Afincado en Nueva York desde hace más de cincuenta años, este prestigioso psiquiatra sevillano ya vivió el 11-S. Ahora, la Gran Manzana vuelve a estar sumida en un inmenso drama. De todo ello, y de las consecuencias psicológicas de la pandemia, hablamos con él. Por María de la Peña fernández-Nespral / Fotografía: Ignacio Pérez
Estuvo en primera línea durante los atentados del 11-S. «No solo veía, sino que oía caer los cuerpos desde las torres». Como responsable del Sistema de Salud y Hospitales Públicos de Nueva York, su papel en la atención psicológica a las víctimas y familiares fue fundamental. Hoy, la ciudad a la que llegó hace cincuenta y dos años se ha vuelto a parar. Pero esta vez lo vive desde la segunda fila. Con el sonido de fondo de sus dos pájaros pinzones, Simona y Felipe, atiende telemáticamente a XLSemanal. Nos describe las consecuencias de esta ‘tragedia masiva’ que tendrá un impacto de estrés traumático igual de letal. Pero, como siempre, confía en la capacidad de superación del ser humano.
XLSemanal. Primero, ¿cómo está?
Luis Rojas-Marcos. Estoy bien, pero preocupado. Afortunadamente estoy muy ocupado por mi trabajo. Para mí, eso siempre ha sido una gran fuente de tranquilidad. Voy solo dos veces por semana al despacho [ve pacientes de salud mental en su consulta] y luego trato de visitar uno o dos hospitales durante la semana. El resto del tiempo trabajo desde casa, que es algo nuevo para mí y para miles de personas. El teletrabajo es uno de los grandes descubrimientos de esta tragedia.
XL. La vida consiste en pensar en el futuro, en hacer planes.
L.R-M. Hoy en día estamos continuamente hablando de lo que vamos a hacer mañana, la semana que viene, el fin de semana, el verano, cuando me jubile. Todo está en el futuro, y esto se ha resquebrajado. Y causa mucho estrés y angustia. Yo creo que es una de las características de esta pandemia tan terrible: el no poder planificar, unido al sentimiento de vulnerabilidad.
XL. Al igual que España, Estados Unidos ha reaccionado tarde. ¿Cuál cree que ha sido el principal error del país?
L.R-M. A pesar de ser un país muy rico, ha habido falta de equipamiento básico y se han tomado decisiones basadas en los recursos, y no al revés. Por eso, nos decían que no hacía falta la mascarilla. Lo que realmente ocurría es que no teníamos suficientes. Todo esto ha creado una sensación de inseguridad tremenda. Y millones de personas, además, han perdido su trabajo.
«En el 11-S quienes se jugaban la vida eran los bomberos. Ahora son los sanitarios. Viven un estrés terrible porque trabajan a vida o muerte»
XL. ¿Algún paralelismo con el 11-S?
L.R-M. La experiencia del 11-S fue muy diferente. En este país, nadie pensaba que podía venir alguien de fuera y destruirlo, o al menos destruir sus símbolos. En el 11-S, el enemigo estaba claro; su acto lo vimos todos. En mi caso, en primera línea, no solamente lo veía, sino que oía cómo los cuerpos caían, los que se tiraban de las torres y, según cómo lo hacían, sonaban de una manera. Lo vivimos en directo. Y el sistema de salud no tuvo ningún papel. Hay fotografías de médicos esperando con sus batas blancas a que llegaran enfermos que nunca llegaban. Hubo muertos y hubo vivos. Y los héroes fueron los bomberos que se jugaban la vida sacando a la gente de las torres.
XL. Los héroes en esta pandemia son los profesionales sanitarios.
L.R-M. Sí, son ellos y están teniendo consecuencias psicológicas y emocionales muy altas. Además, son conscientes de que están corriendo un riesgo. Es un estrés terrible porque trabajan a vida o muerte. Veo a muchos médicos y enfermeros que en cuanto salen del hospital les invade la preocupación, el bajón, las preguntas. También lo están viviendo con un sentimiento de indignación con los líderes y el sistema. ¿Cómo es que no tengo mascarilla? ¿Cómo estoy trabajando si no paro de toser? Es heroico.
