El hombre vivo más ‘sexy’, alfombras rojas, fiestas en el lago de Como… sí, pero esos no son los temas que de verdad le interesan a George Clooney. Esta es una conversación sobre la autodestrucción humana y el sentido más profundo de su trabajo. Por Max Fellmann/Fotografía: Anette Nantell/Getty Images/Cordon
Los cumplirá el 6 de mayo: 60 años, pero George Clooney preserva intacto su encanto. Y su entusiasmo. Metido en mil batallas, profesionales, políticas y humanitarias, el gran sex symbol americano –antiguo asesor de imagen y amigo del mismísimo Barack Obama– vuelve a la carga con otra entrega de cine comprometido. Estrenada directamente en una plataforma de streaming, su nueva película como director y actor –Cielo de medianoche– es una reflexiva cinta sobre una eventual y autoinfligida destrucción de la humanidad. No parece la alegría de la huerta, pero lo cierto es que el actor, padre de dos mellizos de tres años, no ha perdido el optimismo ni el sentido del humor. Tampoco la sinceridad, virtud que despliega sobre todo tipo de asuntos en esta personalísima entrevista.
XLSemanal. Señor Clooney, ¿hay momentos en los que ser George Clooney resulta un fastidio?
George Clooney. Yo lo llevo bastante bien, ¿por qué lo dice?
XL. Dirige películas ambiciosas, lleva años involucrado en política…, pero si menciona de pasada un detalle sobre su petición de matrimonio en un programa de televisión todo el mundo habla del asunto. ¿Alguna vez piensa: «¡Oigan, que tengo otras cosas que contar!»?
G.C. Sí, bueno, ya son muchos años en el negocio, sé cómo funciona. Si cuento que yo mismo me corto el pelo, hacer una pieza breve sobre el tema es fácil. Meterse de lleno en lo que alguien tiene que contar supone más trabajo. Ayer estuve dando entrevistas por Zoom, 10 periodistas cada vez, 60 en un día. Antes de empezar, aposté conmigo mismo que al menos 25 querrían hablar de lo de mi corte de pelo.
XL. ¿Y qué pasó?
G.C. Fueron 35. Es un tema ligero y la gente tiene derecho a hablar de mi pelo. Que haya algo con lo que reírse en mitad de la pandemia no hace daño a nadie.
«Treinta y cinco periodistas han querido hablar de mi pelo. Y está bien. La gente tiene derecho a hablar de mi pelo. Que haya algo con lo que reírse en mitad de la pandemia no hace daño a nadie»
XL. ¿No teme que no le tomen en serio?
G.C. A mi edad, que me tomen en serio ya no es mi necesidad más urgente. Mire, tenía una tía que era una cantante maravillosa. Yo le hacía de chófer de vez en cuando. Una noche, ella iba en el asiento de atrás bebiendo vodka. Le dije: «¿Por qué eres mejor cantante ahora, con 65 años, que cuando tenías 25? Ya no mantienes las notas como antes, pero eres mejor». Y me dijo: «Soy mejor porque ya no tengo que demostrar que sé cantar, simplemente interpreto mi repertorio». Y así me siento. No tengo nada que demostrar, solo interpreto mi repertorio. Y si eso significa que, de vez en cuando, he de divertir a la gente, no pasa nada.
XL. En su nueva película hace lo contrario: la humanidad prácticamente se ha destruido a sí misma, un científico moribundo en el Ártico intenta contactar por radio con otras personas… Usted es el científico y su cara es la de un hombre muy enfermo. Charlize Theron se afeó para Monster, Leonardo DiCaprio tenía un aspecto horrible en El renacido. ¿Un actor famoso debe esconder su atractivo para que el público se concentre en lo que quiere contar?
G.C. Nunca lo había pensado. Quizá tenga razón, algo de eso hay. En realidad preferiría interpretar papeles en los que se me viera igual que hace 20 años, ¡pero ya no tengo ese aspecto! Hay que asumirlo. Ya no hago de héroe romántico, me toca ser el tipo mayor.
