El esplendor de la Atenas de Pericles, el poder de los Estuardo, las ambiciones de Napoleón… A lo largo de la historia, los microbios han roto muchos sueños y ambiciones. Hablamos de todo ello con este experto en Historia de la Medicina por la Universidad de Yale y de lo que deberíamos aprender si queremos sobrevivir a la siguiente pandemia. Por Veronika Hackenbroch / Foto: Stephanie Gengotti / DER SPIEGEL, Getty Images y Cordon Press
• Las epidemias que han marcado la Historia
Este profesor de Historia de la Medicina en la Universidad de Yale, vivió un brote de cólera durante un viaje de investigación a Roma hace 50 años; hoy, la COVID-19 lo tiene otra vez atrapado en la capital italiana, adonde lo habían vuelto a llevar sus estudios. A los 73 años, este experto en las consecuencias sociales de las grandes epidemias ha contraído el coronavirus y aún seguía en cuarentena cuando mantuvimos con él esta conversación.
XLSemanal. Hace años dijo que el SARS, la gripe aviar y la gripe porcina solo eran avisos de la pandemia realmente grave que iba a llegar… ¿Pensaba ya en un patógeno como el SARS-CoV-2?
Frank Snowden. Sí, por supuesto. Pero no era el único al que le preocupaba una pandemia con un virus pulmonar de este tipo. Virólogos y epidemiólogos de todo el mundo han alertado del peligro sin parar. Por eso me pregunto: ¿hasta dónde puede llegar la ceguera?
XL. ¿Por qué nadie le hizo caso?
F.S. En 2006, Anthony Fauci, el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, explicó el problema de forma muy gráfica: si vives en el Caribe, los científicos te dirán que acabará llegando un huracán. No pueden decirte la fecha, ni la fuerza que tendrá, pero es fundamental que te prepares. Exactamente lo mismo sucede con una pandemia. Pero ¿qué hemos hecho? Tras un par de breves episodios de preocupación, por el SARS y la gripe aviar, nos olvidamos del peligro. Por eso ahora no tenemos una política común para hacer frente a la pandemia en la Unión Europea, por eso la Organización Mundial de la Salud va escasa de fondos, por eso muchos países tienen sus hospitales desbordados.
«¿Hasta dónde puede llegar la ceguera? Expertos de todo el mundo llevaban años alertando del peligro de un virus pulmonar como el SARS-COV-2»
XL. Al coronavirus se lo compara con la peste.
F.S. Aunque me tomo muy en serio a la COVID-19, no deberíamos compararlas. La peste mató a unos 100 millones de personas en Europa entre 1347 y 1743. Regiones enteras quedaron despobladas.
XL. ¿Cuales son las enfermedades que causan más miedo?
F.S. No creo que sean las que tengan mayor tasa de mortalidad.
XL. ¿Cuáles entonces?
F.S. Las nuevas, las desconocidas. Enfermedades que aparecen de improviso como este coronavirus, epidemias cuya evolución no es posible evaluar. La viruela era una enfermedad cruel que mataba a más de la mitad de los contagiados, a menudo niños, y dejaba a muchas personas desfiguradas de por vida. Pero a comienzos del siglo XVIII la gente había aprendido a convivir con ella, era una fatalidad más que te podía deparar el destino. El cólera, en cambio, hacía que las personas cayeran muertas de repente en mitad de la calle y los médicos no lo sabían manejar. A pesar de que la tasa de mortalidad de la COVID-19 es comparativamente baja, no me cuesta nada imaginar que una situación de excepcionalidad como esta pueda provocar transformaciones políticas.
XL. Algunos analistas consideran que China podría auparse a la categoría de superpotencia gracias al coronavirus.
F.S. Igual que le sucedió a Estados Unidos con la fiebre amarilla…
XL. ¿Cómo dice?
F.S. Sí, ahora se lo explico. Mire, allá por 1800, la colonia francesa de Haití era una de las más ricas del mundo por sus enormes plantaciones de caña de azúcar. Pero los esclavos se rebelaron. Napoleón, que quería consolidar su presencia en el Nuevo Mundo, envió más de 60.000 soldados para aplastar la revuelta. Pero la mayor parte de ellos murieron de fiebre amarilla. Napoleón tuvo que renunciar a sus ambiciones transatlánticas, y por eso vendió Luisiana a Estados Unidos en 1803. Con aquello Estados Unidos dobló de golpe su territorio, un paso decisivo en su camino hacia el estatus de superpotencia.
