Para mí era solo papá

Que tu padre sea una superestrella no siempre es fácil. Los hijos de John Lennon, Caitlyn Jenner, Jeff Bridges y John Wayne lo han contado en un libro. Y ofrecen un retrato inédito. Te lo contamos. Por Loudes Gómez / Fotos: Getty Images 

¿Cuánta es la distancia entre lo que el público piensa de los famosos y lo que sus hijos e hijas experimentan siendo educados por ellos, cada día, en la misma casa? Con esa pregunta en mente, el periodista Joshua David Stein decidió indagar en los recuerdos de los hijos de varias superestrellas y, a partir de ellos, nos invita ahora a reflexionar sobre qué cuentan y contarán de nosotros nuestros propios hijos. Los siguientes son solo cuatro de los muchos testimonios que recoge su libro To Me, He Was Just Dad (ed. Artisan).

John Lennon, por Julian Lennon

Muchos de los recuerdos felices con mi padre son de finales de los años 60 en Kenwood, la casa que teníamos en Surrey. Sin saberlo, probablemente vi pasar por aquella casa a algunos de los más grandes músicos del mundo. Teníamos una pequeña motocicleta que usábamos para dar vueltas. Ringo [Starr] vivía en la misma calle y mi padre solía llevarme a verlo en la moto.

Recuerdo estar sentado en el tejado de la casa con mi padre haciendo un avión de madera. Había una vista maravillosa desde allá arriba. Como niño, yo pensaba que mi padre era feliz. ¿Quién podía imaginar que todo estaba a punto de cambiar?

Y entonces, de repente, mi padre desapareció de la faz de la tierra. Al menos, eso es lo que me pareció a mí. Él y Yoko Ono estaban profunda y públicamente enamorados. Y sentí que mi madre y yo habíamos sido rechazados. Aunque no todos se olvidaron de nosotros. Paul [McCartney] escribió Hey Jules después de ver cómo estábamos mi madre y yo (obviamente, el título de la canción cambió a Hey Jude).

Pasaron unos diez años durante los cuales mi padre y yo apenas hablamos. Yo estaba muy enfadado. Volvimos a hacerlo gracias a mi madre. Ella siempre quiso que tuviese una buena relación con él.

La primera vez que fui a visitarlo a Estados Unidos, yo estaba muy asustado. Empezaba a darme cuenta de la magnitud de aquel hombre. Para mi alivio, la visita fue un éxito. Mi padre fue encantador, divertido y cariñoso. Desde aquel viaje en adelante, empezamos a llevarnos mejor.

Dudé en entrar en el negocio de la música por quien era papá. Solía enviarle cintas de casete, o ideas para canciones que había grabado. Y él me animaba a continuar tocando, pero, tristemente, nunca llegó a ver despegar mi carrera, porque murió cuando yo tenía solo 17 años.

Intento recordarlo con tanto cariño como puedo. Me esfuerzo en comprender y perdonar, por los tiempos difíciles que nos hizo pasar a mi madre y a mí. Yo la quería a ella más que a nada en el mundo y no puedo olvidar lo mal que la trató. Pero nuestra relación mejoró antes de que muriese. Él quería reconectar, no solo conmigo, sino con el resto de la familia. Nunca tuvo la oportunidad de hacerlo.

Caitlyn Jenner, por Brandon Jenner

Mi padre pasó los primeros 65 años de su vida intentando evitar responder a la pregunta ‘ Qué tal estás?’. Y por eso mismo, tampoco él lo preguntaba con frecuencia. Entiendo que lo evitaba porque la respuesta implicaba poner al descubierto demasiadas luchas internas, pero como ocultaba algo tan importante para ella misma, papá fue distante la mayor parte de mi vida.

Yo tenía cuatro años cuando mis padres se divorciaron, porque mi padre había decidido empezar su proceso de transición de hombre a mujer. Yo, por supuesto, era demasiado joven para entender lo que había detrás de aquel divorcio. Lo que sí recuerdo son algunos detalles de mi infancia que solo después han cobrado sentido.

Por ejemplo, una vez toqué las orejas de mi padre y me dijo: «No hagas eso. Me acaban de hacer una operación». Señaló una fina línea de grapas negras detrás de su oreja, sonrió y me dijo: «Me sacaron la oreja, despegaron mi cara hacia atrás y luego la cosieron».

Brandon (en la foto, en la actualidad con su padre) es el segundo de los tres hijos que Bruce Jenner tuvo con su primera mujer. Luego se casó con Kris Kardashian y tuvo a sus dos famosas hijas. En 2017 Bruce completó su transición a mujer, Caitlyn.

