Cuatro años atrás nadie lo conocía. Hoy es uno de los actores españoles con más tirón. Dueño y señor de las redes sociales, Lorente se mete ahora en la piel del Cid en la nueva serie de Amazon Prime Video. Antes del estreno hablamos con este murciano de 28 años sobre héroes y villanos, pandemias y políticos, rodajes salvajes y también, por qué no, del amor. Por Fernando Goitia. Fotografía: Daniel méndez / Estilismo: José Herrera
• Jaime Lorente, a solas con el Cid antes del estreno de la serie en Amazon Prime
«Al otro lado de esa colina está Vivar», señala el Cid, resucitado 900 años después en la figura de Jaime Lorente. El actor murciano, catapultado a la fama por La casa de papel –lo siguen más de 15 millones en Instagram–, posa para XLSemanal sobre la cubierta de la catedral de Burgos, el templo donde yacen los restos del gran mito castellano. Desde lo alto de su esplendoroso cimborrio, a 50 metros del suelo, se divisa esa estepa castellana por la que –polvo, sudor y hierro, escribió Machado– cabalgó el mítico Rodrigo Díaz hacia el destierro. Es, sin duda, el lugar idóneo para hablar de El Cid, la serie –la más cara de la historia hecha en español– que Amazon Prime Video estrena el 18 de diciembre. «Es un Cid distinto al que se ha visto hasta ahora, más real, más humano… –adelanta su protagonista–. Y sin mascarilla, claro». La pandemia se cuela sin remedio en la conversación. Al fin y al cabo, el coronavirus detuvo el rodaje en marzo y fueron necesarias otras dos semanas de julio para culminarlo. El confinamiento, además, supuso su primer parón laboral en cuatro años de encadenar series y películas sin descanso. «Estar encerrado me obligó a parar y a enfrentarme a muchas cosas de mí que ni siquiera sabía», confiesa. Siga leyendo si quiere saber cuáles.
XLSemanal. ¿Cómo fue el regreso a un rodaje después del confinamiento?
Jaime Lorente. Muy raro. Todo lo que rodea al momento de rodar una secuencia de segundos o de minutos es un protocolo superestricto. Hasta que se dice: «¡Acción!». De pronto, el peligro desaparece y te pones a luchar, a hablar, a besarte o a acostarte con otra persona sin mayor problema.
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Jaime Lorente posa en exclusiva para XLSemanal bajo los arbotantes de la catedral de Burgos, la iglesia en la que descansan los restos del Cid.
XL. ¿Cuántas PCR se ha hecho ya?
J.L. He perdido la cuenta. Cuando trabajo, dos por semana. Y eso todo el equipo. Es lo que hay. Cuando estábamos confinados, pensaba en que volver a trabajar no debería implicar jugarse la vida, pero lo he llevado bien. Y otra cosa que me remueve es que, como actores, seguimos representando la vida, pero la vida de antes, no la de ahora.
XL. A mí me resulta extraño ver películas, series y obras donde la gente no usa mascarilla.
J.L. Sí, ves a los actores en una fiesta, besándose o en una escena de sexo y no puedes evitar pensar: «¡Aléjate, que te vas a contagiar!» [se ríe]. Es muy fuerte esto de ver a todos los demás, de pronto, como una especie de enemigos.
«En el colegio siempre estaba en mi mundo. Me gustaba escribir, el teatro… Desde niño he tenido un punto de vista poético sobre la vida»
XL. Solo el 24 por ciento de los españoles se vacunaría lo antes posible contra la COVID. ¿Está entre ellos?
J.L. Decir que sí ahora, pedirnos fe absoluta en las farmacéuticas, es responder a ciegas. Necesito más información. Pero, a ver, entiendo que, si no me vacuno y tú sí, cuando nos juntamos, no te pongo en peligro porque ya estás inmunizado, ¿no? No sé, pero creo que no pueden obligar a la gente a vacunarse.
XL. Como sociedad, ¿estamos aprendiendo algo con todo esto?
J.L. No. Durante el confinamiento hubo un sentimiento de comunión personificado en los aplausos, pero sigue imperando el egoísmo. Hay gente que pone a los demás en riesgo a sabiendas. Por no hablar de la politización de la salud y la muerte de personas. No es momento de sacar réditos, sino de colaborar. Todos nos decíamos: «Igual esto sirve para que el mundo mejore», pero es una puta mentira. Todo sigue igual.
XL. ¿Era pesimista de antes o es una secuela de la pandemia?
J.L. [Se ríe]. Yo tengo mala leche, pero soy una persona alegre y, creo, con sentido común. Admito que lo he llevado muy mal. Tanto tiempo conmigo mismo me ha costado…
XL. ¿Estaba solo en casa?
J.L. Con mi pareja (la actriz María Pedraza). Por esa parte, muy bien.