XL. Una vez dijo que a la gente le gustan las historias apocalípticas. ¿Por qué cree que es así?
G.C. Para mi generación son algo normal. Crecí en una época en la que estaba presente la posibilidad de que la Unión Soviética y Estados Unidos se mandaran al otro barrio a bombazos. Había películas como ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú, y ese tipo de historias se grabó en nuestro ADN.
XL. También hay quien ve en el cine una forma de escapismo. Spielberg, por ejemplo, dice que a la gente le gusta ver cosas lo más alejadas posible de la realidad.
G.C. Esa forma de verlo también tiene base. Pero, mire, vivo en un país en el que el presidente ha pasado cuatro años diciendo que la prensa es el enemigo del pueblo, ha negado el cambio climático… Un día decía que es amigo de Kim Jong-un y al siguiente estábamos al borde de una catástrofe nuclear. Con esa sensación constante de inestabilidad, no se puede mirar a otro lado.
«He coincidido muchas veces con Trump. Incluso tengo su número de teléfono. Es un cretino. El tipo de hombre que te resulta desagradable hasta en un bar»
XL. Trump seguirá alborotando.
G.C. Y recibirá unas cuantas citaciones. Se le avecina un montón de demandas. Si alguien de mi familia hubiera muerto de COVID-19, lo demandaría.
XL. ¿Y si vuelve a presentarse dentro de cuatro años?
G.C. No me preocupa. Más bien me lo imagino llevando un mono a juego con el color de su piel.
XL. Se refiere a un uniforme de presidiario.
G.C. ¡Es absolutamente factible! Hay un montón que destapar.
XL. ¿Ha coincidido con él?
G.C. Muchas veces, sí, incluso tengo su número. En una ocasión, antes de ser presidente, apenas un payaso neoyorquino, estábamos en una cena con más gente y, en cuanto su mujer se levantó de la mesa, él se inclinó hacia mí y me preguntó si tenía el teléfono de la camarera. Es un cretino. El tipo de hombre que te resulta desagradable hasta en un bar.
XL. ¿Cree que todas estas divisiones, a largo plazo, llevan a la catástrofe?
G.C. El peligro existe, eso está claro. De todos modos, los estadounidenses siempre han sido bastante buenos tomando las curvas. Pasamos por la guerra de Secesión, pero también en los años sesenta por los disturbios raciales, Vietnam… Somos muy buenos volviendo a poner las cosas en orden y confío en que logremos superar las fracturas.
XL. Suena optimista.
G.C. Soy realista. Hay una cita genial de Martin Luther King: «El arco del universo moral es amplio, pero se inclina hacia la justicia». Y yo lo creo. La próxima generación está muy alejada del fanatismo con el que yo crecí, es más libre, se preocupa por el medioambiente… Siempre damos unos cuantos pasos hacia atrás, pero también grandes pasos hacia delante.
«El arrepentimiento es como un tumor. Puede destruirte. El mayor fracaso es no intentarlo»
XL. El hombre mayor al que interpreta en Cielo de medianoche se rebela contra muchos de los pasos que él mismo dio en su vida.
G.C. Conozco a bastantes personas que han llegado a una edad avanzada y que se lamentan de muchas cosas. El arrepentimiento es como un tumor. Puede destruirte. Es muy triste ver a personas mayores que se aproximan a su muerte y que tienen la terrible sensación de haber desperdiciado su vida. Que tendrían que haber hecho esto o aquello cuando eran jóvenes, que tendrían que haberlo intentado. Eso te amarga.
XL. Nadie es inmune a esa sensación. Siempre existe la posibilidad de acabar arrepintiéndote de algo.
G.C. Le pondré un ejemplo. Cuando tenía 20 años, vivía en Kentucky. Me ganaba la vida cortando tabaco en los campos, a tres dólares la hora. A veces iba a la universidad, a veces no, las cosas no me iban demasiado bien. Entonces decidí marcharme a California para ser actor. Mi padre pensaba que mejor que no lo hiciera, que no funcionaría, que la probabilidad era de uno entre un millón. Y yo le dije: «Papá, no quiero llegar a los 65 y decir: ‘Mierda, al menos lo tendría que haber intentado’».
