Es el héroe inesperado de nuestro deporte. El tenista que, tres días después de perder a su padre, jugó un punto decisivo que dio a España su sexta Copa Davis… Y se casó una semana más tarde. Sin tiempo para una luna de miel, Roberto Bautista habla en esta íntima entrevista de todo aquel torbellino emocional, pero también de su familia, de sacrificio y, por supuesto, de tenis. Por Carlos Manuel Sánchez / Fotos: Antón Goiri / Cordon Press
• Roberto Bautista, el secreto de mi éxito
Roberto Bautista Agut (Castellón, 31 años) todavía se pone colorado cuando le piden un autógrafo. Es el tenista del momento, con permiso de Rafael Nadal, y aunque hasta hace unos días fuera un secundario de lujo para el gran público, porque a la sombra majestuosa del balear cualquier mérito empalidece y ser el noveno del mundo sabe a poco. Pero Bautista ha hecho méritos de sobra para labrarse un hueco en la historia sentimental del deporte español.
Minutos después de enterrar a su padre, echó las raquetas al coche y volvió a Madrid, por si lo necesitaba el equipo de Copa Davis que se batía en la Caja Mágica en un torneo que con el nuevo formato se asemeja a una justa medieval. El que no tenía un roto tenía un descosido, y el que no estaba cojo estaba derrengado. El único que resistía en pie para afrontar la final era el de siempre. Y a Bautista, que era suplente, que estaba allí para aplaudir a los suyos, le preguntaron entonces si estaba para jugar. Y con su dolor a cuestas dijo que sí. Se había preparado para estar dispuesto porque era su deber. Y ahora tenía la necesidad de devolver las muestras de afecto que recibía de todas partes, pues ha sufrido en silencio durante los últimos años un calvario que lo ha dejado huérfano de padre y madre. Y ese silencio, que se había roto a su pesar, se transformó en un clamor que ponía la carne de gallina.
Bautista, que es un tipo pudoroso, acostumbrado a llevar la procesión por dentro, emocionó a Nadal, a sus compañeros, al público, a España. Podía haber perdido, pero ganó. Levantó la vista al cielo y murmuró: «¡Papá!». Y confesó que su progenitor le hubiera dado un tirón de orejas si no llega a salir a la pista.
Con las mismas, volvió a Castellón para casarse con su novia de toda la vida, Ana Bodí, porque no tenían más fechas y el circuito empieza de nuevo. Y, con él, diez meses de viajar por el mundo de torneo en torneo. Y porque la vida es una rueda que gira sin parar, a veces a una velocidad tan endiablada que no te da tiempo ni para secarte las lágrimas.
XLSemanal. ¿Ha podido asimilar tantas emociones?
Roberto Bautista. Lo intento. Pero han pasado muchas cosas en muy poco tiempo. Y ya estoy pegando raquetazos otra vez. El tenis es así, apenas hay vacaciones. He descansado muy poquito. Y en unos días toca volar a Australia.
XL. ¿Se ha ido de luna de miel?
R.B. ¡Qué va! De todos modos habíamos planificado estar todas las vacaciones con mi padre en casa. Hacerle la máxima compañía posible. Y después de su fallecimiento tampoco me apetecía ir a ningún lado.
XL. Por lo menos estuvo con él en el momento decisivo…
R.B. Estuve con él cuando se fue, sí. Pude despedirme. Mire, nunca he hablado del tema familiar, ni cuando murió mi madre el año pasado de un infarto ni durante los tres años y medio que mi padre estuvo postrado a raíz de un accidente doméstico, una caída de espaldas que le provocó una gravísima lesión en las cervicales. Salió a la luz por el agravamiento de su estado, que me obligó a abandonar la concentración en la Davis. Pero nunca he querido ir de víctima.
XL. A veces, lo único que podemos hacer es acompañar.
R.B. Yo venía a verlo cada día siempre que estaba en España. Verlo postrado, conectado a un respirador, totalmente dependiente, me suponía un desgaste emocional tremendo. Lo hacía encantado, pero era muy duro. Han sido unos años muy duros. La peor fase fue cuando estuvo ingresado en una clínica de Barcelona. Mi madre se fue a vivir allí seis meses. Cuando volvieron, mi padre estaba como estaba, pero al menos estaba en casa.