XL. ¿Una luna de miel, entonces?
J.L. Totalmente. Nos ha unido muchísimo. Menos mal, porque la pandemia ha sido una prueba de fuego para las relaciones. Todo un rompeparejas. Supongo que algo iría mal de antes y con el encierro estalló. La verdad es que vivimos una época en la que pensamos en quiénes son las personas a las que queremos de verdad. Hoy, no hay llamada con mis padres en la que cuelgue sin decirles «te quiero». Algo impensable hace diez años.
XL. ¿Y él/ella te responde lo mismo?
J.L. Sí, sí, y es algo superbonito.
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Lorente y la actriz María Pedraza (24 años) ya habían trabajado juntos en ‘Élite’ y ‘La casa de papel’, pero no se convirtieron en pareja hasta el año pasado, rodando la película ‘¿A quién te llevarías a una isla desierta?’ Sumando sus cuentas, tienen más de 27 millones de seguidores en Instagram.
XL. María y tú habréis compartido estados de ánimo similares porque también le vino la fama joven y de golpe, encadenó proyectos sin parar; tres de ellos, de hecho, contigo…
J.L. Sí, los dos igual, sin tiempo de pensar si quieres seguir currando. Es curioso porque pasamos por angustias que uno sufría primero y después caía el otro en la misma [se ríe]. Nos ayudamos. La verdad es que resulta muy curioso que estemos juntos, porque María y yo trabajamos en La casa de papel y en Élite, nos conocíamos desde hacía cinco años y ni siquiera habíamos salido a tomar algo. Y, de pronto, coincidimos en ¿A quién te llevarías a una isla desierta? y todo surgió de un modo natural, sin empujar nada. Pero de no ser por esa peli, no estaríamos juntos.
XL. «Surgió natural, sin empujar». ¿No suele ser así en los rodajes?
J.L. Es que pasa mucho que, desde el primer día, todo el mundo sale, se cuenta su vida, se enamora, follan… Hostia, tíos, que esto lo hago yo con colegas míos con los que tengo mucha confianza.
XL. Suena a recuerdos concretos…
J.L. Sí, bueno [se ríe], sobre todo por las movidas que hay después, que por cualquier nimiedad hay quien te suelta un: «menudo hijo de puta». Y a un amigo le puedes pasar una tontería, pero es que esta persona es solo un compañero de curro al que le has dado un acceso a tu vida que realmente no se merece.
XL. Lo dice alguien con 15 millones de seguidores en Instagram, donde das acceso a gente que no conoces…
J.L. Totalmente de acuerdo. Pero para mí es solo una herramienta de trabajo y publicidad. Estoy peleado y asqueado con las redes sociales, son de una superficialidad absoluta. Han dado un poder enorme a muchas personas sin preparación emocional, social o política. No puede ser.
«Estoy asqueado de las redes sociales. Han dado un poder enorme a personas sin ninguna preparación emocional, social o política»
XL. Nunca se mete en polémicas…
J.L. Es que tener tantos seguidores implica que todo lo que haces, digas o enseñes es trascendente. Puse un día un tuit y, nada más subirlo, lo borré y enseguida puse otro que decía: «Acabo de borrar el tuit anterior porque no tenía claro si me iban a llamar comunista o facha» [se ríe]. Porque aquí lo que rige es que los tuyos son superhéroes y los otros, villanos. La gente te interpreta por donde le da la gana, así que me lo ahorro.
XL. ¿Qué había puesto?
J.L. Algo de los diputados que se escupían unos a otros a la cara mientras la gente se moría. Soy muy crítico con el Gobierno porque la respuesta de las autoridades ha sido una gran basura. No tenía que haberse muerto tanta gente. Pero, ojo, que eso no es darle la razón a la oposición, que ha sido otra gran basura.
XL. Le advierto de que aquí también le van a leer miles de personas…
J.L. No es lo mismo. En Twitter pones una frasecilla y, de pronto, eres tendencia o alguien se adueña de tus palabras, pero aquí, contigo, lo puedo explicar mejor.
XL. Ahora que estrena El Cid, le tuitearán exigiendo rigor histórico…
J.L. Sí, es inevitable, pero no es un documental. Partes de unos hechos históricos, pero esto es ficción y hay licencias, porque lo que queremos es que la gente se entere de la trama. Y el que quiera historia, que vaya a un museo o se lea un libro.
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Jaime Lorente en un fotograma de la serie ‘El Cid’
XL. Cuénteme cómo es el rodaje de una batalla medieval.
J.L. Es la leche. Imagínate en mitad de un campo con 25 kilos de vestuario encima, por la cota de malla, que pesa una barbaridad, y rodeado de cientos de tíos con espadas, escudos, hachas y flechas de verdad, con ciento y pico caballos, todo el mundo dándose garrote, el polvo, la niebla; pues te crees que estás en una puta batalla. Y si estás un poco pinzado como yo, te lo pasas como un enano. Es adrenalina pura.
