Llena estadios, vende millones de libros y sus clases ‘on-line’ han hecho de él uno de los filósofos más populares del planeta. Ahora sorprende con un libro en el que no responsabiliza de la polarización política solo a Donald Trump, sino al centroizquierda y la socialdemocracia. Por Susanne Beyer/ Fotografía: Stephanie Mitchell
Su tono es amable y tiene ese aire típico de las élites norteamericanas. Michael Sandel, de 67 años, es profesor de Filosofía en la Universidad de Harvard. Su nuevo libro lleva por título La tiranía del mérito. Qué ha sido del bien común? (editorial Debate). En sus páginas busca e identifica a los culpables de la profunda división existente en la sociedad estadounidense y en otros países. Pero en sus acusaciones no se encuentra Donald Trump. Sandel apunta a los demócratas en su país
y a la socialdemocracia en Europa.
XLSemanal. En su libro responsabiliza a los demócratas de las miserias de la sociedad estadounidense. Eso es, bueno… sorprendente.
Michael Sandel. Me gustaría dejar una cosa clara: mi libro no disculpa los daños que Trump ha causado a la sociedad y a la política de Estados Unidos. Lo que hago es intentar mostrar cómo el Partido Demócrata, con Bill Clinton, con Barack Obama y Hillary Clinton, le allanó el camino.
XL. Argumenta que los demócratas, con su ‘tiranía del mérito’, se han puesto en contra a muchos votantes de la clase obrera. ¿Qué se le puede reprochar a la idea del mérito, qué tiene de malo el mensaje «puedes conseguirlo si lo intentas»?
M.S. Los demócratas insisten en que la educación universitaria es el medio para el ascenso social. Pero eso deja fuera a más de la mitad de la población. En estos momentos asistimos a una competición despiadada por hacerse con una plaza en las mejores universidades, por conseguir los mejores expedientes. La noción de que uno tiene su destino en sus manos es inspiradora, pero puede ser muy dañina para aquellos que no llegan a conseguirlo. Es algo que Trump supo percibir.
XL. Ese pensamiento elitista no se le puede achacar solo a los demócratas…
M.S. Así es. El punto de inflexión se encuentra más atrás. En los años ochenta, el presidente Ronald Reagan y Margaret Thatcher impulsaron el libre mercado y la globalización. En los noventa, Bill Clinton llegó a la Presidencia de Estados Unidos y Tony Blair al cargo de primer ministro del Reino Unido, los dos eran de centroizquierda. Y los dos aceptaron el principio conservador de que los mecanismos del mercado son la herramienta para financiar el bien público. Su fe en el mercado era más débil que la de Reagan y Thatcher, y por eso trataron de crear redes de protección para aquellos a los que el mercado excluía, pero no cuestionaron su fe en el mercado.
XL. ¿Qué deberían haber hecho?
M.S. Mostrar más humildad.
XL. ¿Humildad?
M.S. Sí. Hillary Clinton usó la palabra ‘deplorables’ para referirse a los votantes de Trump durante la última campaña electoral. Esa palabra demostraba una enorme arrogancia hacia las personas con menos formación. Obama también hablaba de los «que se aferran a las armas y a la religión». Los liberales insisten en un ascenso social basado en el mérito, pero esa promesa luego no se hace realidad.
XL. Explíquese.
M.S. Hay que pasar unos exámenes muy duros para entrar en Harvard, por ejemplo. A algunos alumnos los preparan durante toda su infancia para conseguirlo, con clases de hockey, piano, idiomas…; todo, pagado por sus padres. Y luego están esos otros cuyos padres no se pueden permitir esa inversión. Los logros dependen enormemente del contexto familiar y de la suerte. Ser consciente de esto nos hace humildes y empatizar con aquellos menos afortunados que nosotros.
«Los partidarios de Trump se sienten humillados en un sentido moral y cultural, no es solo cuestión de salarios y puestos de trabajo»
XL. Barack Obama fue el primer presidente negro de Estados Unidos. No creo que se dirigiera principalmente a una élite blanca.
M.S. Obama y Bill Clinton, los dos, podrían decir: «Nosotros ofrecimos mejor protección a los trabajadores, ideamos un sistema de salud universal, pero los republicanos se opusieron. Ofrecimos mayor protección a la infancia, pero los republicanos se opusieron. Luchamos por establecer una política fiscal orientada a los intereses de las clases medias, y lo que han hecho los republicanos ha sido bajarles los impuestos a los millonarios». Pero a Clinton y Obama habría que responderles. «Vale, de acuerdo, ¿y entonces por qué ganó Trump?».
XL. ¿Por qué?
M.S. No percibieron las quejas legítimas que fundamentan los sentimientos que mueven a los seguidores del populismo. Para los partidarios de Trump, no es solo cuestión de salarios y puestos de trabajo, también es que se sienten humillados en un sentido moral y cultural; sienten que no se los valora.
