustedes tienen que presentar esta entrevista de modo que resulte interesante, viene a ser lo mismo. Pero nunca he faltado a la verdad deliberadamente.

XL. Algunos lo han criticado por haber hecho poco ante la destrucción del medioambiente.

D.A. Es cierto que en los años cincuenta y sesenta no hablaba de la protección de la naturaleza, pero es que nadie lo hacía. No éramos conscientes de lo que había. A partir de la década de los ochenta, todos mis documentales terminaban con un llamamiento a proteger la naturaleza. Pero, para que las personas se preocupen por algo, primero tienen que aprender a amar ese algo. Tengo la conciencia tranquila.

David Attenborough

XL. El año pasado dijo en la Cumbre del Clima de la ONU. «Líderes del mundo, tienen ustedes que liderar». ¿Qué espera exactamente de ellos?

D.A. Un montón de cosas. Aprobar las leyes necesarias sería un buen primer paso. Si queremos salvar el planeta, tenemos que actuar en el ámbito internacional. Ya se consiguió una vez poner a todo el mundo de acuerdo en terminar con la caza de ballenas.

XL. Lleva usted más de medio siglo explorando el planeta. ¿Qué ha aprendido de sí mismo?

D.A. No soy especialmente introspectivo, no me paso mucho tiempo pensando qué he descubierto hoy sobre mí. Nunca he dedicado ni un momento a ese tipo de cosas.

XL. ¿Ha aprendido algo sobre el ser humano en general?

D.A. Los únicos animales que te permiten aprender algo sobre los humanos son los demás primates. Y solamente sobre los aspectos más evidentes. Si te acercas a un gran gorila macho, tienes que mostrar sumisión. Y la forma en la que lo haces es muy parecida a la forma de mostrar sumisión ante la reina: bajas la cabeza, te inclinas, no hablas alto…

XL. Tristeza, envidia, maldad, venganza… ¿existen también entre los animales?

D.A. Es difícil saberlo. Si ves a un elefante acercarse a un montón de huesos de elefante, resulta tentador creer que está pensando: «Esta es mi tía abuela». Pero quizá solo esté pensando: «Qué hueso más curioso, ¿de qué será?». ¿Quién sabe? A la hora de especular, haríamos mejor en ser más cautos en vez de dejarnos llevar por ideas románticas.

XL. Se define usted como agnóstico. ¿Ha tenido algún tipo de experiencia sobrenatural o espiritual?

D.A. He visto formas de belleza que me han conmovido profundamente. Pero nunca se me ha ocurrido pensar que debieran su existencia a un anciano con barba.

XL. En uno de sus libros dice que tras la muerte de su mujer estuvo «perdido». ¿En qué encuentra consuelo?

D.A. En estar activo, supongo. Hacer cosas.

XL. El mayor de los viajes todavía le aguarda. ¿Siente curiosidad?

D.A. ¿Habla de la muerte?

XL. Sí.

D.A. No siento especial curiosidad. Creo que podré retrasar la partida todavía unos cuantos días más. Supongo que cierras los ojos y te alegras de que ya no te duela nada.

XL. ¿Dónde le gustaría que lo enterraran?

D.A. Enterrarme sería un desperdicio de espacio en un planeta que ya está bastante abarrotado. La incineración estaría mejor.

XL. ¿Así que nada de Nueva Guinea o cualquier otro de los lugares que ama?

D.A. Y por qué? Ya no podré volver a oler, ver o sentir su belleza. Da igual adónde te lleven si ya no hay vida en ti.

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