Catedrático del MIT y uno de los diez economistas más citados del mundo. Hablamos con el experto Daron Acemoglu sobre el difícil equilibro entre Estado y sociedad más frágil que nunca por la crisis del coronavirus. Por Ana Tagarro 

Este turco de 52 años, asentado en Estados Unidos desde hace 26, está considerado como uno de los economistas con mayor capacidad para procesar y analizar datos y, desde el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha estudiado todos los sistemas económicos y políticos del mundo. Por todo ello recibió en 2017 el premio Fronteras del Conocimiento. En su último libro, El pasillo estrecho analiza el frágil equilibrio entre el Estado y la sociedad. «El pasillo que lleva a la libertad solo puede recorrerse si se produce una lucha constante entre el Estado, que en su extremo puede convertirse en despótico y totalitario, y la sociedad, que en su extremo lleva a la anarquía». El coronavirus, sin duda, amenaza con estrechar más que nunca el pasillo…

XLSemanal. El equilibrio entre estado y sociedad parece hoy más frágil que nunca.

Daron Acemoglu. Pues sí, ahora tenemos que dar más poder a los Estados y a la vez esforzarnos más en controlarlos.

XL. Hablemos de un par de aspectos del aumento del poder del Estado. Uno es los sistemas de vigilancia que se quieren implementar para el control de la pandemia.

D.A. Mire, antes de la pandemia, las corporaciones ya tenían demasiados datos sobre los individuos y eso era muy preocupante, pero ahora sería un error dejar morir a la gente porque no queramos hacer test y rastreos. Estamos en una emergencia. Así que vamos a hacer todo lo que podamos por salvar vidas, usando toda la tecnología que tengamos, y eso incluye que Google, Apple y Facebook realicen seguimientos a través de apps, comprometiéndonos, eso sí, a una protección más vigorosa de la privacidad después de la crisis. Pero después.

XL. ¿Y qué opina del papel económico del Estado? ¿Hasta cuándo y cuánto deben los gobiernos interferir en la economía?

D.A. Es lo mismo. Podemos paralizarnos y decir: estamos realmente preocupados de que el Estado pueda controlar empresas privadas o decidir quién recibe cheques y quién no, algo que -es cierto- puede ser tremendo con un gobierno corrupto como el que tiene Estados Unidos, o con gobiernos problemáticos como el del Reino Unido. Pero si dejamos que esas preocupaciones nos paralicen, tendremos algo mucho peor que la Gran Depresión. Lo correcto es asumir que sí, que se cometerán errores, pero tenemos que usar todo lo que tengamos para proteger la vida de los más vulnerables y para proteger a las empresas y, a la vez, asegurarnos de que vamos a tener mejores regulaciones después de la pandemia.

XL. ¿De qué tipo de ayudas de los Estados es usted más partidario: de la renta básica universal, como se ha hecho en Estados Unidos (todo el mundo recibe 2000 dólares, independientemente de su situación) o de la renta mínima garantizada (solo los desfavorecidos reciben dinero)?

D.A. No soy fan de la renta básica universal, aunque menos es nada. Creo que es mucho más eficaz la renta mínima garantizada para los más desfavorecidos. Hay un debate sobre los detalles de este tipo de renta, que se pueden discutir, pero ahora hay que garantizar la supervivencia de los más vulnerables. Y no solo por razones humanitarias. También económicas, porque el miedo a perder cualquier ingreso es paralizante, y si paralizas a mucha gente, cortas por completo la demanda y colapsas la economía.

«Soy partidario de la renta mínima, y no solo por razones humanitarias. También económicas. Si la gente tiene miedo a no ingresar dinero, se paraliza y eso colapsa la economía»

XL. ¿Pero cómo se financia una ayuda tan enorme como la que hará falta?

D.A. Una ventaja en este momento es que los gobiernos pueden pedir prestado en muy buenas condiciones. A un interés del cero por ciento. Así que la recomendación económica aquí es muy clara: durante estos tiempos duros, el Estado toma prestado dinero y paga más tarde. Por supuesto, eso implica que tiene que aumentar los impuestos después de la crisis. Pero eso era inevitable ya antes. Los impuestos los subes no solo a los más ricos, por cierto. También a la clase media. Y segundo, tenemos que ganar eficacia en la gestión. Hay que evitar el despilfarro.

XL. Sabe que lo de aumentar impuestos no es precisamente popular.

D.A. Sí, claro, todo puede tener efectos negativos. Pero, de nuevo, no hacerlo tendrá efectos aun más negativos. Mi predicción es que en los países donde la política funciona, los partidos de derecha van a cambiar de discurso de forma significativa en los próximos tres años. Si los partidos de derecha de su país, en tres años, siguen defendiendo el recorte de impuestos para los ricos, eso será que están abandonando el pasillo’ y empezaré a preocuparme.

