Su fichaje por 300 millones de dólares para crear series durante cinco años ha convertido a Ryan Murphy en la superestrella de la televisión en ‘streaming’. Ficciones como ‘Glee’ fueron un fenómeno en el que los personajes marginados eran protagonistas. En sus siguientes proyectos añadió otro ‘toque de gracia’: juntarlos con grandes divas del cine. Ahora es el ‘showrunner activista’ por excelencia y no pretende solo cambiar la televisión… Te lo contamos. Por Ixone Díaz Landaluce/Fotos: Getty Images
Los mejores producciones de Ryan Murphy, la nueva superestrella de la televisión 'on line'
Ryan Murphy, creador de grandes éxitos de la televisión en ‘streaming’ como ‘Glee’ o ‘Nip/Tuck’, ha cobrado 300 millones de dólares para realizar series durante el próximo lustro. Sus próximos…
Los recuerdos de su infancia, en el Indiana de los años setenta, podrían haber inspirado infinidad de escenas en cualquiera de sus series. Como el día que su abuela materna lo llevó a ver Funny girl al cine. Tenía cuatro años y lo recuerda como una epifanía. «¡Eso es! Soy gay y voy a trabajar en el showbusiness». O como cuando, sentados en la cocina, hablaba con ella de sus estrellas favoritas (John Wayne y Rodolfo Valentino) o se iban a comprar antigüedades. En casa, las cosas eran más complicadas. Como esos flashbacks que marcan al protagonista de por vida. Como cuando su padre, con su habitual dureza, lo cuestionaba siendo solo un niño: «¿Por qué no me veo a mí en ti?». O cuando le pegaba. Siempre tenía alguna excusa. Si durante un viaje en coche les confesaba a sus padres sus anhelos más íntimos («quiero ir a Hollywood, ser una estrella, tener una mansión y no volver nunca a Indiana»), él frenaba el coche en seco y lo abofeteaba. Si le pillaba recitando los diálogos de Lo que el viento se llevó, el desenlace no era mucho mejor. Ryan Murphy –el creador de series como Glee, The people vs. O. J. Simpson o The politician– tuvo una de esas infancias que llena las consultas de los psicoterapeutas. «Nunca lo he superado. Y probablemente nunca lo superaré», le contó a la revista Time el año pasado. Y, sin embargo, exorcizando todos aquellos agravios, no solo consiguió encontrar la motivación necesaria para cumplir sus sueños, sino también para reparar a los que, como él, han sufrido algún tipo de discriminación. «Todo lo que hago se basa en una sola idea: coger a los personajes marginados y transformarlos en los protagonistas de la historia», ha explicado. Convertido él mismo en el hombre más poderoso de la televisión, Murphy ha hecho de su carrera como showrunner una peculiar forma de activismo político que no solo está cambiando Hollywood, sino que aspira a modelar ideológicamente a toda una generación de espectadores.
«Él ha cambiado la industria»
Estudió Periodismo y trabajó en el Miami Herald y The Washington Post antes de dar el ansiado salto a Los Ángeles, adonde llegó con «55 dólares en el bolsillo». Mientras trabajaba para el Los Angeles Times, empezó a escribir guiones (y consiguió que Spielberg le comprara uno), pero su aterrizaje en Hollywood no fue ni sencillo ni inmediato. Pronto se ganó una reputación de escritor incisivo y talentoso, capaz de maridar el drama con la sátira más salvaje, también era conocido por su beligerancia en los despachos, por pelear por sus personajes y sus tramas, por mucho que los ejecutivos encontraban sus propuestas demasiado arriesgadas o demasiado gays.
¿Su receta para el éxito? «Un ‘hit’ es el que tiene algo para todo el mundo, pero también el que ofende un poco a todos»
Después de conseguir su primer hit con Nip/Tuck, una comedia negra sobre dos cirujanos plásticos de Miami, en 2009 Murphy estrenó Glee. El musical adolescente en el que las estrellas no eran el quarterback y la cheerleader, sino la empollona, su amigo gay y el chico en silla de ruedas, fue un éxito global al mismo tiempo que Murphy se convertía en el showrunner de moda. Desde entonces, no ha parado. Y le ha dado tiempo a tocar varios palos: desde el terror (American horror story) hasta la adaptación televisiva de casos tan mediáticos como el juicio contra O. J. Simpson, el asesinato de Gianni Versace o la legendaria rivalidad entre Bette Davis y Joan Crawford que retrató en Feud. Hace dos años, un extenso artículo sobre él publicado en el New Yorker resumía su impacto así: «Murphy se ha ido moviendo de los márgenes de la televisión al centro. Él ha cambiado; la industria ha cambiado. Él ha cambiado la industria». La confirmación definitiva llegó hace dos años, cuando Netflix le ofreció un acuerdo sin precedentes: 300 millones de dólares por cinco años. Su coronación definitiva como el rey del streaming.
