Catedrático de Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández y director general de Salud Pública entre 2008 y 2011, Ildefonso Hernández ha asesorado a los gobiernos de Baleares, la Comunidad valenciana y el Principado de Asturias durante la pandemia. Por Ixone Díaz-Landaluce/Foto: David Linuesa

XLSemanal. Llevamos meses oyendo que hay factores sociales que explican que España tenga uno de los peores balances de muertos y contagiados del mundo. ¿Esa explicación se sostiene?

Ildefonso Hernández. Es cierto que hay una serie de factores que han podido desempeñar un papel: desde una estructura social en la que jóvenes y mayores conviven más estrechamente hasta el hecho de que nuestro sistema de salud es muy accesible y por eso los centros de salud fueron un foco de infección al principio. Pero no se ha hecho un análisis exhaustivo sobre cómo y cuándo se tomaron las decisiones. Y por eso necesitamos una evaluación independiente.

XL. En el contexto de un virus nuevo y desconocido, ¿qué tipo de errores pueden ser ‘comprensibles’ y cuáles imperdonables?

I.H. Al principio, se interpretó mal la magnitud del problema. Cuando se habla de letalidad, pasar de un 0,1 a un 0,4 por ciento es brutal en términos poblacionales. En eso fallamos todos. Lo que es inaceptable es que no hubiera un plan de respuesta listo.

XL. ¿A quién le correspondía haber previsto un plan así?

I.H. En España hay una dejación secular de la preparación de las respuestas a los problemas de salud. La Ley de Salud Pública de 2011 quiso cambiar esa situación. Entre otras cosas, planteaba reforzar la vigilancia epidemiológica y crear un centro estatal de salud pública. Si esa ley se hubiera desarrollado, la respuesta hubiera sido mejor. Pero, en cuestiones de prevención, la respuesta política siempre es escasa porque los beneficios son a largo plazo.

XL. Y no tiene rédito político, ¿no?

I.H. Efectivamente. Nunca había visto a un presidente del Gobierno hablar de políticas de salud hasta esta pandemia. No hay una estrategia nacional de salud pública y solo el 2 por ciento de la inversión sanitaria se dedica a prevención.

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lldefonso Fernández

XL. ¿Cómo se explica lo ocurrido en las residencias?

I.H. Una de las claves son las condiciones laborales. Un trabajador que tiene que atender a 20 personas en una hora no puede cumplir las medidas de prevención. Es absolutamente imposible.

XL. Es obvio que la desescalada no ha funcionado en España. ¿Por qué?

I.H. La identificación y el control de casos han fallado. Si eso no funciona, no funciona el resto. Pero no es solo un problema sanitario. Las autoridades de comunidades y ayuntamientos también tenían su responsabilidad. ¿Quién monitoriza las medidas preventivas? Lo tienen que hacer las policías locales y las fuerzas de seguridad del Estado. Y ese liderazgo ha fallado.

XL. ¿Se refiere a las multas que no se han puesto?

I.H. ¡Claro! Cinco multas bien puestas tienen mucha pedagogía. Todos hemos visto incumplimientos que se producían a los ojos de la Policía sin que pasara nada.

XL. La carta menciona la desigualdad como un factor decisivo en la expansión de la epidemia.

I.H. La política de salud pública siempre debe tener incorporado el principio de equidad. Dar a cada cual según sus necesidades, no a todos igual. Y en la pandemia ese principio se ha olvidado y eso ha sido terriblemente inefectivo. Si hubiésemos sido conscientes de que, si alguien vive hacinado en una casa mientras trabaja envasando fruta va a contagiarse, igual hubiésemos podido evitar los brotes de Aragón que después afectaron a Cataluña.

XL. ¿Hasta cuándo es aceptable seguir gestionando la crisis con el método del ensayo-error?

I.H. Librarnos del ensayo-error será difícil, porque no tenemos un conocimiento completo del virus, pero es que tampoco es verdad que las decisiones políticas se estén tomando basándose en criterios científico-técnicos. Hay otros valores sociales que entran en conflicto. Y ahí es donde entra el político.

XL. ¿Y qué tal se están tomando ese tipo de decisiones políticas?

I.H. Si a un presidente autonómico se le ocurriera hablar de cuál debería ser el abordaje del abdomen agudo o de los tumores de ovario, nos sorprendería mucho, ¿verdad? Y, sin embargo, parece que no hay ningún problema en decir: «Voy a hacer una campaña de cribado». Este tipo de ocurrencias me parece inaceptable. No se puede abordar algo tan complejo como eso a salto de mata y para ganar votos. Parece que ahora la profesión de salud pública se aprende en un cursillo de dos días.

XL. ¿Hay demasiados reparos a la hora de aplicar restricciones por miedo a que se interpreten como el resultado de una mala gestión?

I.H. Sí. Y no estamos para eso. Igual que este país no está para fiestas, la política no está para eso. Tiene que estar remangada y trabajando. Si hay una realidad, se afronta y se explica. Y si sienten que no pueden o no saben, que dimitan.

XL. ¿Estaremos mejor preparados en la siguiente pandemia?

I.H. Espero que sí. Pero hay que prepararse para todo tipo de crisis sanitarias: de carácter químico, olas de calor relacionadas con el cambio climático, otras enfermedades emergentes… Para eso hay que poner la estrategia sanitaria en el centro de nuestro futuro como país; es algo que ahora tiene que hacerse en serio. Y eso pasa por tener la capacidad estratégica de producir ciertas cosas. Porque en situaciones de estrés cada país mira para su territorio. Y para eso la ciencia tiene que ser la base de una economía distinta y sostenible que nos permita responder estratégicamente a cualquier problema.

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