XL. ¿Los microbios han provocado la caída de grandes potencias?
F.S. Por supuesto. Hay muchos ejemplos. La llamada plaga de Atenas, una enfermedad mortal de la que todavía no se sabe mucho y que hacía que el cuerpo se llenara de pústulas, tuvo un papel destacado en el declive de la antigua Grecia. Entre los muchos factores que llevaron a la caída del Imperio romano se incluye la malaria, que se propagó por el sur de Europa durante el siglo V. Los que sobrevivían seguían sufriendo episodios recurrentes de fiebre alta durante toda su vida, y ya no eran capaces de trabajar con la misma intensidad, lo que contribuyó a agravar la crisis agrícola que ya existía. En Gran Bretaña, el reinado de los Estuardo acabó por la viruela, y el ejército de Napoleón en Rusia no fue derrotado en el campo de batalla, sino por el tifus y la disentería.
«Como con la peste, ahora los superricos huyen de la COVID-19 marchándose a lugares apartados. Igual que en el famoso ‘Decamerón'»
XL. Esta pandemia viene acompañada de cuestiones éticas como, por ejemplo, el debate entre salvar vidas o la economía.
F.S. Algo parecido ocurrió con el cólera. Entre 1851 y 1910 se organizaron conferencias internacionales para discutir cómo detener la enfermedad, se proponían cuarentenas para las tripulaciones de los barcos y limitaciones a los viajes. También se abordaban las consecuencias económicas de esas medidas; por ejemplo, si una cuarentena de cinco días haría que la explotación del Canal de Suez dejara de ser rentable.
XL. Debates como los de hoy.
F.S. Totalmente. Y hay otros muchos ejemplos. En 1720 llegó al puerto de Marsella un mercante con un valioso cargamento de telas orientales. Durante la travesía habían fallecido por la peste ocho marineros, un pasajero y el médico de a bordo. La presión de los comerciantes locales hizo que la cuarentena, que normalmente los barcos pasaban en una isla frente a la ciudad, acabara reducida de 40 días a diez, y que, además, el cargamento no fuera quemado. Consecuencia: la mitad de los habitantes de Marsella murieron de peste. Los que defendían esa cuarentena abreviada se referían a ella como ‘pequeña cuarentena’ para minimizar las implicaciones y restarle importancia, lo que me recuerda a Donald Trump, que al principio hablaba de la COVID-19 como de «resfriado común».
XL. ¿Así que en el fondo sí que encuentra paralelismos entre la pandemia actual y la peste?
F.S. Algunos puede haber, sí. Por ejemplo, ahora los superricos huyen de la COVID-19 marchándose a lugares apartados, igual que en el famoso Decamerón del poeta italiano Giovanni Boccaccio, en el que diez jóvenes se refugiaban de la peste en una villa fuera de Florencia. Los intentos de Estados Unidos y China de usarse mutuamente como chivo expiatorio también tienen paralelismos históricos: en tiempos de la peste, se culpaba a las prostitutas y a los judíos, lo que desembocaba en graves pogromos y persecuciones. En el caso del cólera tampoco fue distinto: en una ilustración de la época se ve a indignados estadounidenses defendiendo su país de emigrantes presuntamente contagiados. Hoy, con el coronavirus, en muchos países se han producido ataques verbales e incluso físicos a personas de aspecto asiático.
XL. La peste negra golpeó con tanta fuerza que muchos perdieron la fe en Dios. ¿Qué efectos está teniendo el virus sobre la actual sociedad secular?