Después de su divorcio, mis padres mantuvieron una buena relación. Mamá empezó a salir con David Foster. Nunca lo llamé ‘papá’, pero fue el único que me decía que recogiese la ropa, que apagase las luces… esas cosas típicas de un padre. David fue una maravillosa figura paterna. Aunque esto va sobre Caitlyn…

Unos años después de que mis padres se divorciaran, papá decidió que no era el momento adecuado para su transición y reculó en muchas de sus operaciones. Después de eso, la relación con mi madre se volvió hostil. Ella se había esforzado mucho para aceptar que la razón por la que no podía estar con ella era porque quería una transición de género. Cuando empezó a salir con Kris [Kardashian], esa línea de razonamiento se vino abajo. Fue tremendamente doloroso. Y nos alejó. La mayoría de los recuerdos que tengo de mi padre son de antes de cumplir los 8 años. Lo recuerdo apostándose conmigo y mi hermano Brody a que podía ganarnos trepando a las enormes dunas de Malibú. Él, campeón olímpico de decatlón… Y ni siquiera pretendía dejarnos ganar.

Cuando papá se casó con Kris, la familia se convirtió en un negocio y yo no quería ser parte de su dinámica. Pero cuando yo tenía unos 20 años y sus hijas con Kris -Kylie y Kendall Jenner– eran adolescentes, empezamos a retomar nuestra relación. Creo que buscaba a alguien con quien hablar.

Fui el primero de sus hijos a quien contó que iba a seguir adelante con la transición. Me alegré mucho por ella. Ahora, estoy haciendo lo posible por recuperar el tiempo perdido. Hablo con mi padre casi cada día y siempre me pregunta: «¿Qué tal estás?».

Jeff Bridges, por Isabelle Bridges

Cuando yo crecía, mi padre estaba realmente en la cresta de la ola. Hizo sus más grandes filmes, Los fabulosos Baker Boys, El rey pescador y Sin miedo a la vida, antes de que yo cumpliese los diez años. Pasaba semanas rodando fuera, dejando a mi madre al cuidado de mí y de mis dos hermanas. Pero cuando estaba en casa, era como tener al mejor y más imaginativo amigo del mundo. Lo que hace de él tan buen actor es lo mismo que lo hace un maravilloso compañero de juegos: es un gran impostor. A mis hermanas y a mí nos encantaba disfrazarlo y maquillarlo. Cuando papá estaba en casa, jugábamos durante horas.

Isabelle es la mayor de las tres hijas de Jeff Bridges. Es escritora y dice que el personaje El nota de ‘El Gran Lebowski’ no se parece en nada a su padre.

Pero, por supuesto, no estaba siempre en casa. Cuando estaba fuera, se aseguraba de que estuviésemos conectados. Llamaba cada noche. Decía algo así como: «Isabelle, cuando estés dormida esta noche, verás un edificio. Atraviesa la puerta y sube al ático. ¿Qué ves?». «Veo la rama de un roble», contestaba yo. Y él decía: «¿Ves esa casita en la rama del árbol?». Yo reía. Le decía que sí. «Encontrémonos ahí esta noche», decía él. Por la mañana, llamaba de nuevo y nos contábamos las aventuras que habíamos vivido en nuestros sueños por la noche.

Todavía me choca que a mi padre se lo asocie tanto con El nota, su personaje de la película El gran Lebowski. Él no es nada pasota. Se describe a sí mismo como budista, pero no proyecta ninguna calma zen; se estresa bastante y es muy crítico consigo mismo.

Jeff Bridges en un fotograma de la película ‘El Gran Lebowski’

Cuando se estrenó El gran Lebowski, yo estaba en el instituto y, como la típica adolescente, tenía cero interés en el trabajo de mi padre. Lo que más recuerdo es que en unas vacaciones en Hawái, mi padre llevaba esas horribles sandalias cangrejeras que lleva en la película. Eran una de las cosas más características de su personaje, pero en realidad eran de verdad las cangrejeras de mi padre. A mi hermana y a mí nos avergonzaban tanto que las tiramos al mar. Hoy valdrían un montón de dinero.

John Wayne, por Ethan Wayne

Yo nací en 1962, cuando la carrera de mi padre estaba en lo más alto. Mi padre era duro, pero cariñoso; de la vieja escuela. En su tiempo libre, su vida se centraba en el océano. Teníamos un dragaminas de la Segunda Guerra Mundial llamado Wild Goose y cada verano navegábamos hasta la Columbia Británica y Alaska, y cada invierno bajábamos hasta México.

«Yo crecí en los sets de rodaje -cuenta Ethan-. Tenía un tutor tres horas al día, pero aprendí un montón de mi padre también. Nunca me dijo ‘haz esto o lo otro’, pero predicaba con el ejemplo. Nunca querías decepcionarlo»

Algunos de los momentos de los que estoy más orgulloso son los que viví según el estilo de ‘tipo duro’ de mi padre. Recuerdo una vez, cuando yo tenía 7 u 8 años, nadando en medio de un montón de serpientes marinas, que son venenosas, y decir: «Oh, mierda… papá, hay serpientes aquí». Y él contestar: «Sí, sigue nadando, chaval». Cuando llegamos al muelle me dio un gran abrazo y me dijo: «Buen trabajo, grandote». Yo estaba tan contento de haberlo logrado, tan orgulloso de ser su hijo.

Mi padre murió en 1979, cuando yo tenía 17 años. Estábamos solos en la casa. Dijo que no se sentía bien y lo llevé al hospital. Me preocupé, pero era un adolescente naíf que pensaba que todo iba a ir bien. No sabía que aquella era la última vez que llevaba en coche a mi padre.

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