Cayetano Martínez de Irujo: «La cocaína me perturbó por completo»

 «No soy el duque de Alba, pero soy el heredero moral de Cayetana Alba». Cayetano –el menor de los hijos varones de la duquesa, y claramente alejado de ellos– se reivindica en su autobiografía, ‘De Cayetana a Cayetano’. Con este motivo, recibe a ‘XLSemanal’ en exclusiva en su casa y habla a tumba abierta de su vida, marcada por una infancia que le resultó aterradora, una juventud que califica de salvaje y una madurez conquistada con la ayuda de todo tipo de terapias. Una confesión descarnada.Por Virginia Drake/ Fotografía: Carlos Luján

«Soy Cayetano Martínez de Irujo Fitz-James Stuart, IV duque de Arjona y XVI conde de Salvatierra, el quinto hijo de los duques de Alba». Así de solemne se presenta Cayetano al lector en las primeras páginas de la que es, sin duda, su biografía más íntima. De Cayetana a Cayetano (editorial La Esfera de los Libros), que se publica el 4 de septiembre. De Cayetana a Cayetano, es un íntimo e indiscreto relato de lo acontecido tras los muros del palacio de Liria, a través de la mirada de un niño desubicado que, con el paso de los años, siente que se acrecienta un trauma infantil que lo perseguirá de por vida. Son trescientas páginas repletas de revelaciones sorprendentes; unas, llenas de dolor y otras, quizá, de resentimiento, sobre las que Cayetano nos habla en su madrileña casa de La Finca.

XLSemanal. ¿Cómo está?

Cayetano Martínez de Irujo. He llorado mucho escribiendo este libro. Estoy sacando todo lo que llevo dentro porque me hacía falta.

XL. ¿Este libro lo ha escrito como terapia o es un ajuste de cuentas?

C.M.I. No tengo que ajustar cuentas con nadie, me ha servido de liberación.

XL. ¿Habrá quien cuestione su forma de liberarse?

C.M.I. A mí me hacía falta, he luchado mucho por ser yo y por curarme el dolor emocional tan brutal que tenía.

XL. Y que comienza cuando muere el duque de Alba y tardaron una semana en decírselo. ¿Nunca ha pensado que, a los nueve años, lejos de engañarlo, quisieron protegerlo?

C.M.I. ¡De ninguna manera!, fue un error muy grave. Lo mínimo es que te dejen despedirte de tu padre, pero aún peor es que te engañen durante una semana sin decirte que ha muerto. Todavía lloro al recordarlo.

XL. Escribe en el libro que su hermano Alfonso llegó a Arbaizenea, en San Sebastián, donde solo estaban su hermano Fernando y usted, y los mandó llamar: «’He venido a deciros que papá está en el cielo’. Nos quedamos en shock».

C.M.I. Fue impresionante, no nos dio ni un abrazo. A renglón seguido nos dijeron que teníamos que ir al tenis. El vacío y el engaño que me dejó aquello fueron salvajes.

XL. ¿Fernando lo recuerda así?

C.M.I. Fernando es de otra manera y yo no puedo decir lo que pienso de él. Él no quiere hablar de estos temas, reacciona raro.

XL. Cuenta que, de vuelta en Liria, se acercó a Carlos para darle un beso y que su hermano torció la cara.

C.M.I. Quitó la cara, sí, y se rio. Iba con Alfonso y los dos se rieron como diciendo: «¿Pero qué hace este?». Entendí perfectamente el rechazo.

XL. ¿Lo ha hablado con Carlos?

C.M.I. Con él no se puede hablar nada. Con mi madre sí lo hablé, pero con treinta y tantos años. Y la perdoné.

Cayetano es el quinto de los seis hijos de la duquesa de Alba y Luis Martínez de Irujo. el padre murió de leucemia en un hospital de Houston cuando él tenía 9 años

XL. Su madre se queda viuda muy joven con seis hijos… ¿Por qué le costaba tanto entenderla?

C.M.I. Porque mi dolor era muy grande. Cuando por fin hablamos de muchas cosas, la entendí; porque, si no, no la hubiera perdonado nunca. Hasta los veintitantos años, si se hubiera muerto mi madre, no me habría importado porque no sentía ni para bien ni para mal de tanto dolor como yo tenía dentro.