XL. ¿Y cómo ha salido de todo esto?
R.B. Estoy fuerte. ¡Tengo que estarlo por cojones! Yo estaba centrado en mi carrera deportiva y he tenido que hacer muchas cosas a las que no estaba acostumbrado, cosas que daba por hechas porque las hacían mis padres…
«Mis padres se desplomaron para que no me faltara de nada. Estas Navidades van a ser difíciles para mí. Si estoy aquí, es por ellos. Siento el vacío que han dejado»
XL. Se empeña en que la gente le conozca por sus dos apellidos: Bautista Agut.
R.B. Sí. Soy hijo único. Imagínese cómo me han mimado. Yo era su niño. Se han deslomado para que no me faltase de nada. Y se sacrificaron para que mi carrera no se truncase por falta de medios. Era gente sencilla. Mi padre era empleado de banca, mi madre puso una tienda. Si estoy aquí, es por ellos. Además, los dos eran jóvenes y deportistas. Mi padre jugó al fútbol y mi madre me llevó por primera vez a una pista de tenis con cinco años. Eran dos toros.
XL. ¿Qué tiene de Esther Agut?
R.B. Soy un currante, como ella. Mi madre era incansable. Trabajaba en horario comercial de lunes a sábado y, cuando cerraba, se iba a echarles una mano a mis abuelos, que tenían un bar en la plaza del pueblo donde nací: Benlloc. Y los domingos, lo mismo. Trabajaba en el bar o se iba al campo a recoger la almendra o la aceituna. Vivía con mucha intensidad. Ojalá hubiera sabido ponerle pausa…
XL. ¿Y de Joaquín (Ximo) Bautista?
R.B. Mi padre era una buena persona. Nunca me habló mal de nadie. Y nadie puede hablar mal de él. Siempre ponía buena cara. Yo le preguntaba cómo estaba y él me decía sonriendo: «Estic bé, fill» (‘estoy bien, hijo’). A pesar de que estaba jodidísimo.
XL. Hablemos de su trayectoria, ¿cuándo se dio cuenta de que era bueno con la raqueta?
R.B. Desde pequeño tenía clarísimo que me ganaría la vida con el deporte. Era un niño muy coordinado, muy competitivo. Siempre en la calle, dándole patadas a un balón, montando en bici… Luego hay que saber elegir los caminos. Pero tenía mucho ganado. Iba para futbolista.
XL. Entonces, ¿siempre se planteó el tenis como un oficio?
R.B. Sí, pero es más que eso. Es mi manera de entender la vida. Es uno de los deportes más exigentes. Yo vivo pensando en tenis, descanso pensando en tenis, si salgo a cenar con los amigos mido mucho…
XL. ¿Qué hace falta para llegar a lo más alto?
R.B. Fortaleza mental. Todos los jugadores sacan bien, tienen buena derecha, revés… La diferencia es mínima y la marca la cabeza. Influyen el trabajo diario, las ganas de ganar; si te conformas con lo que has conseguido, si entrenas cuando no tienes ganas… Pero lo que marca la diferencia son los días malos.
XL. ¿Qué quiere decir?
R.B. En un trabajo normal, si tienes un mal día, se nota menos. Pero en el tenis se acabó el torneo. Los tenistas top se sobreponen a esos días en los que te quedarías en el sofá; se agarran a la pista cuando no están en las mejores condiciones.
XL. ¿Es usted tímido o esconde sus emociones para no dar ventajas al rival?
R.B. Hay gente a la que le gusta entrar a los partidos con dos cafés y enchufadísima. Yo prefiero entrar con las pulsaciones bajitas.
XL. ¿Cuál es su mayor cualidad?
R.B. Soy cabezón. No basta con querer algo mucho, necesitas disciplina, ética del trabajo. El tenis no se juega solo en la cancha. Si quieres mejorar, tienes que entender que los partidos también se juegan fuera.
