Asturiano, 84 años. Sacerdote, fundador y presidente de Mensajeros de la Paz, la ONG galardonada con el Premio Príncipe de Asturias en 1994. «Tengo el corazón roto. Se nos han muerto casi 500 abuelos en las residencias de Mensajeros de la Paz». Por Virginia Drake /Fotografía: Daniel Méndez

→ Una de las lecciones de vida más importantes me la enseñó el cardenal Tarancón: no solo hay que creer en Dios, también en los hombres. Yo no me he encontrado personas malas, me he encontrado gente enferma. Nadie es malo por naturaleza.

→ Ahora tengo el corazón roto. Se nos han muerto casi 500 abuelos en las residencias de Mensajeros de la Paz. Los políticos se han equivocado en esta pandemia; y hay que mandarlos a casa.

→ Creo que los 80 años son mejores que los 30, aunque, claro, uno quiera seguir viviendo y no irse. Y sigo soñando. Mi sueño es acabar con todas esas diferencias que hay con los colores de la gente, con las razas. Sueño también con que haya una mujer presidenta del Gobierno en España, incluso que sea negra. Lo de que una mujer sea obispo llegará algún día. Alguna vez he tenido ganas de casarme, claro; de joven, de mayor y de pequeño; pero no ha sido una renuncia muy grande. A los curas nos enseñan a controlar los enamoramientos.

→ ¿Un epitafio? El mismo que el del cardenal Tarancón: «Que digan de mí que intenté que la gente se quisiera».

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