A Dolores Redondo el Camino de Santiago le curó su desasosiego, le dio fuerzas y amigos que todavía conserva. Y la hizo llorar. Lo realizó del tirón, en 25 días, con largas caminatas y poco dinero. Iba sola y pasaba una época dura de la vida. Ahora quiere repetir con sus hijos. Por Fátima Uribarri/Foto: Daniel Méndez
XLSEMANAL. ¿Por qué hizo el Camino?
Dolores Redondo. Estaba muy agobiada, era un momento tristón de mi vida: no conseguía trabajo fijo y acababa de romper una relación sentimental. Hice el Camino a los 24 años: entero, tardé 25 días, desde Saint Jean de Pied de Port hasta Santiago. Fui sola. Me descontaminé del todo y regresé nueva.
XL. ¿Cómo la ayudó esa experiencia?
D.R. Caminar te hace poner el piloto automático en muchos momentos y ahí entra tu eco interior: escuchas lo que te duele físicamente y emocionalmente y comprendes a qué quieres regresar y a qué no. Ahora, después de estos encierros tremendos que estamos pasando y del poso negativo que deja tanto sufrimiento, tenemos que estar sanos por dentro. El Camino es una cura maravillosa.
XL. ¿Qué descubrió usted?
D.R. Que era capaz de ser independiente. Irme sola, conocer a un montón de gente y pasármelo muy bien me demostró que podía andar sola por el mundo, y eso que entonces era bastante más difícil que ahora. Por desgracia sigue siendo distinto una peregrina sola que un peregrino solo.
XL. ¿Hay que hacerlo en solitario?
D.R. Aunque vayas con gente, lo haces solo: tienes que caminar a tu paso y quedarte a solas contigo. Es fundamental ir a tu ritmo, y que cada uno llegue cuando llegue. No te va a faltar nada, vas a encontrar a alguien que te va a ayudar. A mí me ayudaron. Hubo tramos en los que gente me llevó la mochila. Los que se sientan muy atrapados, contaminados por el poso de oscuridad y de falta de alma que nos ha dejado la pandemia se van a reencontrar consigo mismos si hacen el Camino.
«Es fundamental ir a tu paso y quedarte a solas con tu eco interior. Es una cura maravillosa»
XL. Usted se alojaba en albergues.
D.R. Sí, llevaba poco dinero, iba justita. También pasé una noche al raso. Con un grupo, claro. No dormimos nada, fue muy divertido. Iba sin teléfono, que creo que es más auténtico, cuando llegaba a los sitios tenía que buscar una cabina para llamar a casa porque estaban muy preocupados de que estuviese sola y yo les decía: «No estoy sola, estoy con amigos». Algunos los conservo todavía.
XL. ¿Hubo momentos especiales?
D.R. Empecé por Navarra. Era el tramo que me daba más miedo porque era al principio, cuando no sabes cómo te va a responder el cuerpo ni cómo te vas a sentir sola. No estamos acostumbrados a ir solos por lugares que no conocemos. Nunca había viajado sola. Descubrí que no te come nadie. Y Navarra me encantó. En Puente la Reina, casi me enamoré y después terminé casada con un navarro. Estaba en mi destino. Aprendí a viajar sola. Luego me fui a Australia sola, ya siendo escritora.
XL. ¿Cómo fue la llegada a Santiago?
D.R. Lloré, me emocioné muchísimo. En casa de mi madre debe de estar la foto en la que salgo llorando poniendo una vela en la catedral. Para mí fue una gran felicidad porque fui capaz de hacerlo sola y me demostró que puedes moverte por el mundo, que no necesitas tanto y que hay mucha gente buena.
«Empecé por Navarra con miedo. No sabía cómo me iba a responder el cuerpo y nunca había viajado sola. Descubrí que no te come nadie»
XL. ¿Quiere repetir?
D.R. Ahora quiero hacer el tramo desde Ponferrada por el interior de Galicia, lo que se llama el Camino de Invierno. Esa ruta se hacía desde el Medievo y era la opción para los caminantes que llegaban a Ponferrada en pleno invierno, porque antes no había hostales ni lugares donde quedarse a dormir y, al pasar O Cebreiro, había que hacer noche en el monte. Moría mucha gente.
XL. ¿Cuál es la ruta?
D.R. Recorre el valle del Sil y la Ribeira Sacra, que recibe su nombre de la cantidad de monasterios, ermitas y lugares de rezo que fundaron los monjes de Cluny, que trajeron muchas viñas de la cuenca del Rin. La Ribeira Sacra comprende varias provincias y contiene la acumulación más alta de románico de nuestro país.
XL. ¿Cuándo va a ir?
D.R. Me encantaría hacerlo en familia si mis hijos se animaran. Los voy a convencer, aunque no es fácil sacar a los adolescentes de su ámbito de amigos. Aconsejo a todo el mundo que vaya al Camino: no hace falta llevar mucho dinero ni demasiadas cosas y puede ser una experiencia extraordinaria.