«Cuando pierdes, siempre hay alguien que ha apostado dinero y te insulta y amenaza en las redes; auténticas barbaridades»
XL. Usted está jugando su mejor tenis a partir de los 30 años, ¿ha madurado tarde?
R.B. Quizá la gente me conoce más ahora, pero con 24 años ya era el 14 del mundo. Ahora soy el 9, pero llevo siete temporadas entre los mejores.
XL. Ya, pero nunca ha ganado un Grand Slam. Lo más cerca que ha estado fue este año, que llegó a semifinales en Wimbledon…
R.B. No todo el mundo puede ganar un Grand Slam. Hay jugadores magníficos que nunca lo ganan y tienen una trayectoria deportiva impecable.
XL. Pero el tenis es un duelo: o ganas o pierdes, no existe el empate…
R.B. Sí, a veces haces méritos y pierdes. Sin embargo, a la larga, es un deporte justo. El ranking no engaña. Si eres constante, estás arriba.
XL. Arriba del todo solo hay tres, los de siempre: Nadal, Federer y Djokovic. ¿Del cuarto para abajo todos esperan a que se retiren estos de una vez a ver si les ‘cae’ algo?
R.B. Por mí, que no se retiren nunca. Han llevado al tenis a unos niveles nunca vistos. Si ha crecido tanto en estos diez años, ha sido gracias a ellos.
XL. ¿No han acaparado demasiado y han dejado a un par de generaciones frustradas?
R.B. Puede que los demás merezcamos un poco más. Pero ellos acaparan lo que merecen porque son auténticos fenómenos.
XL. ¿Ha llorado en el vestuario?
R.B. Sí, de alegría.
XL. ¿Y de rabia o de tristeza?
R.B. Nunca. No merece la pena llorar por un partido. De hecho, entre mis mejores recuerdos está un partidazo que perdí con Djokovic en Roland Garros. Fue disputadísimo y no pudo ser, pero por primera vez vi que tenía argumentos para ganarle, que había encontrado la manera. Este año le he ganado dos veces.
XL. El abrazo con Rafa Nadal en la Davis ha sido el momento más emotivo del deporte español en 2019. Rafa dijo que le había dado un ejemplo que recordaría toda la vida. ¿Cuál es la lección?
R.B. Que a veces recibes palos muy duros. Y que parece que no te vas a sobreponer, pero lo haces. Porque, además, ese hubiera sido el deseo de los que se han ido: que estemos bien, que tengamos fuerza y que sigamos con nuestras vidas.
XL. ¿Por eso hizo de tripas corazón y jugó la final de la Davis?
R.B. No. Volví a Madrid después del entierro porque había recibido mucho cariño del equipo y sentí que se lo tenía que devolver de alguna manera. Cogí el coche y me planté allí para animar. Luego el capitán me dijo que el equipo estaba tocado, que había compañeros que estaban medio lesionados y que cogiera los trastos…
XL. ¿Y si llega a perder?
R.B. No hubiera pasado nada.
XL. Hombre, seguro que unas cuantas collejas le caen. Que si no estaba en condiciones, en fin…
R.B. Siempre hay alguien que te critica. Pero es un deporte, a veces se gana y a veces se pierde. Yo merecía jugar una final de la Davis, he trabajado muchísimo para estar ahí. ¿Pierdo? Vale, pero me quedo con el recuerdo de haber jugado.
XL. No solo jugó, se convirtió en el héroe inesperado…
R.B. No me veo así, fue un trabajo colectivo. Y Rafa fue el que nos llevó en volandas.
XL. ¿Tiene usted héroes?
R.B. No, tengo espejos en los que mirarme. Mis padres, los primeros. Y la gente a la que admiro.
«Yo me he sentido muy solo. Lo he pasado realmente mal. Si tuviera que empezar de nuevo, creo que no lo volvería a hacer»
XL. Nadal dijo que ninguna victoria individual es tan satisfactoria como ganar en equipo y que la derrota también es menos dura.
R.B. Es que es así. Compartir nos hace la vida más fácil. Yo no tenía una sensación como esa desde los torneos de fútbol infantiles. Los que jugamos al tenis sabemos lo que es la soledad.