XL. ¿Y esperó casi 30 años para hablar con ella?

C.M.I. Sí, porque no había cercanía, porque le teníamos miedo, a ella y a las nannies.

«Yo me sentía como Oliver Twist dentro de palacio. Iba a pedir comida o una explicación y lo único que recibía eran golpes»

XL. Ha contado muchas veces las palizas que les daban las nannies a Fernando y a usted, en ocasiones, hasta que perdían el sentido.

C.M.I. A Fernando no le pegaban, solo a mí; porque él no se rebelaba, se callaba. Yo he luchado por superar todo aquello, él lo lleva dentro.

Cayetano recuerda su infancia como una etapa triste y traumática. Marcada por una madre fría y distante.

XL. Se compara con Oliver Twist y David Copperfield, ¿no se ha excedido un poco?

C.M.I. Yo me sentía así dentro del palacio hasta los 15 o 16 años, que me liberé de las nannies. Cuando vi de mayor la película de Oliver Twist, lloré muchísimo porque me recordaba a mí. Yo iba a pedir comida, a pedir una explicación, a pedir algo de humanidad… y lo único que recibía eran golpes porque sí.

XL. Ha hecho diferentes terapias para superar la infancia traumática que tuvo. En 1999 se sometió a técnicas de audición en la cienciología.

C.M.I. Conocí a un tunecino cienciólogo en el gimnasio que me convenció para  que hiciera la purificación y las audiciones. Estuve dos semanas metido seis horas diarias en la sauna, tomando potasio y magnesio en pastillas. Después estuve auditándome durante dos años enteros. Yo probaba todo lo que podía ayudarme y la cienciología es un método más.

XL. ¿No advirtió el peligro en el que se estaba metiendo?

C.M.I. Me costó salir, es verdad. Cuando se abrió el centro de cienciología en Madrid, fui a la inauguración y escribí en el libro de firmas: «Muchas gracias por la ayuda que he recibido de vosotros, para mí ha sido muy válida». Me miraron sin entender que fuera a dejarlo, me dijeron que yo ya era cienciólogo y que no podía irme así. Les dejé muy claro que, después de dos años, me iba. Yo soy muy valiente y, cuando digo que corto, corto. Aquello me costó dos millones de pesetas.

«Durante dos años estuve en la cienciología: fue difícil salir, la verdad. Aquello me costó dos millones de pesetas. Yo probaba todo lo que me podía ayudar»

XL. ¿Quién pagaba todas estas terapias?

C.M.I. Lo de la cienciología lo pagué tras ganar el Gran Premio de Madrid. Una parte importante de lo que ganaba en la hípica lo invertía en mejorar mi salud mental.

XL. En 2014 se marcha a Estados Unidos para probar una nueva terapia.

C.M.I. Fui al mejor centro del mundo sobre traumas de la infancia. Se acababa de abrir. Llegué muy deprimido.

XL. Una parte del tratamiento debía hacerla en compañía de un familiar, pero no acudió ninguno. ¿Se lo pidió a alguien?

C.M.I. Genoveva [su ex mujer] estaba ocupada y no podía ir.

XL. ¿Y Fernando, Eugenia, Jacobo…?

C.M.I. No puedo contestar esto porque se van a ofender. Yo era la única persona allí que no tenía ningún familiar con el que hacer la terapia y flipaban con eso.

XL. Si no se lo pidió a ninguno de sus hermanos…

C.M.I. ¡Pero si hoy por hoy siguen sin entender mi dolor! Hace poco tuve una conversación muy dura con mi hermana porque cree que salgo en televisión contando estas cosas porque quiero hacerme el mártir y el protagonista. ¡Por favor! Si lo entienden así, ¿cómo les vas a pedir que vayan a Estados Unidos para hacer terapia contigo?

Cayetano nunca se entendió con sus hermanos. Era -dice- distinto, «el raro»

XL. Cambiemos de tema. Con  13 años le permitieron pasar el fin de semana con un amigo y no daba crédito a lo que veía: su amigo daba un abrazo a su madre, comían y veían la televisión juntos… ¿No ha exagerado su asombro?