XL. Ahora es fácil decirlo, pero le podría haber salido mal…
G.C. ¡Pero esa es la cuestión! Siempre estuve dispuesto a fracasar. Estaba dispuesto a volver a casa y dedicarme a vender seguros o cualquier otra cosa por el estilo. Pero no quería no haberlo intentado. Sigo pensando que la única forma de fracasar en realidad es no intentarlo, sí, ese es el único fracaso que existe.
XL. Los Ángeles está lleno de personas que lo intentaron, pero que ahora se encuentran atrapadas en trabajos temporales.
G.C. Mírelo así: es mucho más fácil afrontar la realidad cuando puedes decir que lo has intentado, pero que nadie te ha dado un trabajo. Al menos puedes echarle la culpa a otro. ¡Los idiotas de la agencia de casting no han sabido ver lo bueno que soy!
XL. En su caso, no pudo salirle mejor. Su amigo Matt Damon dijo una vez sobre usted: «El tío hace muy fácil que lo odies».
G.C. ¡Jajaja, qué bueno! Siempre he sido muy consciente de la suerte que he tenido. Sé que podría haber salido de otra manera. Iba a las audiciones en bicicleta, dormía en el suelo, en trasteros de amigos, estaba siempre sin blanca. Durante siete años ni siquiera tuve seguro médico.
XL. Su padre dijo una vez sobre usted: «Todos llegamos a un punto en el que queremos quedarnos. Pero George sigue adelante». ¿Se siente reflejado en estas palabras?
G.C. A mí nunca me las ha dicho. Parece más una descripción de sí mismo. Nunca ha levantado el pie, tiene 87 años y sigue escribiendo. Entrevista a gente. Siguen interesándole la política y la vida. Es evidente que llevo sus genes.
XL. Seguro que ha habido algunos momentos de frustración. ¿Cómo lleva los contratiempos?
G.C. ¿El vaso está medio vacío o medio lleno? Podría pasarme toda la conversación quejándome de que esta película en la que he trabajado dos años, y que está pensada para la pantalla grande, al final no se va a ver en los cines. Ni siquiera va a haber un estreno de verdad, nadie la va a ver tal y como fue pensada. Pero, por otro lado, al menos la gente la verá. Y en el mundo hay problemas mucho más importantes. El vaso está medio lleno.
«Para mi mujer, no es divertido verse en una foto de prensa saliendo del hotel con nuestros mellizos. Ella trabaja con asuntos realmente serios, importantes»
XL. ¿Ha aprendido algo de sí mismo gracias a su trabajo como director y actor?
G.C. He aprendido, bueno, no, en realidad ya lo había aprendido antes: una vez recorrí los Alpes en moto con cinco amigos durante cuatro semanas. Yo era el que llevaba el mapa. Entonces no había ni teléfonos móviles ni Google. Me tocaba poner de acuerdo a los otros cinco, cada uno de ellos con intereses diferentes. Uno quería salir de fiesta; otro, subir a la montaña. Conseguir que el grupo se moviera en la misma dirección me enseñó todo lo que debía saber para ser director de cine. Se hacen concesiones, se toma una decisión y luego alguien lidera.
XL. ¿Es capaz de ponerse duro en el rodaje? ¿De levantar la voz?
G.C. No soy gritón. Soy más bien un jugador de equipo. Una vez participé en una mesa redonda con varios directores y uno de ellos, muy conocido, me dijo: «¿Sabes?, yo intento quebrar a mis actores». Y yo le respondí que entonces nunca trabajaré con él. No creo en esa forma de verlo. Pienso que los actores necesitan un lugar seguro donde probar cosas.
