Premio Princesa de Asturias de las Letras, sus obras han sido traducidas a más de treinta idiomas. En ellas analiza al ser humano desde tres perspectivas que le fascinan: la psicología, la filosofía y la sociología, todo lo que hace que nos comportemos como lo hacemos. Así ve Siri Hustvedt la sociedad en la que nos estamos convirtiendo. Por Carlos Manuel Sánchez/ Fotografía: Daniel Méndez

La escritora Siri Hustvedt (Northfield, Estados Unidos, 65 años), premio Princesa de Asturias de las Letras 2019, ha vivido recluida durante meses en su apartamento de Brooklyn (Nueva York), donde trabaja desde las siete de la mañana hasta la tarde. Tanto ella como su marido, el novelista Paul Auster (llevan 39 años casados), cayeron enfermos, aunque pasaron el coronavirus sin síntomas graves. Hustvedt se contagió probablemente en el hospital donde imparte un seminario. Nacida en el Medio Oeste, de padres noruegos, la autora de Recuerdos del futuro (Seix Barral) es también doctora en Filología Inglesa y profesora de Psiquiatría y, además de siete novelas, ha publicado ensayos académicos en prestigiosas revistas científicas. Hustvedt es, además, miembro fundadora del movimiento Escritores contra Trump.

XLSemanal. Usted ha vivido en el epicentro de la pandemia…

Siri Hustvedt. En Nueva York, el periodo más intenso fue marzo, abril y mayo. Recuerdo vívidamente que una amiga mía, que es neurocientífica en Italia, me escribió para pedirme que tuviésemos cuidado, que lo que se nos venía encima era tremendo. Hablé con Paul y decidimos que no iríamos a ninguna parte. Y hemos estado en casa durante toda la pandemia. En la ciudad paralizada, solo se oían las sirenas de las ambulancias. ¡Y los pájaros! La situación ha mejorado.

XL. ¿Ha sacado algo en claro de su experiencia?

S.H. Creo que uno de los aspectos más interesantes de la pandemia es el hecho de que ya no podemos confiar en nuestras expectativas sobre cómo será el futuro. Solemos basarnos para predecirlo en experiencias pasadas. Ahora, ya nadie sabe…

XL. ¿Tiene la impresión de que su país está en una encrucijada y que puede tomar cualquier dirección?

S.H. Sí. Estas elecciones han sido una emergencia nacional. Suponían elegir entre conservar una república democrática, por frágil que sea, y un gobierno autoritario. No es una exageración. Las fuerzas populistas que quieren que abandonemos la senda constitucional son poderosas.

XL. ¿La victoria de Biden es un alivio?

S.H. Que conste que yo prefería a otros candidatos demócratas antes que a Biden. Pero creo que con él los progresistas tienen oportunidad de restaurar un gobierno constitucional y unas instituciones erosionadas que han recibido provocaciones constantes.

XL. ¿Cree que la democracia está amenazada?

S.H. Sí. Conviene recordar que nuestra democracia siempre ha sido una democracia injusta. El sistema, en su origen, cometió un crimen contra los nativos americanos. Y, por supuesto, también estaba la esclavitud, que continuó de otras maneras incluso después de la Proclamación de Emancipación. Y hoy sigue condicionando a una sociedad muy desigual y racista. Sin embargo, y últimamente he leído mucho la Constitución, ese documento no dice que el hombre blanco es el que tiene derechos. Ni siquiera habla del hombre, elige la palabra ‘persona’, y no es casual. No necesitamos revisar la Constitución, sino estar a la altura de lo que prometía. Y con Trump en la Casa Blanca era imposible.

«El virus ha hecho que no podamos confiar en cómo será el futuro. Para predecirlo, nos apoyamos en experiencias pasadas. Ahora, ya nadie sabe…»

XL. Trump sigue teniendo un respaldo muy fuerte.

S.H. Trump no sería nada sin millones y millones de seguidores. La prensa olvida con frecuencia el gran apoyo que tiene. Incluso tiene simpatizantes entre los hombres negros y latinoamericanos. Nunca se debe subestimar el atractivo que ejerce el hombre fuerte y fanfarrón.

XL. ¿Y si el traspaso de poder se alarga?

S.H. Si se prolonga, la máquina propagandística alimentará el discurso del fraude y las trampas, y se corre el riesgo de enfrentamientos en las calles.