C.M.I. ¡Que no, que no! Que fueron días de espejismos, era la primera vez que yo veía una familia normal. Al ver la confianza que tenían con su madre, me pareció que estaban locos. La tercera vez que fui, pensé: «¡Joder, el loco soy yo!». Y es que soñaba durante la semana con que me dejaran ir a la casita de Villalba de mi amigo, soñaba con que volviera a invitarme. ¡Esa era mi ilusión!

XL. Cuenta que su madre no era de este mundo: que no daba explicaciones a nadie, que fulminaba con la mirada y que solo conocía una justicia, la suya: «Cayetana fue el poder, fue la reina de España en los años del franquismo».

C.M.I. Fue así y ejerció de emperatriz. Ella se enfrentó a Franco, abrió el palacio de Liria para el besamanos de la reina Victoria…

XL. Mientras su padre invitaba a los ministros de Franco a comer en su casa.

C.M.I. Porque mi padre era consejero del reino. Entre los dos hacían un ten con ten perfecto, mantenían el equilibrio.

«Cuando le comunicaron a mi madre que éramos objetivo de ETA, no se lo creía: ‘¿Cómo me van a secuestrar a mí? ¡Eso sería absolutamente impopular!'»

XL. Cuando desde el Ministerio del Interior les comunicaron que figuraban entre los objetivos de ETA, su madre no se lo creía.

C.M.I. No cabía en su cabeza tal cosa y su comentario fue: «¿Cómo me van a secuestrar a mí, eso sería absolutamente impopular?». Tuvimos guardaespaldas todos y, cuando viajábamos a San Sebastián, los cuerpos especiales antiterroristas tomaban literalmente Arbaizenea. A mi madre le parecía una tontería que estuviesen todos esos policías con rifles y chalecos antibalas por el jardín: «Esto parece la casa de un narco», decía.

XL. Y, a renglón seguido, usted asegura: «Mi madre era un personaje y yo soy como ella».

C.M.I. Es que somos iguales en todo: en carácter, en la forma de ser, en la espontaneidad… ¡en todo! Precisamente porque éramos iguales chocamos tanto al principio y nos entendimos tan bien al final. Y por eso me eligió a mí para llevar las riendas de la Casa.

XL. Dice que su madre solo escuchó a su padre, a su segundo marido –hasta un momento determinado–al Rey, al Papa y a usted. ¿Y a sus hermanos mayores?

C.M.I. Pues no, ella solo tenía confianza en mí y ese es el precio que he pagado. En la portada del libro pone: «Creo en ti porque eres valiente, porque vas adelante y porque consigues todo lo que te propones».

XL. «Mi madre tenía una inteligencia excepcional, solo comparable a Amancio Ortega o Felipe González», escribe. ¿Son sus tres referentes?

C.M.I. Sí. Cuando ella puso todo el patrimonio de la Casa en mis manos, Amancio Ortega me dio unos consejos muy buenos: «Tiene que mandar solo uno, no hagas caso a los demás. Yo enseguida le compré la parte a mi hermano porque solo tiene que dirigir uno, dos son muchos». Y a Felipe González le pedí consejo cuando mi madre anunció que quería casarse por tercera vez. El croquis que me hizo en un papelito fue lo que luego nos llevó a la donación.

XL. Cuando le encarga la gestión de la Casa de Alba, descubre que una persona del servicio había robado 2.800.000 pesetas con una tarjeta. Intentó echarla, pero no pudo.

C.M.I. Cuando se lo dije a mi madre, me contestó: «Me da igual, para mí esa persona es fundamental. No toques a los míos». Le retiraron la tarjeta y siguió trabajando en casa. Mi madre sabía que la engañaban porque nadie se atrevía a decirle las verdades. Le gustaba que le contasen chismes y elegía a los más pelotas, y los retribuía, para conseguir información [sonríe].

«Mi madre confiaba en mí. No en mis hermanos. Ese es el precio que he pagado»

XL. Según relata, usted descubrió que la pérfida nanny Olga le contaba a su hermano Fernando chismes sobre su origen. En su día, este fue un asunto recurrente en la prensa del corazón, por las declaraciones que hizo Antonio el Bailarín.

C.M.I. Ese señor mercadeó con la vida de mi madre, y eso es intolerable. La muchacha estaba pagada por ese individuo para que le dijera esas cosas a Fernando. Yo tenía 15 años cuando se lo conté a Jesús [Aguirre, marido de su madre] y la despidió fulminantemente. ¡Muy bien por Jesús ahí! Y mi madre reaccionó como se debe reaccionar: explicó a su hijo todo lo que necesitaba saber para desentrañar cualquier duda que le hubiera inculcado esa mujer. Incluso se hicieron pruebas para demostrar la falsedad del asunto. Fernando lo ha olvidado.