XL. ¿Sigue usted la política española?

D.A. Un poco. Hubo cosas que me inquietaron como el surgimiento de Vox. Pero el partido en el gobierno creo que no lo hace tan mal. Para acabar de llegar, necesitar el apoyo de otros partidos… no lo ha hecho mal, por ejemplo, comparado con el Reino Unido.

XL. Ya, pero si lo compara con Alemania…

D.A. [Ríe] Ya, pero parece que Alemania nos ha avergonzado a todos.

XL. ¿Y qué opina del papel de China en el futuro, podría ser la nueva superpotencia?

D.A. Yo creo que hay un riesgo grande para China y es que esta pandemia va a tener un efecto claro: el mercado global no volverá a ser exactamente como era. Y creo que puede dañar la economía china en los próximos años.

XL. ¿Se refiere a que habrá más relocalización industrial?

D.A. Sí, se cuestionará la externalización de la producción, pero hay muchos otros aspectos que iremos viendo. Por ejemplo, el turismo no va a volver a la normalidad en los próximos dos o tres años.

«A China le va a afectar que se cuestione la deslocalización, pero también que sus estudiantes no puedan viajar. Millones de chinos llevan a su país lo que aprenden en innovación, tecnología… y en los próximos años no podrán

XL. Pero eso no son malas noticias para China; son malas para España…

D.A. Sí, es malo para su país y para Italia. Pero tiene otro aspecto importante: son los estudiantes que viajan para su educación. China tiene millones de estudiantes que se forman fuera y llevan a su país aprendizaje en innovación, tecnología… eso también los va a afectar mucho en los próximos años.

XL. Usted es un experto en Historia de la Economía. ¿Hay algún ejemplo histórico que nos pueda iluminar’ en la actualidad?

D.A. Después de la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos europeos aumentaron sus tamaños y sus competencias, pero fue hecho en un contexto democrático y fue un éxito: Europa tuvo los 40 mejores años de su existencia, en términos de crecimiento económico y de bienestar social.

XL. ¿Pero no le parece que el escenario actual se parece más al de antes de la Segunda Guerra Mundial?

D.A. Entiendo su preocupación, pero, mire, el fascismo emerge de tres fuerzas relacionadas. Primero, de la Primera Guerra Mundial, que fue demasiado cruenta; segundo, de que las instituciones democráticas no funcionaron; y tercero, de que había una amenaza latente de que los comunistas se impusieran en países como Alemania o Italia. Esos factores son los que explotaron los fascistas. Por eso, si permitimos que se pierda la fe en las instituciones democráticas, el riesgo de que eso se repita será mayor. Le aseguro que si no hay una respuesta robusta en la sanidad pública y en la economía, las posibilidades de que aumenten el populismo, el fascismo y el nacionalismo son mucho mayores.

XL. ¿Cómo ve el futuro en cinco años?

D.A. Es difícil saberlo, pero creo que, pase lo que pase, necesitamos instituciones globales mucho más fuertes. Mira la OMS: ha sido un fracaso colosal. Una organización cuyo trabajo es coordinar la respuesta sanitaria internacional no hizo nada en enero: nada. Minimizó el peligro, es vergonzoso. Y lo hicieron por razones políticas. Necesitamos otra OMS y tiene que merecer nuestra confianza.

XL. ¿Cómo cree que será la recuperación económica: en V, en U o en L?

D.A. La pandemia se irá cuando tengamos una vacuna que se pueda administrar globalmente y eso puede ser dentro de un año, es lo realista. Puede incluso que sea en algo menos. Así que no creo que vaya a ser una situación en L. La economía se recuperará. Pero no será en V, todavía queda al menos un año y medio… Así que diría que será en U.

XL. ¿Qué opina sobre el desconfinamiento, cree que hay que acelerarlo o ser prudente?

D.A. Bueno, este es otro aspecto en el que creo que nuestros gobiernos han fallado. Acabamos de hacer un paper [estudio académico] sobre el confinamiento óptimo y lo que mostramos es que si se hacen una cantidad razonable de tests y rastreos -no necesitas tantos como en Corea- se pueden reducir los confinamientos para gente joven y de mediana edad, mientras mantienes a los mayores confinados. Eso sería más eficaz. El fallo es dejar abiertas las residencias de ancianos, que son los más vulnerables, y cerrar los colegios. Y hay que intentarlo porque el coste económico del confinamiento para los más vulnerables es enorme. Esta es una crisis muy desigual, admitámoslo. Sin quitarle ninguna importancia a la enfermedad, tenemos que pensar en otras salidas.

XL. Le veo bastante optimista…

D.A. Soy optimista condicional. Lo que quiero decir es que hay una salida. No digo que vayamos a cogerla. Pero hay una salida.

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