CEO de Pfizer: «No penséis en el dinero»

Albert Bourla tenía un sueño: desarrollar una «compañía de la escala de Pfizer, pero con la mentalidad de una pequeña biotecnológica». La vacuna de Pfizer fue la primera en conseguir la autorización de la Agencia Europea del Medicamento. Ahora el CEO de Pfizer cree que será necesaria una tercera dosis de recuerdo para combatir las variantes del COVID-19 y conseguir la inmunidad. Por I.D.L

Nacido en Salónica en 1961, creció en una comunidad formada por los pocos judíos sefardíes que sobrevivieron a la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial. Su familia regentaba una tienda de licores, pero a él le gustaban los animales y estudió Veterinaria. En 1993 entró a formar parte de la división de salud animal de Pfizer en Grecia. Desde entonces ha desempeñado diferentes posiciones ejecutivas en cinco países e incluso ha llegado a presidir la división de Oncología y Vacunas de la multinacional.

De carácter carismático y comprometido, imprimió un nuevo estilo a la gestión, al exigir, por ejemplo, que los resultados de sus productos dejaran de expresarse solo en dólares y registraran también a cuántos pacientes conseguían ayudar. En enero de 2019, Bourla fue nombrado CEO de la compañía Pfizer. Nada más ocupar su nuevo despacho, retiró la enorme mesa de reuniones y la sustituyó por sillas colocadas en círculo para favorecer un entorno de trabajo colaborativo. También mandó colgar fotografías de sus pacientes para tener siempre presente la misión de la compañía. Ha explicado que su sueño es desarrollar una «compañía de la escala de Pfizer, pero con la mentalidad de una pequeña biotecnológica».

Nada más ascender en Pfizer, Bourla cambió la mesa de reuniones por sillas en círculo para favorecer la colaboración y mandó colocar fotos de sus pacientes

Pero una gran ‘farma’ tiene sus ventajas: «Pensad en otros términos. Pensad que tenéis una chequera y no os tenéis que preocupar de eso. Pensad que haremos las cosas en paralelo y no de manera secuencial. Pensad que tenemos que producir la vacuna antes de que sepamos si funciona. Y, si no funciona, ya me preocuparé yo de eso». En marzo, durante una videoconferencia con grupos de investigación y empresas de producción, Bourla dejó claro a sus interlocutores que tener la vacuna lista «en algún momento» de 2021 no era suficiente. Había que acelerar el proceso. También decidió invertir 1000 millones de dólares en el proyecto: «1000 millones no será nuestra ruina. Y, por cierto, no planeo perder ese dinero», le contó a la revista Forbes. Y el tiempo le ha dado la razón. Bourla ha logrado, además, cumplir su sueño combinando el enorme músculo de Pfizer con la ciencia básica de sus socios en la biotecnológica alemana BioNTech. Su vacuna fue la primera en conseguir la autorización de la Agencia Europea del Medicamento.

«Hoy es un gran día para la ciencia y la humanidad», anunció con grandilocuencia el 9 de noviembre, cuando Pfizer avanzó que su vacuna había registrado un 90 por ciento de efectividad. Omitió, en cambio, que también había sido una gran jornada para sus finanzas personales. Ese mismo día, Bourla vendió el 63 por ciento de su stock en la compañía. En concreto, 132.508 acciones, a 41,94 dólares cada una. Hagan cuentas. El evidente oportunismo de la operación bursátil ocupó los titulares y empañó el histórico anuncio de la farmacéutica. Pfizer aclaró después que la venta había sido programada el 19 de agosto.

En sus últimas declaraciones el consejero delegado de la farmacéutica Pfizer, Albert Bourla asegura que «probablemente» será necesaria una tercera dosis de refuerzo de la vacuna contra el COVID-19 en los próximos 12 meses, después de haber recibido la pauta completa, para conseguir la inmunidad. Y no descarta una vuelta a la normalidad en otoño.

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