Un vídeo que Isabel Coixet grabó de su madre, Victoria Castillo, de 86 años, quejándose del trato a los mayores se ha convertido en viral. Ahora, su nieta, la fotógrafa Zoe Sala Coixet -hija de la cineasta-, de 23 años, habla con ella sobre cómo la pandemia ha cambiado su vida. Y sigue bastante enfadada. Textos y fotos: Zoe Sala Coixet

Zoe Sala Coixet. ¿Cómo describirías tu experiencia durante el confinamiento?

Victoria Castillo. Pues al principio lo pasé mal porque era algo nuevo y, al ver que los mayores morían en todas las residencias, me preocupaba. Pero ya después, con el confinamiento, me fui acostumbrando un poco. Y no lo pasé mal. Leía, escuchaba música… Estaba bien. Preocupada siempre estaba, y estaré, porque lo que está pasando es muy fuerte. No es que esté muy contenta con todo lo que está pasando, pero…

Z.S.C. ¿Qué te parece lo de la vacuna?

V.C. Mira, lo de la vacuna, cariño, yo, al principio, pensaba: «Como soy mayor, me van a vacunar». Pero ha pasado una cosa: han pasado los días y se fue vacunando primero a las personas que estaban en residencias, pobrecitas, y te digo una cosa: ahora, si me quieren vacunar, si es que hay vacunas, pues me vacuno y, si no, me tiene sin cuidado. Yo lo único que quiero, mira, es saber de dónde ha venido esto. Dicen que si de un animal, que si de un no sé qué. Es lo único que quiero: saber. Lo demás… pues que venga lo que Dios quiera.

«Estoy enfadada. Cuando veo a alguien sin mascarilla por la calle, me dan ganas de decirle: ‘Oiga, póngase la mascarilla. Tenga, yo se la dejo, que siempre llevo una de más en el bolso'»

Z.S.C. ¿Y cuál es tu visión sobre la actitud social de la gente y, en particular, de los jóvenes? Esto de que…

V.C. Sí, sí, ya sé lo que me quieres decir, cariño. Yo no estoy muy de acuerdo con todo lo que está pasando con algunos jóvenes. Yo comprendo que se tienen que divertir, pero que estés con 30 o 40 personas en un local sin mascarilla… yo eso no lo concibo. No es que yo le eche la culpa a la juventud, porque, oye, cada uno. Pero no estoy de acuerdo, y a veces veo a una persona sin mascarilla por la calle y me dan ganas de decirle. «Oiga, póngase la mascarilla. Tenga, yo se la dejo, que siempre llevo una de más en el bolso». No estoy de acuerdo en muchas cosas y estoy enfadada. Pero bueno… tampoco voy a ir a la calle a dar voces.

Z.S.C. Yo hay veces que veo a gente con la mascarilla puesta, pero con la nariz fuera. O que se la quita para toser o estornudar.

V.C. A mí, un día, un señor que estornudó… bueno… Aquello me supo… Me vine corriendo a casa, diciendo: «Ay, madre». Yo soy una persona que todo lo que dicen lo hago, pero si hay cientos que no…

En casa de las Coixet: conversación con mi abuela 1

Z.S.C. Y si lo comparas con otras grandes crisis que hayas vivido, ¿cómo ves la relevancia de esta pandemia mirada en perspectiva?

V.C. Yo no he vivido ningún… La Guerra Civil sí. Pero, bueno, tampoco me tocó así tan de cerca… Yo era una niña. Yo como esto no he vivido nada.

Z.S.C. Yo, por ejemplo, he oído a personas de mi edad comparar las restricciones que nos han puesto con la dictadura. Y me parece ridículo.

V.C. A ver, durante la dictadura no podíamos hacer nada y no podíamos decir ni pío. No se podían hacer reuniones, y por eso tu abuelo tenía que ir a reuniones de trabajadores clandestinas en la fábrica, de noche. Seguro que tu madre se acuerda… Pero yo he sido una persona, cómo te diría, bastante… Me he conformado con lo que he tenido en la vida. No sé, no he tenido algunas cosas, pero gracias a Dios estoy aquí y soy feliz. Relativamente, como todo el mundo. La felicidad no existe. Es un momento que pasa.

