Odia lo políticamente correcto y el puritanismo. A los 70 años, este mito del cine francés defiende las contradicciones humanas, el arte de envejecer con dignidad y el placer de pasar una tarde de invierno comiendo chocolate en la cama. Por Britta Sandberg / Modds / Getty Images

El lugar que Fanny Ardant, de 70 años, ha propuesto para esta conversación es bastante peculiar: nada de suites de hotel, como suele ser habitual, sino el sótano de un restaurante. A las doce en punto, Ardant desciende por la empinada escalera con pasos firmes. Lleva unos anillos extremadamente grandes en todos los dedos. Y, aunque todavía es mediodía, habla con esa voz que la ha hecho famosa, oscura y áspera, como si llevara horas fumando y bebiendo sin parar. La belle époque es la película número 78 de su carrera y se proyecta con gran éxito en Francia (para verla en España habrá que esperar a abril del año que viene).

XLSemanal. Su última película trata de una pareja que ha envejecido junta y de un amor que se difumina. Pero eso no lo ha vivido usted: tiene tres hijas de tres hombres distintos y nunca se ha casado. Suele decir que siempre se marchaba antes de que desapareciera el amor.

Fanny Ardant. Pero la protagonista no se limita a decir. «Vale, se acabó, c’est la vie», sino que lucha por su marido. Si yo hubiese amado a un solo hombre en mi vida, habría hecho igual. Ella no tira la toalla. Ve que su marido se aleja y hace todo lo posible por sacudirlo, por que reaccione. No me gustan los guiones que reflejan a las mujeres mayores como personas amargadas y frustradas. ¿Qué modelo de mujer es ese? ¿Por qué se equipara envejecer y frustración?

XL. Y la protagonista pone fin a un matrimonio de años.

F.A. Todo el mundo necesita aventuras, porque todo el mundo tiene que arriesgarse alguna vez. No hay historia de amor que esté a salvo de un desconocido que entra en el bar. Lo dijo Marguerite Duras, y lo hizo a principios de los sesenta, cuando la sociedad no era tan libre como ahora. Esa frase me impresionó mucho.

Fanny Ardant: "Me gusta vivir peligrosamente, por eso como carne y bebo vino y cerveza" 2

François Truffaut la dio a conocer con ‘La mujer de al lado’, en 1981. Fueron pareja durante años y tuvieron juntos una hija. «Fue un gran amor. Era inteligente, curioso, entusiasta, con una gran pasión por todo lo que hacía y una imaginación increíble. Siempre mantuvo un lado infantil, con cada película empezaba desde cero».

XL. ¿No se ha casado por convicción personal?

F.A. Para mí, la independencia es un bien muy preciado. También muy frágil, porque todos tenemos miedo. Miedo del mañana. Miedo a que no nos vuelvan a querer. Miedo a estar solos. Yo siempre he preferido ser libre. Además, pensaba que cuando te casas tiene que ser para siempre, que no te separas al cabo de un par de años.

«Todos tenemos miedo. Miedo al mañana. Miedo a estar solos. A que no nos vuelvan a querer»

XL. Y no se atrevió a dar ese paso…

F.A. No. Me conozco demasiado bien. Pero admiro a las parejas que siguen enamoradas después de estar décadas juntos. Cuando veo a una pareja así en un restaurante, la miro como si fuera una obra de arte. Me conmueve. Mis padres también compartieron un amour fou.

XL. François Truffaut, el director que la hizo famosa con La mujer de al lado, es el padre de su segunda hija. ¿Fue también un amour fou?

F.A. Fue un gran amor. Tras mi padre, el segundo hombre en mi vida con un espíritu realmente libre. Era inteligente, curioso, entusiasta, con una gran pasión por todo lo que hacía. Tenía una imaginación increíble. Aunque era un gran director, siempre mantuvo un lado infantil, con cada película empezaba desde cero. Siempre he admirado mucho esa capacidad.

XL. ¿Le resulta difícil envejecer?

F.A. No, en absoluto. Empecé a reflexionar sobre la vejez a los 30 años. Cuando los periodistas comenzaron a preguntarme cómo llevaba lo de hacerme mayor. También le he dado vueltas al tema de la muerte desde bastante pronto. No la veo como algo negativo, sombrío, más bien como una contrincante con la que te subes al ring. Sabes que al final caerás a la lona, pero hasta ese momento puedes parar los golpes. Con 70 años, la muerte cada vez está más cerca, es el punto final de todo.

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Fanny Ardant con su perro en 1979.

XL. No parece asustada.

F.A. Siempre he estado rodeada por mujeres que aceptaban su edad, que envejecían con dignidad; mi abuela, mi madre y otras. Aquello siempre me gustó.

XL. ¿Se cuida mucho? El restaurante que ha elegido para esta charla es de zumos y ensaladas.

F.A. En realidad, lo he escogido porque está cerca de mi casa. La verdad es que odio la idea de cuidar demasiado el cuerpo. También odio esas frases que tanto se oyen ahora: ¡aj, comes carne! ¡Aj, bebes vino! Y olvídate del gluten. Es terrible. Me encanta la gente que vive peligrosamente. Y por eso como carne y bebo vino y cerveza. Eso sí, desde que tuve tuberculosis solo me fumo los cigarrillos de los demás.

XL. ¿Por qué le parece tan mal que la gente quiera llevar una vida sana?

F.A. Porque no me gusta el nuevo orden social que se deriva de todo eso. Te dicen lo que hay que hacer, lo que hay que comer… Seguro que dentro de poco al gluten lo seguirán otras palabras prohibidas.