XL. Otra diferencia es que en el 11-S no hubo esta secuela económica que estamos viviendo ahora.
L.R-M. La secuela es masiva; millones de personas perdiendo el trabajo… y el terror que eso supone. Y en este país la ayuda médica a los que no son mayores de 65 años no existe, y tampoco existe si no puedes pagar la renta de tu piso. El número de víctimas económicas es brutal porque muchos ni siquiera tienen un seguro de desempleo.
XL. ¿Es la red de hospitales públicos de Nueva York la que está sosteniendo entonces a todos los que no tienen recursos?
L.R-M. Hay casi cuarenta millones de personas que no tienen seguro. Los hospitales públicos son del inmigrante sin papeles al que le da miedo que la Policía lo descubra, del sintecho al que nadie quiere acercarse por su mala pinta o porque no se ha duchado en dos meses… Eso es lo que me atrae. Ayudarlos.
«Es un error hablar de ‘distanciamiento social’. Es distanciamiento físico. Estamos todo el día conectados con el móvil e Internet. Si nos quitaran eso, esto sería invivible»
XL. Somos animales sociales. ¿Cómo nos afectará el distanciamiento social?
L.R-M. Es un error llamarlo ‘distanciamiento social’, es distanciamiento físico. No existe un distanciamiento social porque estamos todo el día conectados con el teléfono, socializando gracias al móvil y a Internet. Si nos quitasen esa parte, esto sería invivible. La capacidad de conectarnos, de compartir emocionalmente, de dar cariño y preocuparnos por los demás y que se preocupen de nosotros es fundamental. Esto es lo que nos salva porque va a durar mucho.
XL. ¿Cómo están sus pacientes?
L.R-M. Tienen mucha ansiedad. Al ochenta por ciento lo atiendo por teléfono o videollamada, y con el resto he tenido que romper el confinamiento y me he acercado a verlos de lejos. Tienen también miedo, un miedo crónico que no desaparece y que puede desembocar en una depresión si empiezan a pensar que su vida así no vale la pena. Algunos de mis enfermos mentales tienen problemas de consumo de alcohol y drogas, y este aumenta porque buscan una forma de aliviar su dolor y ansiedad.
XL. Dice que, sin esperanza, no hay vida.
L.R-M. Sin esperanza, lo tenemos muy difícil. Te asaltan pensamientos de suicidio. Es un síntoma fatal secundario de la depresión. Veremos, sin duda, más suicidios.
XL. ¿Cómo valora el confinamiento?
L.R-M. En este confinamiento, nos han mandado a todos a la cárcel. No podemos convivir con el resto y es como un castigo. Es horrible no poder estar con otras personas, quitarnos la libertad de salir. Es una cárcel en el sentido de que es un encierro obligatorio. Es verdad que es una protección, pero, si vives solo, esa soledad va a aumentar; si trabajar te libera de estar con personas con las que convives, van a aumentar los conflictos con estas. Es otra prueba más. Y no es una prueba de una semana, sino de meses.
XL. Todo indica que acabaremos con un sombrío panorama en términos de salud mental.
L.R-M. El panorama es muy desolador, muy difícil. El estrés traumático va a ser masivo porque va a pasar mucho tiempo antes de que encuentren trabajo los que lo han perdido o que podamos volver a la normalidad. Pero, como siempre digo y está demostrado, el ser humano tiene esa capacidad de superación que también llamamos ‘resiliencia’. Pongo el ejemplo de una pelota de goma. Es resistente y flexible. Le das un golpe, no se rompe y se vuelve a adaptar a su forma anterior. Eso es la resiliencia. La mayoría lo resistimos.
XL. Sobrevivirá mejor a la pandemia quien mejor se adapte.
L.R-M. Exactamente. El que se adapte al golpe. Y también la persona que sitúe el centro del control dentro de sí misma. La persona que toma decisiones, que tiene esperanza activa y confía en sus propias funciones ejecutivas. Lo opuesto sería: esto es cuestión de suerte y que sea lo que Dios quiera. Eso no sirve.