XL. Aguirre no fue recibido con entusiasmo por la familia y usted chocó con él desde el principio.

C.M.I. Yo tenía 16 años y él me veía como un niñato loco. Yo era el que se enfrentaba a él y me intentó someter. Pero con lo que yo había vivido antes de que apareciera no tenía muchas posibilidades de conseguirlo.

XL. Dice que su madre nunca supo que «alguno de sus hijos» propuso desposeerla del título de duquesa de Alba y que recuperase el de duquesa de Montoro al anunciarles que se casaba con Jesús Aguirre. Si solo el Rey puede desposeer a un noble de su título, ¿qué pasó en realidad?

C.M.I. Eso fue cierto y era surrealista. Hubo ‘uno’ que fue a ver a ‘alguien’ para plantearle la abdicación de mi madre. ¡Con dos cojones!

«Mi madre hacía oídos sordos a los rumores sobre la homosexualidad de Jesús Aguirre hasta que vio algo»

XL. Asegura que su madre hacía oídos sordos a las habladurías que se extendieron por Sevilla sobre la homosexualidad de Aguirre, hasta que vio algo. ¿Qué vio su madre?

C.M.I. Yo sé lo que vio, pero no quiero hablar de ello.

XL. Tal y como lo cuenta, lo que vio pudo confirmar aquel rumor sobre la homosexualidad de su marido.

C.M.I. Confirmó algún rumor, sí. Pero, por respeto a mi madre, no puedo contar lo que vio.

XL. ¿Usted tuvo algo que ver en todo eso?

C.M.I. No, no; yo no tuve nada que ver. El que se lo contó fue un técnico del campo. Creo que la avisaron, ella se presentó y lo vio. Yo lo oí después y lo hablé con ella.

Cayetana con su marido Jesús Aguirre

XL. Después de ese incidente, «Cayetana decidió hacer su vida, podían pasar un mes sin verse […]. Mucho antes de su muerte ya lo había repudiado. Ella llamaba al administrador y le advertía: ‘¿Está ese ahí? Dígale que se vaya a su cuarto inmediatamente’. Lo expulsó del paraíso. Jesús era un muerto viviente». Sin embargo, declaró muchas veces que él había sido el gran amor de su vida.

C.M.I. Siempre nos ha sorprendido a todos su insistencia en recalcar eso en público. Esa fue la gran contradicción que mi madre se llevó con ella. Tal vez lo decía por no querer admitir su error.

XL. En cambio, con el tiempo, todos los hermanos aceptaron la presencia de Alfonso Díez en la familia.

C.M.I. Todo lo de Alfonso fue positivo, siempre sumó. Hizo muy feliz a mi madre, y a nosotros nos aportaba armonía. Jamás se metió en los asuntos de la Casa y, como se ha visto, nunca fue una persona interesada. Al final, el romance que nos pareció una locura supuso la salvación del patrimonio y la paz testamentaria, aunque no la familiar.

«A los 15 años tuve una relación con la madre de la familia de acogida en Inglaterra; a los 16, con una mujer casada que conocí en el Club de Campo»

XL. A su vida amorosa también dedica buena parte de estas memorias. Cuenta que, cuando lo mandaron a Inglaterra a mejorar su inglés, sedujo a la madre de la familia de acogida con la que vivía: «Cuando se iba el marido a trabajar, subía yo. Reconozco que me puse pesado. Ella aceptó. Yo feliz». ¿Usted no se paraba ante nada?

C.M.I. No, no me paraba nada.

XL. ¿Qué edad tenían?

C.M.I. Yo tenía 15 años y ella, 50.

XL. Un año después, con 16, mantuvo otro idilio con otra mujer casada que conoció en el Club de Campo, que le daba dinero para que usted pagara en los restaurantes a los que iban, que pasaban las noches juntos y que lo llevaba al colegio en su coche por la mañana. ¿Cuánto duró esta relación?

C.M.I. Un año y medio.

