Es uno de los grandes fotógrafos de la historia y mantiene una mirada única sobre la realidad, a la que, aunque ya no coja una cámara, todavía retrata con maestría a sus flamantes 90 años. Lo visitamos en su casa de Madrid para hablar de la España de ayer y de hoy y de por qué la artrosis le ha salvado la vida. Por Diego Bagnera / Fotos: Carlos Carrión/Cortesía Galería Blanca Berlín
Como a todo lo bueno, el tiempo -al que él robó perlados instantes- agiganta su obra. Ramón Masats (Caldas de Montbui, Barcelona, 1931) es para muchos el gran fotógrafo español de la segunda mitad del siglo XX. Supo ver en los cincuenta y sesenta muchos de los tópicos que aún hoy nos definen sin legar por ello una sola imagen tópica. Así como en toda visión no es el ojo el que construye la imagen, sino el cerebro, el de Masats, a sus 90 años, sigue igual de lúcido, certero y preciso. A poco de haber recibido el prestigioso Premio Internacional de Fotografía Alcobendas y mientras prepara una gran exposición que allí mismo, en el Centro de Arte Alcobendas, se inaugurará en junio como parte de PHotoEspaña, nos recibe en su casa del madrileño Barrio de la Concepción.
XLSemanal. ¿Cómo se lleva con esa idea de que usted representa el ojo de toda una generación y de una época en España?
Ramón Masats. Hombre, no el único ojo, pero sí siento que todos aquellos fotógrafos -del Grupo Afal, La Palangana- retratamos una generación. Eso sí lo reconozco. Además, es lo que teníamos a mano. No forzamos nada. No fuimos escarbando en sitios oscuros ni muy brillantes. Nos interesaba mostrar la vida tal cual era nuestro alrededor.
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‘Mercado de San Antonio.1955’, imagen incluida en su nuevo libro, ‘Visit Spain’ (La Fábrica)
XL. ¿Qué escenas se le han quedado grabadas de ese tiempo? Los grandes acontecimientos o imágenes cotidianas: la hora de la siesta, los niños en la calle, el tedio, las fiestas populares…?
R.M. Creo que más esto segundo, las escenas que tenían que ver con la vida. Lo otro ya lo fotografiaba otro tipo de fotógrafos. Nosotros íbamos más a la vida. A la vida cotidiana, a pie de calle. Eso era lo que creíamos reflejar: una parte muy importante, tal vez la más importante, de lo que ocurría en este país en aquellos años.
XL. Y como amante del cine que siempre ha sido -y director incluso de una película, Topical Spanish, una joya de 1970 por redescubrir para muchos-, ¿sintió en su fotografía una influencia del cine de Berlanga?
R.M. Yo creo que sí. Creo que si alguien nos influía era Berlanga; también Buñuel, Bardem y algún otro de la época. Yo al menos no copiaba, pero me influía Berlanga, su sentido del humor. Eso es quizá lo que nos diferencia: el humor. Él era un maestro en ese humor que no busca el golpe de efecto ni se apoya en el gag, sino que es un humor que surge de lo cotidiano.
XL. Un humor cercano a la ironía, que atraviesa toda su fotografía.
R.M. Sí, sí, y es algo en lo que no tuve que esforzarme. Ya estaba en mí. En mis fotos hay siempre una ironía.
XL. ¿Creía en aquellos años que iba a ver tan cambiada España?
R.M. Lo esperábamos, sí, pero no lo preveíamos. Lo veíamos difícil y sabíamos que, mientras Franco estuviera ahí, no se cambiaba nada.
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Una de las copias ‘vintage’ recuperadas recientemente de las producciones editoriales de Masats en los años sesenta.
XL. ¿Cómo ha pasado el confinamiento?
R.M. Convaleciente. Me rompí el cuello. Me caí en abril. Y he estado seis meses con collarín. Resbalé en el baño y me di con la encimera. Los médicos me dijeron que por la artrosis que tengo no me he matado. Porque es la típica fractura por la que te quedas tetrapléjico o ahí mismo, seco. Al tener mucha artrosis, la columna no se movió. La propia artrosis me salvó.
XL. Viva la artrosis… Un auténtico golpe de suerte.
R.M. [Ríe]. Sí, sí, así vamos. Cada vez estoy mejor, según los días.
«La pandemia ha mostrado las cosas malas de los humanos. No todas las lecciones son agradables»
XL. Y al margen de lo personal, ¿cómo ha vivido esta pandemia?
R.M. Como todos, a través de los medios. Y, la verdad, lo veo todo muy difícil. Creo que entre las peleas de los gobiernos y la incredulidad de la gente… Pasará y ya se olvidará, pero me da la impresión de que tardará. Estoy más bien pesimista.