XL. ¿Qué piensa el George Clooney director sobre el George Clooney actor?
G.C. Ahí tengo ventaja, como actor sé lo que el director necesita, y como director sé lo que preciso del actor. Cuando eres actor, solo tienes que hacer tu parte… y punto. Cuando era novato, una vez interpreté a un tipo que tenía que llevar una pizza, solo eso, y le dije al director: «Creo que mi personaje acabó como repartidor de pizzas porque sus padres eran alcohólicos». Y el director me dijo: «Sí, sí, vale… Ahora llama al timbre y entrega la pizza».
XL. Su amigo Grant Heslov dijo una vez: «George es lo más alejado que hay a un actor del método».
G.C. ¡Jajaja! Eso es verdad. Pero no hay un enfoque mejor que otro. He trabajado con gente como Julia Roberts, que está en un rincón haciendo un crucigrama, lo cierra cuando el director dice «¡acción!» y borda una escena que deja a todo el mundo impresionado. Y en el otro lado está Daniel Day-Lewis, que vive todo el tiempo metido en la piel de su personaje y te interpreta el papel de una forma espectacular. Yo nunca podría hacer nada parecido. Llego a casa por la noche y tengo que encargarme de mis hijos, ¿cómo voy a llevarme a casa la tragedia de un científico que se está muriendo de cáncer en el Ártico? No, no lo veo.
XL. Si echa la vista atrás, ¿cuál ha sido su momento favorito delante de la cámara?
G.C. Probablemente, la primera vez que trabajé con Steven Soderbergh en Un romance peligroso. Yo venía de hacer Batman y Robin, una película terrible que me valió muchas burlas, y él de rodar una película que tampoco funcionó bien, titulada Bajos fondos. Nos encontrábamos en una situación bastante lamentable. Lo primero que rodamos fue la escena del atraco al banco, esa en la que amenazo con mucha educación. Steven y yo nos dimos cuenta al mismo tiempo de que ahí había algo. Fue una sensación estupenda porque los dos estábamos un poco como en una cárcel cinematográfica. De aquello salió una larga colaboración de diez años, las películas de la serie Ocean’s…
«Una de las cosas difíciles que tiene esta profesión es que envejeces en la pantalla. Todo el mundo te ve, y eso puede acabar contigo»
XL. En muchas de sus entrevistas hay un pensamiento que aparece con frecuencia. Cito: «Sé que algún día ya nadie querrá verme en una pantalla». ¿De verdad lo cree?
G.C. Cary Grant lo dejó de un día para otro después de verse en la pantalla, creo que fue en una película con Audrey Hepburn. Se vio y dijo: «Vale, hasta aquí». Otros actores consiguen cambiar. Paul Newman lo hizo, con la edad se transformó en un excelente actor secundario. Hay muchos actores que intentan aferrarse a sus tiempos de gloria. Pero no funciona porque los espectadores cambian y el mundo sigue girando. Una de las cosas difíciles que tiene esta profesión es que envejeces en la pantalla. Todo el mundo te ve, y eso puede acabar contigo.
XL. Esto último también se puede decir de su vida más allá de la pantalla.
G.C. Y no me importa demasiado. Creo que a mi mujer [Amal Clooney] le cuesta más. Ella no se dedica al espectáculo. Su trabajo es luchar por la justicia, sacar a periodistas de la cárcel. Para mi mujer, que aparezca una foto en la que se la ve saliendo del hotel con nuestros mellizos no es divertido. Ella trabaja con asuntos serios, importantes. Yo lo tengo muy fácil, como actor solo tengo que encontrar papeles que sean creíbles. Y si escribo, produzco o dirijo, ni siquiera tengo que preocuparme de lo que piensa sobre mí tal director o tal jefe de casting.
XL. Pero es consciente de que una película que usted dirige tiene el doble de éxito si también interpreta el papel protagonista.
G.C. Quizá, pero cuando leí el guion pensé que no se lo podía ofrecer a Brad Pitt o a Matt Damon. No parecen lo suficientemente viejos para el papel.
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