XL. ¿Qué pasaba por su cabeza?

C.M.I. Yo buscaba cariño, una madre…

XL. Pero a las madres no se las busca en la cama.

C.M.I. Yo tenía 15 y 16 años y tenía totalmente confundido el sexo, el amor, el cariño…

XL. ¡Pero que muy confundido!

C.M.I. ¡Pero, vamos, a unos niveles…! [Sonríe]. En Estados Unidos catalogaron ambas relaciones de abuso sexual. Era un menor y se aprovecharon de un desamparado emocional.

Cayetano con su hermano Jacobo en una discoteca

XL. Entre los 18 y los 23 años vivió la vorágine de la Movida y se metió en el mundo de las drogas: «Me perturbó por completo la coca […]. Conocí a una modelo española que me acercó un poquito más al lado oscuro». ¿Es la primera vez que cuenta su relación con la cocaína?

C.M.I. Alguna vez he dicho algo, pero no tan claro. Yo era el niño bonito de Madrid, que entonces era la ciudad más divertida del mundo, y mi compañero y gran amigo era Pocholo (Martínez-Bordiú).

XL. Con 19 años, con dinero de la herencia de su padre, se compró varios caballos. ¿Seguía compitiendo y con eso se costeó esos cinco años tan locos?

C.M.I. También tenía un buen sueldo de Ralph Lauren. Pero a los 23 años tuve la suerte de irme de España por la peste equina y eso me salvó. Fueron cinco años de vorágine. No podía despertar cada día en un sitio de Madrid sin saber siquiera dónde me encontraba. No podía entrenar con tal desenfreno.

XL. El sexo se convirtió en su válvula de escape: «Vivía con una obsesión: seducir a mujeres de todas las nacionalidades. Ninguna se resistía». Guapo, famoso… y, al parecer, adicto al sexo y a las drogas.

C.M.I. Sí; todo va unido cuando te metes en esa espiral. La verdad es que yo era un privilegiado y tenía un don para la seducción [sonríe].

«Mi madre estaba encantada con mi relación con la infanta Elena, pero yo me asusté»

XL. Cuenta que una persona próxima a su familia lo convenció de que tenía que acercarse a la infanta Elena, «por puro patriotismo y por responsabilidad histórica […]. Se le habían acercado hasta el momento pretendientes que no estaban a la altura de la posición que ella podría llegar a ocupar. La infanta necesitaba una persona fuerte a su lado. Al parecer, yo era el elegido […]. La relación duró tres meses». ¿Usted se mete en una relación por patriotismo?

C.M.I. No, no; pero esa fue la charla que me dieron, nadie me ha hablado en mi vida de otra cosa que no sea de responsabilidades. Pero, para mí, la infanta Elena era una persona superentrañable y supertodo. Lo que pasaba es que yo no quería meterme ahí porque estaba luchando para salir de mi propia celda y no quería meterme en otra mayor.

Con la Infanta Elena dio un paso atrás en su relación porque asegura, hizo caso a su Nana: «Tú no has nacido para estar de segundón»

XL. ¿A su madre le gustaba esa relación?

C.M.I. Mi madre estaba encantada, era la ilusión de su vida; todo el mundo estaba encantado, menos la Nana, que me conocía bien.

XL. Cuenta que el Rey Juan Carlos comentó en un acto delante de su madre: «¡Vamos a ser familia!». Y que la Reina Sofía lo recibía en Zarzuela con los brazos abiertos.

C.M.I. Esa frase la dijo el Rey en público, la oyó la prensa y salió publicada. Ahí yo me empecé a asustar.

«Antes del embarazo de Genoveva, ya me había encontrado en esa tesitura dos veces, con una chica alemana y otra francesa. No tuvo consecuencias. Lo resolví»

XL. A Genoveva Casanova la conoció en Jerez, en un concurso de saltos. Poco después estuvieron juntos unos días en Bretaña y luego lo acompañó en los siguientes campeonatos del mundo: Berlín, Ámsterdam…

C.M.I. Estuvimos juntos unas tres semanas. Nadie de mi familia me había seguido en los campeonatos. Pero, a la vuelta, comenzó la angustia y en el avión le comuniqué mi intención de finalizar la relación. Ella no se encontró muy bien durante el vuelo y, al llegar a Madrid, le confirmaron el embarazo.