XL. ¿Se ha sentido solo?
R.B. Sí, me he sentido muy solo. Lo he pasado realmente mal. Viajas por el mundo desde muy joven. Al principio vas a torneos pequeños. Se te hace muy duro. Si tuviera que empezar de nuevo, creo que no volvería a hacerlo.
XL. ¿En serio?
R.B. Totalmente. Hay que sacrificar demasiado. Mis padres han sufrido mucho mi vida deportiva. Lo cambiaría todo por tenerlos conmigo. Pero es lo que hay… Ahora es fácil hablar, pero el tenis te priva de cosas. También te da mucho, pero miro atrás y veo que se me ha pasado la vida muy rápido y que me he perdido muchos buenos momentos con los míos.
XL. Hace unos años denunció que había recibido amenazas después de perder un partido.
R.B. Y sigo recibiendo. Cuando pierdes, siempre hay alguien que apostó dinero y te insulta y amenaza en las redes sociales; auténticas barbaridades. Le digo a mi jefe de prensa que me los borre antes de que pueda leerlos porque me caliento.
XL. ¿Tiene solución?
R.B. No la veo. Las casas de apuestas no deberían patrocinar el deporte, no hacen ningún bien. Por desgracia son una fuente de ingresos muy grande.
XL. ¿Qué opina de la creciente popularidad del deporte femenino?
R.B. Me alegra muchísimo. En el caso del tenis, además, es de los pocos deportes donde los premios de los torneos se han equiparado. El tenis femenino está igual o más valorado que el masculino.
XL. Hablando de dinero, ¿le incomoda que en Wikipedia se diga que ha ganado 11,5 millones dólares a lo largo de su carrera?
R.B. ¡Qué remedio! La ATP hace públicas las ganancias. Pero, vamos, que Hacienda se ha quedado con más de la mitad.
XL. ¿Viviría fuera de España para declarar menos?
R.B. Si pudiera… [Se ríe]. Alguna vez me lo he planteado, pero no. Yo estoy muy a gusto en Borriol, el pueblo donde vivo, no cambiaría Castellón por ningún otro lugar del mundo. Pero cuesta entender que uno se pase más de diez meses al año trabajando fuera de España, que generes el 95 por ciento de tus ingresos en el extranjero y que Hacienda se lleve lo que se lleva.
XL. ¿Qué es la felicidad?
R.B. Tener cerca a los que quieres. Yo soy muy casero. Aquí lo tengo todo. Me gustan los animales, mis perros, mis caballos… Mi abuela me regaló una yegua al cumplir 10 años. Todavía la tengo en casa. Estas Navidades van a ser difíciles para mí, pero las tres últimas ya lo fueron. Siento el vacío que han dejado mis padres. Pero tengo a mi lado a la persona que quiero. Ana es una persona alegre, me da estabilidad, me ayuda con todo. Y siempre me apoya. Es alguien que me anima a tomar mis propias decisiones, aunque pueda equivocarme. Y eso es muy importante.
Bautista según su mujer
Ana Bodí llega al club Mediterráneo de Castellón para recoger a su flamante esposo. Bautista está a punto de presentarla como su novia, pero se corrige a tiempo.
«Aún está aterrizando -dice Bodí entre risas-. Nos conocemos desde niños. Mi hermana mayor jugaba al tenis con él, pero no me fijaba mucho en el chaval, hasta que un día se me acercó en las fiestas de Burriana, mi pueblo. Me atrajeron muchas cosas de él, pero sobre todo su bondad. No hemos tenido luna de miel, pero me iré al Open de Australia con él. Ya fui una vez, pero cayó en primera ronda; a ver si esta vez no hay que volver a las primeras de cambio, porque mira que le gusta poco viajar. Su idea de vacaciones es estar en casa y montar a caballo. A mí me gusta salir, pero me voy acostumbrando». Bodí trabaja en el negocio familiar, una promotora inmobiliaria. «También le llevo la agenda y los papeles a Roberto y le quito toda la faena posible, sobre todo desde el accidente de su padre».
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