XL. Según The Atlantic, Trump llegó a decir que los soldados americanos muertos en combate son unos perdedores. ¿Cómo va a aceptar alguien así la derrota?

S.H. Lo fascinante, cuando Trump hace estos comentarios, es que mucha gente se queda impactada, pero también hay mucha gente a la que no le importa. O piensa que no lo ha dicho y que la prensa ha mentido. Lo que estamos viendo es una gran ola emocional, muy parecida a las olas emocionales del fascismo. Trump le ha dado a mucha gente la oportunidad de hacer una transición emocional de la vergüenza al orgullo. Muchos hombres blancos sienten como una humillación personal el éxito social y profesional de la gente de color y de las mujeres. Por eso no les importa lo que Trump diga, sino lo que les hace sentir. Un orgullo beligerante y enfadado. Y, para sentirlo, necesitan un chivo expiatorio. El judío, el homosexual, la mujer, el negro, el inmigrante… Esto es un drama que se ha repetido en diferentes épocas. Si no estamos alerta ante el poder de la emoción colectiva, fracasaremos a la hora de entender lo que está en juego.

XL. ¿Qué está en juego?

S.H. Que el gran experimento de la democracia, que en Estados Unidos ha funcionado durante más de dos siglos, puede caer.

«Somos una sociedad global y atrincherarse en nuestros pequeños estados nación probablemente es una mala idea»

XL. La visión de civiles armados en las calles choca a un europeo.

S.H. Es muy peligroso. No estoy pronosticando una guerra civil, pero somos un país que ya pasó por una y nunca la terminó de superar. Que haya continuado la desigualdad es la grieta más importante que tiene este país. En cualquier momento se puede producir un estallido. Por otra parte, las redes sociales han mostrado cómo la Policía trata a los negros una y otra vez. Ver estos asesinatos ha afectado a la política. La voz con mayor autoridad en este momento es la del movimiento Black Lives Matter.

XL. ¿Había visto a la sociedad americana tan polarizada?

S.H. No, y eso que recuerdo el asesinato de Martin Luther King, que me impresionó. La mitad del país cree en la investigación científica, en los efectos del cambio climático y en la evolución… La otra mitad no. Para ellos, Qanon y otras teorías conspiratorias siniestras son fiables. Si no tenemos una base común para adquirir el conocimiento, ¿cómo vamos a hablar unos con otros?

XL. La pandemia y la economía complican el panorama…

S.H. Sí, y no solo desde la extrema derecha. También hay fuerzas de izquierda que no quieren participar en instituciones democráticas porque anhelan una revolución. Hay una idea muy vieja en la izquierda radical y es que, si las cosas se ponen realmente feas, entonces la revolución es posible. Creo que hay que salir a la calle, pero también que hay que participar en la vida democrática.

XL. El coronavirus ha matado a 250.000 norteamericanos. La gripe española de 1918 mató a tres millones. Superada aquella pandemia, la vida siguió como de costumbre, sin grandes cambios…

S.H. La pandemia de 1918 expuso las desigualdades. Todas las pandemias lo hacen. Los ricos se van de las ciudades y viven con relativa comodidad en sus segundas residencias. Los pobres, hacinados, mueren en mayores proporciones.

XL. Se cierran fronteras y se habla del ‘nacionalismo estratégico’ como nuevo paradigma de las relaciones internacionales.

S.H. Somos una sociedad global y atrincherarse en nuestros pequeños Estados nación probablemente es una mala idea. El planeta es muy frágil, puede que llegue un momento en que suframos pandemia tras pandemia, en parte por el hecho de que una menor biodiversidad hace que el contagio entre especies sea más probable. El mundo será un lugar más vulnerable.

XL. Se siente inspirada para escribir con la que está cayendo?

S.H. He escrito piezas para los periódicos, pero ficción… Muchos escritores esperan a que el polvo se asiente para tener una perspectiva. Como decía Wordsworth, la poesía tiene su origen en el recuerdo tranquilo de emociones pasadas. Si escribo algún día sobre esto, será desde la distancia. Pero quién sabe, le doy muchas vueltas a lo que significa vivir tan aislados unos de otros. Son tiempos extraños.

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