Desde entonces, Murphy ha redoblado su apuesta con series como Hollywood, sobre los outsiders de la meca del cine en los años cuarenta, o Pose, sobre la comunidad ‘trans’ del Nueva York de los ochenta. «Un hit es el que tiene algo para todo el mundo. Pero también el que ofende un poco a todos», ha explicado sobre la fórmula de su éxito. En The politician, el ‘prota’, un adolescente ambicioso y rico, aspira a convertirse en el presidente del sindicato de estudiantes del instituto, su primera campaña electoral en un camino milimétricamente diseñado hasta la Casa Blanca. Aunque vapuleada por la crítica, es su apuesta más ambiciosa (y menos sutil) por convertirse en el showrunner que aspira a modelar ideológicamente a los millennials. Porque bajo el elaborado y colorista barniz de parodia barroca sobre un grupo de adolescentes algo desquiciados hay un mensaje muy consciente: una llamada al activismo político, a una generación motivada que quiere impulsar el cambio. Pero también una agenda política que pivota sobre la diversidad racial, la fluidez sexual y la lucha contra el cambio climático. Murphy nunca ha huido de la etiqueta de «showrunner activista». Al contrario, la abraza. Y la explica. Se dio cuenta del potencial de sus producciones cuando en 2014 estrenó The normal heart, sobre la crisis del sida en los años ochenta. «Cuando se emitió, recuerdo echar un vistazo a Twitter y ver que un montón de gente joven hablaba de ello y decía: ‘No tenía ni idea de que esto había ocurrido’». Para Murphy, hacer pedagogía de la diversidad es tan importante (o más) que crear un buen producto de entretenimiento. Su misión ha coincidido, además, con un momento disruptivo en Hollywood, marcado por el #MeToo, pero también por la tantas veces exigida (y más veces ignorada) diversidad racial. Murphy lo entiende como una oportunidad de oro.
En su última serie, ‘The politician’, no oculta su llamada al activismo. Dice que se dio cuenta de ese potencial al ver la reacción de los jóvenes al estreno de una de sus películas sobre el sida en los ochenta
Pero nadie alcanza semejantes cuotas de poder en Hollywood sin granjearse cierta reputación: workaholic confeso (trabaja siete días a la semana), organizado hasta la obsesión (planifica cada hora de cada día) y extremadamente temperamental (ha confesado tener un carácter «volcánico»), supervisa desde las campañas de marketing de sus series hasta la manicura de sus actrices. Casado desde 2010 con el fotógrafo David Miller, la pareja tiene dos hijos gracias a la gestación subrogada y espera un tercero. El segundo, de cinco años, superó el año pasado un cáncer que le fue detectado con solo año y medio.
La historia de Monica Lewinsky, contada por ella misma
El rey del streaming tiene casi una decena de nuevos proyectos entre manos. En el cine dirigirá a Nicole Kidman y Meryl Streep en The prom, una comedia musical con tintes autobiográficos. Y, aunque la pandemia ha trastocado su calendario de estrenos para Netflix, Murphy prepara una serie sobre la vida de Andy Warhol y otra sobre el periplo en Las Vegas de Marlene Dietrich, interpretada por su musa, Jessica Lange.
Aunque sin duda su proyecto más esperado y controvertido es American crime story: impeachment, que narrará el caso Lewinsky y el proceso de destitución abierto contra Bill Clinton en 1998 y que tendrá a la exbecaria de la Casa Blanca como productora ejecutiva. Murphy ha contado que conoció a Lewinsky en una fiesta y, después de charlar un rato, le dijo: «Nadie debería contar tu historia más que tú. Sería indecente si lo hicieran. Si quieres producirla conmigo, estaría encantado de hacerlo. Pero tú deberías ser la productora y deberías llevarte toda la pasta». Iba a estrenarse en otoño (justo a tiempo para la campaña electoral norteamericana), pero la pandemia ha dejado la fecha de estreno en el aire.
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