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Ramón Masats, que acaba de cumplir 90 años, posa para ‘XLSemanal’ en la terraza de su estudio en el madrileño Barrio de la Concepción. Tras la reciente muestra en la Galería Blanca Berlín, el Centro de Arte Alcobendas acogerá en junio una gran exposición de su obra.
XL. ¿Ha sentido de la sociedad la comprensión que merecían las personas mayores?
R.M. De una parte sí, pero de otra, sobre todo entre los jóvenes, menos. Esas concentraciones… de una inconsciencia tremenda. Estoy muy decepcionado con la forma de ser de muchos jóvenes. No de todos, por supuesto, pero más de lo que me pensaba o hubiera esperado.
XL. Y de todos los temores con los que ha visto convivir a la humanidad -la Segunda Guerra Mundial, la inminencia del terror nuclear en la Guerra Fría, el terrorismo internacional…- ¿recuerda alguno así, tan generalizadamente palpable?
R.M. No. Nunca. Y creo que mucha gente aún no tiene conciencia de lo que ya significa y significará que cierre la tiendecita de la esquina. No solo para el dueño, sino para la subsistencia de todos. No solo para el vendedor, también para el comprador. Y estas limitaciones, hoy comprensibles, en la poca cantidad de personas que pueden estar juntas, eso también desmembrará mucho el contacto humano. Soy pesimista…
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Gijón, 1961.
XL. ¿La pandemia ha cambiado su balance o su visión de la vida?
R.M. A nivel personal, me ha hecho más vago. Eso quiere decir que ya tenía yo un remanente de vago muy grande… [Ríe]. Esto lo ha acentuado. No salgo, no leo…
XL. ¿Ha dejado de leer, con lo que le gustaba, que decía leer hasta recetas de cocina, aunque no fuera a cocinar, solo por el hecho de estar leyendo algo?
R.M. Sí…
XL. ¿Y por qué? ¿Ha perdido el interés?
R.M. Sí… Creo que sí… Estoy muy desilusionado. Pero, bueno, mis hijos se están organizando, porque la vida no existe siempre, se termina, y hay que ser consciente de ello sin resignarte -estoy organizando el archivo con la ayuda de ellos-, pero es así… Ojo, no estoy mal, eh. Estoy muy bien. Estoy cuidado y…
XL. Sí, sí. Lo encuentro realmente estupendo.
R.M. Ellos me hacen estupendo [ríe]. A veces quieren que trabaje y todo, y hasta ahí podíamos llegar, ¿no? Ahora soy un gran contemplativo de lo que pasa.
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Visita del presidente Eisenhower. Madrid. 1959. Toda una declaración de intenciones. Mientras la llamada ‘fotografía oficial’ de los cincuenta, de carácter estetizante, se centraba en los grandes acontecimientos bajo palio, Masats creía en mostrar la vida de la gente al raso, a pie de calle.
XL. Siempre lo ha sido.
R.M. Sí, antes lo fotografiaba. Ahora ya no.
XL. ¿Y escribir?
R.M. Ya no, pero sí escribía bastante. Eran textos con opiniones de cosas de la vida, no solo sobre fotografía, sino sobre la vida.
«Me interesaba mostrar la vida tal cual es. Lo cotidiano quizá era lo más importante que ocurría en este país en aquellos años»
XL. ¿Reflexiones en plan ensayos de Montaigne: cosas que le llamaban la atención y sobre los que reflexionaba?
R.M. Algo así, sí. Pero también era muy irónico. Esto lo he notado. Digo: coño, si estaba lleno de ironía, ¿no?
XL. ¿Y nunca le interesó publicarlos?
R.M. No.
XL. Y, puestos a reflexionar, ¿podemos aprender algo realmente de esta pandemia?
R.M. Mucho. La insolidaridad, el egoísmo… Creo que la pandemia ha servido para mostrar esas cosas malas que tenemos los humanos y muy poco el hecho de favorecer, de decir: vamos a hacer grupo, a salir juntos… Eso no lo veo.
XL. Un espejo en el que mirarse y asumirse.
R.M. Sí, sí. Y ser conscientes. No todas las lecciones son agradables. Y así andamos…
XL. … que no es poco.
R.M. No es poco, no.
XL. Muchas gracias, Ramón. Un gusto siempre.
R.M. Faltaría más. Y cuando quieras…
XL. Sí, sí, Para la próxima ‘expo’, en Alcobendas, mire.
R.M. Eso, y nos echamos un baile… [Ríe].
Foto apertura: Ramón Masats en la terraza de su estudio madrileño. A la izquiera, una de sus muchas fotos míticas: Plaza Mayor. Madrid, 1964
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