F.S. Nos estamos cuestionando nuestra fe en la globalización. Nos estamos dando cuenta de lo vulnerables que nos ha vuelto, y empiezan a surgir angustias existenciales. Pero la globalización no es un castigo de Dios, la hemos creado nosotros. Con el mito del crecimiento económico continuado, con una población de casi 8.000 millones de personas, con los viajes de un lado a otro del mundo, las megaciudades, la contaminación y el incesante acoso a la naturaleza… con todos estos factores hemos ido creando las condiciones ideales para la aparición y la propagación de este coronavirus.
XL. ¿Cree que de la pandemia también puede surgir algo bueno?
F.S. Estamos ante una encrucijada. Si caemos en el nacionalismo, como ya está ocurriendo, desperdiciaremos la oportunidad de cambiar las cosas. El SARS, la gripe aviar, el ébola, el COVID-19… todos son males que surgen cuando los patógenos saltan de los animales a los seres humanos. ¿Cuántas veces más tiene que pasar para que nos demos cuenta de que estamos ante un patrón recurrente, de que tenemos que dejar de expandir nuestro hábitat?
XL. ¿Necesitamos una economía verde?
F.S. Sí. En el futuro, la protección del medio ambiente y la protección de la salud deben ir de la mano. Pero eso implica no pensar en el Estado nación. Los virus no entienden de fronteras. Tenemos que pensar como humanidad, como una especie que tiene que vivir en un mundo de microbios.
«Podíamos haber tenido una vacuna contra los coronavirus hace tiempo, pero cuando el SARS desapareció y se vio que el Mers no era muy contagioso, se dejó de investigar»
XL. ¿La ciencia no es capaz de protegernos de las plagas?
F.S. La ciencia ha hecho enormes progresos. Durante la peste, la gente pensaba que la enfermedad era un castigo divino, y eso generaba un terror real. Y en 1973, cuando estuve en Roma por el brote de cólera, el ministro de Sanidad italiano era tan supersticioso que durante la visita a un hospital, en vez de confiar en las medidas de higiene, iba haciendo a escondidas ese gesto tradicional que se usa para ahuyentar el mal. Por suerte, esos tiempos han pasado y hoy la ciencia ha avanzado mucho.
XL. ¿Pero no lo suficiente?
F.S. El problema es que no usamos la ciencia de forma constructiva. Podríamos haber tenido una vacuna contra los coronavirus hace tiempo, pero cuando el SARS desapareció y se comprobó que el MERS no era especialmente contagioso, continuar con su desarrollo ya no merecía la pena. En la industria farmacéutica todo gira en torno al beneficio. El mismo problema lo tenemos con los hospitales: la prevención de las pandemias no da tanto dinero como las grandes cirugías. Por eso nadie se ha tomado en serio la prevención. Y en muchos países, Estados Unidos incluido, millones de personas no tienen acceso a una medicina de primer nivel, lo que ahora está teniendo unas consecuencias muy serias. En mi opinión, una lección de esta pandemia es que la medicina debe ser un derecho humano.
XL. ¿Comparte la opinión de Louis Pasteur, el pionero en la investigación de las enfermedades infecciosas, de que al final los microbios tendrán la última palabra en el planeta?
F.S. Dependerá de si aprendemos de nuestros errores. Sabemos perfectamente dónde se encuentran los problemas que les preparan el terreno a las pandemias. Podríamos cambiar algunas cosas para impedir futuros brotes o, al menos, reducir su probabilidad. ¿Lo haremos? No estoy muy seguro. Fíjese en la lentitud con la que avanza la protección del clima.
XL. Pero, a diferencia de lo que ocurre con las consecuencias del cambio climático, en el caso del coronavirus no es tan fácil mirar para otro lado…
F.S. Tiene usted razón. Quizá ayude que esta pandemia nos está afectando directamente a todos. En las tragedias griegas, los protagonistas tenían la capacidad de aprender… pero la mayoría de las veces lo hacían solo a través del sufrimiento.
Foto: El mayor experto sobre la historia de las epidemias que devastaron a la humanidad se encuentra bajo cuarentena obligatoria en Roma, donde viajó por su trabajo.
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