XL. Un romance de tres semanas y un embarazo, ¿se sintió ‘cazado’?

C.M.I. No, no, jamás. Clarísimamente, no. Ella me avisó de que no tomaba nada y yo, como siempre, seguía igual: hacía caso omiso a todo.

A Genoveva, la madre de sus dos hijos, no fue capaz de serle fiel.

XL. «Esta vez no se iba a resolver como en ocasiones anteriores –escribe–. Me había encontrado en una tesitura similar dos veces en el pasado, una de ellas con una chica alemana y otra con una francesa y en ambos casos se solucionó». ¿Cómo un hombre ‘experimentado’ se tiene que enfrentar en tres ocasiones a embarazos no deseados?

C.M.I. Porque yo era un inconsciente y muy salvaje. Es evidente que vivía una vida descabalada.

XL. En los dos primeros embarazos no hubo mayores consecuencias.

C.M.I. No, los resolví.

XL. Su matrimonio con Genoveva fracasó porque, según reconoce, se sentía incapaz de mantener una relación sentimental con una sola mujer.

C.M.I. Es así, era un desastre. Vivía obsesionado con ligar con cualquier mujer joven y guapa. Fui infiel a Genoveva, a pesar del amor hacia ella.

XL. En el libro no cita el nombre de Mar Flores, pero se refiere a ella como «la horma de mi zapato en el peor de los sentidos. Yo, que pensaba que todas las mujeres estaban a mi disposición, saboreé mi propia medicina: era una mujer maquiavélica y fría, de doble personalidad».

C.M.I. No tengo ningún reproche. Cuando digo que fue la horma de mi zapato, es porque me hizo lo mismo que yo había hecho antes a otras mujeres, sin querer y sin ser consciente.

XL. Más tarde tuvo una nueva relación con la nadadora Melani Costa. Cuando ella se negó tajante a explicar las causas de la ruptura, se especuló que había sido por cuestión de malos tratos.

C.M.I. ¡Eso no cabe en mi cabeza! [Rotundo]. Yo tengo una adoración y un respeto enorme por la mujer como mujer, por todo lo que me ha dado a mí en mi vida. Una cosa así no tiene cabida en mí.

XL. De Bárbara Mirjan, su actual pareja, dice: «Ahora soy capaz de estar con una mujer y sentirla como compañera. Nuestra relación es magnífica. Nos reímos mucho juntos». ¿Está feliz?

C.M.I. Empiezo a estar feliz. Los años 2014, 2015 y 2016 han sido, con diferencia, los peores de mi vida, no faltó detalle y fue todo brutal [la muerte de su madre y posteriores intervenciones quirúrgicas]. En 2017 empecé a recuperarme y en 2018 yo creo que empecé a ser feliz.

XL. ¿Ya no siente deseos de seducir a todas las mujeres?

C.M.I. Bueno, yo vivo al día y no quiero hablar de mi vida personal.

XL. ¡Pero si en este libro la ha contado casi entera!

C.M.I. No, no; solo he hablado de dos o tres relaciones del pasado. De mi vida personal actual prefiero no hablar.

XL. ¿Cree superado su trauma?

C.M.I. Cuento lo que pasó y ya está. Me habían pedido en varias ocasiones que escribiera mi historia. Cinco años después de las terapias en Estados Unidos, me encuentro tan bien, tan equilibrado y tan Cayetano que me he sentido preparado para hacerlo.

«A todos nos han castrado para enfrentarnos a la vida. Yo he peleado por superarlo. No sé lo que ha hecho el resto»

XL. ¿Qué cree que pensarán sus hermanos cuando lean esta entrevista?

C.M.I. Pues no lo sé. Yo cuento lo que ha pasado, sin ataques a nadie.

XL. Sus declaraciones no van a pasar inadvertidas ante la prensa del corazón que tanto lo irrita.

C.M.I. Es que yo no quiero pasar advertido ni inadvertido. A todos nos han castrado para enfrentarnos a la vida. Yo he peleado para superarlo. No sé qué ha hecho el resto.

XL. Dice que ha logrado desvincularse de sus tres hermanos mayores: «He aceptado que no me quieren, me lo han demostrado con creces». ¿Cree posible una reconciliación?

C.M.I. Yo dejo siempre la puerta abierta; al final, los hermanos no dejan de ser hermanos.

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