XL. ¿Sentirse despreciados por las élites les hacía insoportable que un negro ascendiera a la cima del Estado y que, luego, casi estuviera a punto de conseguirlo una mujer, Hillary Clinton?
M.S. El racismo y el sexismo son factores determinantes, con toda seguridad. Pero no olvidemos que Obama fue elegido dos veces y que después muchos de sus votantes se pasaron a Trump. El sexismo desempeñó un papel claro en la derrota de Hillary Clinton, pero también lo hizo su conexión con las élites meritocráticas que parecían menospreciar a los trabajadores. Y con Trump no tenían esa sensación.
«Los liberales insisten en un ascenso social basado en la educación universitaria, pero eso deja fuera a más de la mitad de la población»
XL. ¿En qué se basa para decir que son los demócratas los que tienen un pensamiento elitista?
M.S. En tiempos, el Partido Demócrata estuvo del lado de los granjeros y los obreros. Pero, cuando Hillary Clinton reflexionaba sobre los resultados de su campaña electoral, se preciaba de haber ganado en aquellos lugares que suponen dos tercios del producto interior bruto del país. Los estudios poselectorales han demostrado que el principal factor para predecir el apoyo a Trump no eran los ingresos, sino la formación. Entre electores con salarios similares, los que tenían mayor formación votaron por Hillary Clinton y los menos formados votaron por Trump.
XL. Obama tenía momentos de arrogancia, pero no carecía de nobleza, de la capacidad de superar divisiones.
M.S. Sí, ninguna otra figura política contemporánea ha sido capaz de manifestarse con tanta claridad contra la discriminación racial. Creo que el juicio que la historia hará sobre él será positivo… y con razón; fue un líder inspirador. Cuando llegó al cargo, en 2008, despertó un idealismo moral y cívico que no habíamos conocido en décadas. Pero 2008 también fue el momento álgido de la crisis económica. Y en lo relativo a las cuestiones económicas aceptó una forma neoliberal de la globalización. Tuvo que haber reformado el sector financiero, pero, en vez de eso, rescató a los bancos sin hacerlos responsables de su comportamiento imprudente, e hizo poco por los ciudadanos de a pie que habían perdido sus casas. Ese rencor latente provocado por el plan de rescate financiero alimentó una política de la protesta: en la izquierda con el movimiento Occupy Wall Street y la candidatura de Bernie Sanders y en la derecha con el Tea Party y la elección de Donald Trump.
XL. ¿Y cómo se ve usted a sí mismo? Es profesor de Harvard, usted forma parte de la élite.
M.S. Es cierto, me muestro crítico con las élites y con la meritocracia porque es algo que conozco. Veo las graves consecuencias que la competitividad exacerbada tiene en los estudiantes. Llegan a la universidad después de superar la estresante etapa del instituto, marcada por la ansiedad y la idea del mérito y el rendimiento. En Estados Unidos, los jóvenes que van a las universidades de élite están tan acostumbrados a luchar por los resultados que les cuesta reflexionar sobre lo que de verdad importa. La tiranía del mérito no solo perjudica a aquellos que no pueden seguir el ritmo, también a los que consiguen cumplir sus expectativas.
XL. ‘Tiranía’ es una palabra fuerte.
M.S. Es lo que dicen las cifras de un estudio sobre la salud mental de 67.000 estudiantes de más de un centenar de facultades. Uno de cada cinco estudiantes reconoce haber pensado en el suicidio. La tasa de suicidio en personas de 20 a 24 años ha subido un 35 por ciento entre los años 2000 y 2017.
XL. Quedan pocas semanas para la jornada electoral del 3 de noviembre. ¿Qué tarea aguarda a la clase política en el caso de que gane Donald Trump?
M.S. Defender las normas e instituciones democráticas de los ataques del presidente.
XL. ¿Y si gana Biden?
M.S. Si gana Biden, la tarea será reparar las profundas brechas que se han abierto en la sociedad y despertar un nuevo sentido del bien común. Pero no podremos sanar la herida si no entendemos las causas de la pérdida de la cohesión social. Por eso, mi libro busca incitar una discusión sobre esas causas.
XL. Entender las causas es una cosa y otra, pretender que la política despierte un sentimiento de solidaridad y, más aun, de humildad.
M.S. La humildad surge de las experiencias que acumulamos, a través de lo que los padres les transmiten a sus hijos, a través de las lecciones implícitas sobre el éxito que se dan en las escuelas. ¿Se incide en el rendimiento cognitivo o también se cultivan y recompensan las habilidades sociales? ¿Podemos crear espacios públicos en los que convivan personas de distintas capas sociales o cada uno nos refugiamos en nuestras respectivas comunidades? ¿Llevamos a los niños al colegio o dejamos que vayan en autocar y puedan estar con niños de otras clases sociales? Y sobre todo: ¿asumimos que quizá nuestro éxito pueda deberse a la suerte, a nuestras familias y a nuestras condiciones de vida?
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