XL. ¿Cuál ha sido y es su estrategia para salir adelante más allá del poder de adaptación?
L.R-M. En mi vida, el estar ocupado haciendo algo me ha ayudado muchísimo porque yo era un niño con déficit de atención e hiperactividad. El aburrimiento es lo peor que puede sentir un niño hiperactivo y nos lleva a hacer cosas que no están bien. Aprendí de adolescente a estar ocupado, y en este momento también. Nada más terminar de hablar contigo, me iré a mi despacho en Harlem para tener reuniones -de lejos- con pacientes y administradores; a la vuelta practicaré ejercicio, leeré…
XL. Los mayores son los más perjudicados en esta crisis, ¿no?
L.R-M. Sí, además no hacemos más que decirles todo el día que son los que se mueren. Y lo ven en cualquier estadística. Eso para empezar. En segundo lugar, están aún más aislados de lo que estaban porque no pueden ni salir a dar una vuelta. Además, muchos no somos tan adeptos a utilizar la tecnología porque hemos vivido la mayor parte de nuestras vidas sin teléfono móvil. Le añades otro obstáculo más a su capacidad para superarlo, y los mayores necesitan más la conexión con familiares y amigos de toda la vida, una fuente de vida fundamental. Desde cualquier punto de vista, en esta pandemia, las personas mayores lo tienen mucho peor que cualquiera.
XL. ¿Cree que salir a hacer ejercicio individualmente como han permitido en Francia evitaría problemas de tipo mental también?
L.R-M. Absolutamente. Mi opinión es que habría que dejar salir a la gente, manteniendo la distancia. Vivo al lado del parque y el poder andar yo solo con mi mascarilla es fundamental. El otro día volví andando del despacho a mi casa durante una hora y veinte minutos y me ayudó muchísimo. Si no se puede salir, aconsejo hacer una hora de ejercicio al día en casa.
«En España hay un espíritu de compañerismo impresionante. Esa alegría que hay dentro del miedo es envidiable. Aquí necesitamos más de eso»
XL. El hecho de que estemos todos en la misma situación ¿es positivo de cara a asimilar la desgracia?
L.R-M. Claro, eso consuela mucho. Muchos de mis pacientes del mundo de la psiquiatría tienen el estigma de sentirse únicos en su desgracia. Que nos pase algo en común tiene la ventaja de que hace más fácil la solidaridad, facilita más el compartirlo y hablarlo, que es uno de los métodos más efectivos a la hora de superarlo.
XL. ¿Cómo se ve España desde Nueva York?
L.R-M. En España hay un espíritu de compañerismo impresionante. Aquí acabamos de empezar a instaurar la iniciativa de salir al balcón a las siete de la tarde a aplaudir. Pero nada tiene que ver con lo que está pasando en España. Es una diferencia envidiable con respecto a Estados Unidos. Esa alegría que hay dentro del miedo; esa parte es muy saludable. También el concepto de familia, que va más allá, que implica también al vecino, al amigo… Es envidiable. Aquí necesitaríamos más de eso.
XL. ¿Hay efectos secundarios positivos en esta pandemia? Si es así, dígame algunos.
L.R-M. Estamos descubriendo cualidades que no conocíamos. El otro día, me decía un médico: «Se me saltaban las lágrimas al ver cómo un colega ayudaba a otro». Me reconocía: «Yo no sabía que era tan sensible». Y esto es lo que llamamos ‘crecimiento postraumático’. Otras personas me comentan: «¡Yo no sabía que tenía esta paciencia con mis hijos!». O que no sabían que tenían esta capacidad de estar encerrados en una habitación tanto tiempo sin perder la cabeza. Estoy seguro de que casi todos vamos a descubrir algo.
XL. Qué ha descubierto usted?
L.R-M. [Silencio. Se esfuerza por no llorar]. He descubierto el poder de la solidaridad a la hora de resistir y superar terribles adversidades como esta. Lo que oigo tiene un impacto en mi cerebro mucho mayor. Al escuchar tu pregunta, han prorrumpido en mi mente imágenes de despedidas finales.
XL. ¿Ha perdido a alguien querido?
L.R-M. Hace unos días. A un colega amigo de muchos años a causa del virus.
XL. ¿Qué es lo que más está echando de menos ahora?
L.R-M. Lo que más me cuesta es no tener libertad para visitar a mis seres queridos. Tengo una hija en Madrid y un hijo y nietos en Sevilla, mi hermano, amigos. Iba a ir a España en abril, en junio, en agosto.
XL. ¿Correrá el maratón de Nueva York en noviembre?
L.R-M. ¡Eso espero! Sería el maratón número 27 consecutivo que corra. Soy un vencedor lento y lo mío es llegar. El año pasado tardé cinco horas y cuarenta minutos. Me da hasta vergüenza decirlo. Pero crucé la meta.
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