Lorenzo Silva participa en la macroencuesta de ‘XLSemanal’ y Zenda -con la colaboración de Endesa-, ‘La biblioteca perfecta’, en la que tú también puedes participar. Entramos con el escritor en su biblioteca -y también su lugar de trabajo- para hablar de su relación con los libros, sus 10 imprescindibles y por qué lo son. Foto: Antón Goiri/ Vídeo: Daniel Méndez
«No soy un bibliófilo. No me obsesiono con las primeras ediciones pero sí establezco una relación afectiva con los libros. Y, en algún caso, llego al extremo del coleccionismo»
«Soy bastante ecléctico tanto en lo que leo como en los autores o estilos a los que sigo. Lo que me gusta es leer a personas que no escriben como yo, que escriben de forma que a lo mejor yo nunca escribiría».
Mis diez libros imprescindibles
- Ilíada, Homero. «Aquí comenzó la épica occidental. No es sólo la historia de una guerra o de unos combates: habla del dolor, la amistad, la pasión amorosa entre hombres y mujeres, el amor entre padres e hijos, la ira, la piedad… De todo, vaya».
- Historia de la guerra del Peloponeso, Tucídides. «Al hilo de una guerra que perdieron los suyos, y en la que él perdió como general una batalla, Tucídides nos deja un tratado impecable e imperecedero sobre las pasiones y los errores humanos. Churchill siempre lo llevaba encima. Por algo».
- Historia de las guerras, Procopio de Cesarea. «Heredero y seguidor ostensible de Tucídides, Procopio suma a la cultura griega la de Roma y Bizancio. Su relato es de una finura excepcional. Sobre todo, por su compasión y su consideración hacia el otro, hacia el enemigo».
- Ensayos, Michel de Montaigne. «El sentido común, la ironía, la comprensión, la inteligencia en grado sumo. «Hay que valorar en mucho la propia conjetura para cocer a un hombre vivo». Nadie dijo nunca nada tan brillante contra la pena de muerte. Y es tan sólo un ejemplo».
- Rojo y negro, Stendhal. «Lo he leído muchas veces, compulsivamente en la adolescencia. Hay algo que permite a Stendhal llegar tan hondo como otros no llegan. Lo dejó escrito: «detalles, más detalles, no hay verdad sino en los detalles»».
- Las olas, Virginia Woolf. «Una cultura masculina —y machista, reconozcámoslo— atribuyó a James Joyce lo que Virginia Woolf practica aquí con mayor elegancia, mayor belleza e intensidad de imágenes y una extraordinaria tensión poética: el flujo de conciencia».
- El proceso, Franz Kafka. «Un profesor me dijo en la facultad de Derecho que leer este libro era insoslayable para cualquier jurista occidental. Yo ya lo había leído y releído y al oírle creí por primera vez en la carrera. Y digo más: es insoslayable aunque no seas jurista».
- En busca del tiempo perdido, Marcel Proust. «Pocos libros representan un viaje que cambia para siempre tu mirada sobre el mundo, tu forma de leer la realidad. Este es uno de ellos. Vale el tiempo que lleva recorrerlo de principio a fin. Y su desenlace justifica todo el recorrido».
- El largo adiós, Raymond Chandler. «Por culpa de este autor y de este libro yo practico un género que hasta tropezarme con él nunca me había interesado como escritor. Chandler descubrió que el relato del crimen podía ser poesía, y aquí lo cuajó en una hermosa historia de amistad».
- La guerra no tiene rostro de mujer, Svetlana Alexiévich. «La Premio Nobel de 2015 es para este lector lo mejor que le ha pasado a ese premio en lo que va de siglo. Su mirada sobre la guerra a través de las que siempre la padecieron y jamás la protagonizaron es sencillamente sublime».
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