XL. ¿Se pegan de verdad?
J.L. Es que si quieres realismo hay que darse garrote. Yo voy a golpearle la cabeza a uno y confío en que, tal y como ensayamos, se la va a cubrir. Yo estoy contando lo que vive el Cid en medio de la batalla –donde mata a un hombre en combate por primera vez, obtiene su primer gran triunfo y se gana el apodo de Campeador– y alrededor todos son especialistas cuya prioridad es mi seguridad. Caballos y armas por aquí y por allí y crean un círculo de protección. Si un animal se desboca, están al quite.
XL. ¿Se lesionó?
J.L. Sí, me hice un esguince en la mano que me han dicho que llevará un año curarlo del todo. Y, luego, de cortes una barbaridad. Te emocionas, el otro falla un milímetro y te llevas un espadazo que te levanta la carne. Yo me he visto el hueso de un dedo. El realismo tiene un precio, digamos. Y la verdad es que ha quedado espectacular.
XL. ¿Cómo se enfrenta uno a un personaje tan significado en el imaginario colectivo?
J.L. Con naturalidad. Mira, yo mido 1,75, no soy Charlton Heston, y tengo que apoyarme en sitios diferentes para contar esta historia. Hice hincapié en su evolución y en su altruismo. Me empeñé mucho en hacer un tío de verdad, no el típico héroe al estilo Marvel, que ahora nos domina, por encima del bien y del mal. Es alguien que, sencillamente, tiene algo que nadie tiene. Lo lleva dentro y aflora poco a poco. Él es un infanzón, la escala más baja de la nobleza, pero supera las dificultades y se hace a sí mismo desde la infancia y la adolescencia hasta convertirse en una figura trascendente.
«La pandemia ha sido una prueba de fuego para las relaciones. Todo un rompeparejas. No es mi caso. A nosotros nos ha unido muchísimo»
XL. La propaganda franquista acogió al Cid como símbolo de su cruzada, nombrándolo Salvador de España y comparándolo con Franco. ¿Se han querido distanciar de todo eso?
J.L. Sí. Oigo a mucha gente que dice: «Ah, el Cid, qué facherío». Su figura tiene una aproximación patriótica y otra que lo pinta como un mercenario sin bandera, pero describirlo con un adjetivo contemporáneo es un error. Creo que tuvo unos valores muy claros, a diferencia de lo que imperaba en aquella época de violencia, guerra y traiciones donde no te podías fiar ni de tu hermano. A todos les movía la ambición y la vanidad mientras el pueblo vivía en la miseria. Y llegó un momento en que él se dio cuenta de que todos eran iguales, que todo es mentira.
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Jaime Lorente posa para XLSemanal en el tejado de la catedral de Burgos.
XL. ¿Intuyo que empatizó con el Cid más de lo que esperaba?
J.L. Joder, tío, se me ponen los pelos de punta porque es el personaje en el que más me he reconocido.
XL. ¿De verdad? ¿Y por qué?
J.L. Por todo lo que estaba viviendo de exposición pública, fama… Me emocioné al leer la secuencia en la que regresa de su primera batalla y la gente lo aclama. Todos le dicen que disfrute del reconocimiento, pero él replica: «No lo quiero». A mí me pasaba igual. Actuar me llena el alma, pero me sobra todo lo demás. No hago lo que hago para obtener eso.
XL. Cuando nos obligaron a llevar mascarilla, ¿pensó que la gente, al fin, no lo reconocería por la calle?
J.L. Sí, eso pensé, pero ni por esas [se ríe]. Debo de tener una cara rara.
«Durante el confinamiento hubo un sentimiento de comunión personificado en los aplausos, pero sigue imperando el egoísmo. Todo es mentira»
XL. Es que la mascarilla resalta la mirada y la suya es bastante popular.
J.L. Puede ser, sí, soy más mirada que otra cosa a la hora de trabajar.
XL. Se le da bien, por cierto, la mirada de odio. ¿La utilizó en el cole contra sus enemigos?
J.L. [Se ríe]. Yo es que siempre estaba en mi mundo. Me gustaba escribir y ya en el bachiller me introduje en el teatro. Siempre he tenido un punto de vista poético sobre la vida. Y la mirada es, además, en lo primero que me fijo de alguien.
XL. Juega mucho con ella, desde luego, en esta historia de intrigas y odios viscerales.
J.L. Sí, y me alegré de hacer este papel. Venía de personajes muy expresivos y quinquilleros y, de pronto, me lanzan a una época donde todo es mirada y contención extrema. Es mi personaje más complejo. No como héroe, sino como persona con debilidades. Como decía Uta Hagen, gran maestra de actores: un caballero caga, se masturba, se tira pedos y se levanta con legañas, como todo el mundo.
UN HITO EN LA FICCIÓN ESPAÑOLA
«En España no se ha hecho una serie de estas dimensiones», dice Marco A. Castillo, director y productor creativo de El Cid. Se desconoce el presupuesto de la serie de Amazon Prime Video, pero la ambientación–70 por ciento en exteriores– y, sobre todo, las batallas muestran un punto y aparte en la televisión hecha en nuestro país. Por dar un par de cifras: se han utilizado más de 1100 caballos, 3400 figurantes para las batallas y 750 planos de efectos especiales.
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