Z.S.C. ¿Y no recuerdas cosas prohibidas? ¿No te ibas a Francia para ver películas que aquí no se podían ver?

V.C. [Ríe]. De aquí me he ido, con el yayo, a Perpiñán a ver películas. El último tango en París, ya me contarás… [Ríe].

En casa de las Coixet: conversación con mi abuela 3

Z.S.C. Quizá lo tienes normalizado y no piensas en la dictadura como un momento de restricciones importantes, pero en realidad era algo fuera de lo normal.

V.C. Sí, sí, lo que pasa es que la vida te va dando una experiencia y dices «para qué recordarlo». Eso lo recordará siempre la gente que ha pasado por situaciones más duras. Pero yo no. En la guerra, como te digo, era una niña. Y la dictadura, que mucha gente, la mayoría, no la queríamos, estuvo, y ya qué vamos a hacer. Ahora, por suerte, no la tenemos, pero todo este trajín que se traen los de hoy: unos que «esto ahora sí», otros que «esto ahora no»… De toda esta pandemia, ¿sabes lo que ha sido más fuerte?

Z.S.C. No.

V.C. Que se haya muerto tanta gente mayor en las residencias. Eso, para mí, no tiene explicación. Querría que me lo explicaran. «De la residencia tal se han muerto 30 personas; de la residencia cual, 40». Eso fue lo que más alarmó, se lo dije a tu madre: «Esto es que han venido a buscar a la gente mayor».

Z.S.C. Eso suena a conspiración.

V.C. Bueno. Mmmm… No sé, pensé algo así, pero no lo voy a decir. Ahora, cuando ya he visto que las cosas se han ido normalizando un poco, pues ya me he tranquilizado algo. Pero yo no he vivido nada como esto, cariño.

En casa de las Coixet: conversación con mi abuela 2

Z.S.C. ¿Y cuáles son las diferencias que ves con cosas de otras épocas?

V.C. Hay tantas que no sabría por dónde empezar. No sé… Yo creo que, si las personas que mandan quisieran, el mundo sería de otra manera. No ahora porque esta pandemia es el no va más, pero antes ya había otra pandemia, que es la de los niños que se mueren de hambre. Millones. Y quisiera saber también qué pasará con la vacuna y la gente que vive en esos países del Tercer Mundo; qué pasará con la gente que vive allí porque no tienen nada. Y eso te da una tristeza… No sé. Yo creo que esta es una pandemia para que las personas pensemos un poco más. Pero, mira, los seres humanos, que somos racionales, somos los que más veces tropezamos con la misma piedra. No se escarmienta. Somos así.

Z.S.C. ¿Lo que ha pasado ha cambiado en algo tu visión de la vida?

V.C. Sí. Te voy a decir una cosa que a lo mejor… [ríe]. Yo soy -tú ya me conoces, cariño- bastante positiva. Y, cuando ya tienes cierta edad, esto sí que te sirve para pensar más en… en… en… no te lo quería decir [ríe], pero todo esto me da a mí más para pensar en la muerte, que es muy fuerte lo que te digo, pero es así. No pensaba yo antes en ello… A ver, ya sé que todos nos tenemos que morir y que ya sabemos para qué vivimos… para morirnos, ¿no? Pero ahora, quizá por todo esto, no sé… Yo antes no pensaba nunca en la muerte, pero ahora pienso más en ello. Es triste, pero es así.

Z.S.C. Bueno, no tiene por qué ser triste…

V. C. No, no. No tiene por qué serlo.

Z.S.C. Al final yo lo veo más misterioso que triste.

V.C. Sí, es un misterio, pero grande [ríe], muy grande. A tu madre a veces le digo que igual me encuentro con el yayo [ríe]. Y con mi madre, tu bisabuela. Tenía 96 años cuando se murió. También disfrutaba, fue también muy positiva, muy guapa y muy buena mamá… [Ríe conteniendo la emoción].

Te puede interesar

Ancianos, blanco principal del coronavirus, discriminados y solos

Nuevo XL Semanal
El nuevo XLSemanal

A partir de ahora consulta los nuevos contenidos en la web de tu periódico

Descúbrelos