XL. ¿Qué quiere decir?

F.A. Quiero decir que todo eso de la corrección política me pone de los nervios. Yo nunca me he prohibido nada. Cuanto más puritano es el comportamiento de una sociedad, mayor es el peligro. Ya no hay dogmas políticos, pero en su lugar se va extendiendo de forma subliminal otra cosa distinta, una nueva definición de lo que está bien y lo que está mal. ¡Que no cuenten conmigo! Ya no hay margen para los excesos, para las contradicciones. Para mí, las contradicciones forman parte de la riqueza de una persona.

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Fanny Ardant acaba de estrenar con éxito su película número 78, ‘La belle époque’

XL. ¿Esta reflexión también vale para el movimiento #MeToo?

F.A. No me gusta que se lancen sospechas en público sin más. Un movimiento que asume el papel de la Justicia no me interesa. Hoy en día, cualquiera puede soltar tranquilamente una acusación que luego ya se encarga de difundirla una prensa que ha dejado de cumplir con su deber. Y si ya no confiamos en la Justicia, estamos ante el fin de la democracia.

XL. ¿Firmó el manifiesto de Catherine Deneuve y otras francesas famosas en el que se distanciaban del #MeToo?

F.A. ¡No, no, no! Odio los grupos y el pensamiento grupal, aunque solo estando unidos es posible ser fuertes. Lo sé, es una contradicción…

XL. Desde hace un tiempo circulan nuevas acusaciones contra su amigo el director Roman Polanski.

F.A. Me resulta difícil hablar de Roman Polanski. Es un hombre al que quiero mucho. Y, cuando quiero a alguien de verdad, sigo a su lado hasta que su cabeza está en el tajo.

 

«Un movimiento como el #MeToo, que lanza sospechas sin más y que asume el papel de la justicia, no me interesa. La corrección política me pone de los nervios»

XL. ¿Y las últimas acusaciones contra él, de que en 1975 violó a una menor en su chalé suizo, no le hacen cambiar su opinión sobre él?

F.A. Me remito otra vez a lo que decía antes. Me parece escandaloso lo que ha ocurrido con Kevin Spacey, lo han destruido sin que hasta ahora haya habido ninguna sentencia judicial. ¿Es esa la sociedad en la que van a crecer nuestros hijos? ¿Una sociedad en la que basta con señalar a alguien con el dedo y gritar: «uh, uh, uh»?

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Roman Polanski la dirigió en el teatro en Master class, en 1997. Pese a haber sido acusado de violar a varias menores, Ardant sigue siendo amiga suya. «Es parte de mi familia y, aunque fuera culpable, lo seguiría queriendo. Si alguna de mis hijas matara a alguien, la escondería de la Policía. Cuando quiero a alguien, sigo a su lado hasta que su cabeza está en el tajo».

XL. ¿Y si al final las acusaciones resultaran ser ciertas?

F.A. Pues seguiría queriendo a Polanski. Para mí es parte de mi familia. Si alguna de mis tres hijas hubiera matado a alguien, la escondería de la Policía. A mi familia la defendería siempre, aunque eso suponga un dilema moral.

XL. En los perfiles que se han escrito sobre usted siempre la acaban definiendo como rebelde. ¿Lo es?

F.A. No, es un cliché. No soy una Che Guevara. Hubo un tiempo, cuando estudiaba Ciencias Políticas, en el que quise entrar en política. Pero se impuso mi egoísmo, mis ganas de ser actriz. De todos modos, admiro a la gente que dedica su vida a algo.

XL. ¿Se alegró cuando Francia eligió a Macron?

F.A. Quizá es que soy un poco naíf, pero sigo esperando a que pase algo. A Emmanuel Macron le doy un voto de confianza, me digo: «Va, que siga un poco más a ver». Pero a votar no voy nunca. Por principios.

XL. ¿No ha votado nunca?

F.A. No. A mi madre le daba vergüenza. Durante mucho tiempo vivimos en un pueblo pequeño y todo el mundo podía ver que yo no iba a votar. Yo le decía que no me insistiera, que era una decisión consciente. Creo que la política es un negocio sucio y no votar es mi forma de mantenerme alejada. Y claro, cuando no votas, siempre te reprochan que lo que haces es ayudar a los partidos ultras.

XL. Y es cierto.

F.A. Sí, pero el mundo no se va a hundir porque una pobre chica no vaya a votar. Los demás lo pueden hacer si quieren, no pretendo convencer a nadie.

XL. Se dice que no le gusta nada la vida social y que en los días de estreno se escapa a tomarse una cerveza.

F.A. Ese tipo de actos me aburren. Y he desarrollado un método para las comidas aburridas. Lo que hago es preguntarles a los hombres que se sientan a mi lado si todavía aman a sus esposas. Siempre surgen respuestas muy interesantes, debería probarlo usted alguna vez.

XL. ¿Qué hace cuando no trabaja?

F.A. Nada especial. Paseo por la ciudad, París me encanta, aunque ahora está vendida a los turistas y se ha convertido en un enorme museo al aire libre. Voy sola al cine. Toco el piano. O me quedo en la cama leyendo y comiendo chocolate. Un plan soberbio. Y veo a mis hijas y a mis nietos, estamos muy unidos, soy una mujer muy familiar.

XL. En su última película es posible viajar en el tiempo y elegir la época en la que a uno le habría gustado vivir. ¿Qué le gustaría volver a vivir?

F.A. Ninguna, siempre he sido de vivir el momento. Y por mucho que despotrique contra esta época en la que vivimos, no hay nada que pueda sustituir al presente, en el que siempre hay una aventura aguardando a la vuelta de la esquina.

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