No hay político, intelectual o figura de las finanzas que se le haya resistido. Hasta miembros de la familia real han posado para los pinceles de Hernán Cortés. El más ‘veterano’ de los retratistas españoles nos recibe en su estudio de Madrid. Por María de la Peña Fernández-Nespral / Foto: Carlos Luján

Hernán Cortés (Cádiz, 1953) iba para médico, al igual que su padre. Fue su madre, ‘pintora frustrada’, quien le inoculó el veneno de la pintura y del retrato. La ‘hecatombe’ de no seguir los pasos de su progenitor, pediatra, la resolvió Dámaso Alonso, amigo de su padre, que intercedió a su favor, dando a entender «que se podía ganar mejor la vida siendo un buen pintor que un médico mediocre». Fue precisamente el famoso poeta de la generación del 27 quien le abrió las puertas a su profesión de retratista. Un retrato suyo a principios de los años ochenta fue su carta de presentación para dar el salto a los grandes retratos de encargo.

Presume de «haber pintado a todo el mundo» y lo cierto es que no hay político, intelectual o figura de las finanzas y la alta sociedad que se le haya resistido; incluso la mayoría de los miembros de la familia real ha posado para él. En 2009 realizó el gran políptico de los siete padres de la Constitución que preside la Sala Constitucional del Congreso de los Diputados. Es a uno de ellos, José Pedro Pérez-Llorca, al que está volviendo a pintar en su estudio con vistas al parque del Retiro. Un retrato póstumo al que fuera su amigo y compatriota gaditano. Rodeado de sus retratos «que me miran» en el suelo o colgados en las paredes de ladrillo, nos recibe en su sanctasanctórum, tan luminoso como sus cuadros. Posa ante el fotógrafo con una naturalidad fruto de la observación de haber retratado durante 30 años a más de doscientos personajes. Es el ‘veterano’ del oficio de retratista en nuestro país. Siempre conectado con su pasión, reivindica en tiempos del selfi la fuerza del pincel por encima de la de la cámara fotográfica.

XLSemanal. Su madre fue la culpable de su dedicación al retrato. ¿Por qué quiso que fuera retratista?

Hernán Cortés. Decía que la vanidad humana es infinita. ¡No era tonta mi madre!

XL. El vanidoso también suele ser el pintor. ¿Dónde se queda cuando va a hacer un retrato?

H.C. No puedes autorretratarte. Tienes que ponerle freno a tu yo. Y en la historia de la pintura no hay tantos que consiguieran no volcarlo. Velázquez, Holbein o Goya, que era un pintor formidable, pero no tan buen retratista.

Hernán Cortés: "El retratista es un especialista en el ser humano" 2

El artista gaditano, de 68 años, posa para ‘XLSemanal’ en su estudio madrileño con vistas al Retiro

XL. Sus primeros clientes con 30 años fueron los poetas de la generación del 27.

H.C. Eran los amigos de mi padre. Jorge Guillén, Rafael Alberti y sobre todo Dámaso Alonso. Vicente Aleixandre falleció cuando lo estaba retratando. Tuve una formación muy humanista, que me la inculcó mi padre.

«Mi madre quiso que fuera retratista. Decía que la vanidad humana era infinita. ¡No era tonta mi madre!»

XL. Tuvo mucho a su favor. También en sus matrimonios. Primero se casó con una pintora y después con la nieta de un artista, Fernando Álvarez de Sotomayor, que fue director del Museo del Prado.

H.C. Es importante el papel que tiene el destino. Cuando yo tenía 12 años, Gregorio Marañón -amigo de mi padre- me trajo un libro de obras de Sotomayor en el que había un retrato de una niña que me fascinaba. Ese cuadro lo tengo yo ahora y la niña era Maya, mi mujer. Una de sus virtudes es que entiende como nadie lo que para mí significa ser pintor. Estar encerrado todo el día en el estudio… Eso no es fácil.

XL. Usted ha sido testigo de una época a través de los retratos que ha hecho a los más relevantes personajes. Desde políticos hasta intelectuales, banqueros, empresarios como Alicia Koplowitz o la familia real.

H.C. Me siento un privilegiado. ¡He pintado a todo el mundo!

XL. ¿Cuál es el retrato que le dio más ‘guerra’?

H.C. El de Felipe González para el palacio de la Moncloa. Pasó un año entre una pose y otra y tardé cinco años en acabarlo. Hice distintas versiones hasta que di con la idea. Si machacas el cuadro demasiado tiempo, corres el peligro de asfixiarlo y pierde frescura.

XL. Es raro que Amancio Ortega quisiera ser retratado siendo una persona tan discreta.

H.C. Nunca me hubiera pedido que lo pintase. Me hizo un encargo de unos paisajes de la Costa da Morte y lo veía asiduamente. Fue su mujer quien me pidió que lo pintara, pero nunca posó.

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«Amancio Ortega nunca me hubiera pedido que lo pintase -dice Cortés-. Me encargó unos paisajes de la Costa da Morte y solíamos vernos. Pero fue su mujer quien me pidió que lo pintara». Amancio Ortega, 2006. Colección particular. La Coruña.

XL. ¿No es imprescindible pintar al modelo del natural?

H.C. El pintor necesita una documentación lo más rica posible. La distancia entre los ojos, nariz y boca no es la misma en dos personas. La fotografía puede ser un apoyo muy importante al igual que el vídeo. Y, por supuesto, la observación del natural. Toda la información del retratado aporta, pero la clave está en el talento del artista para interpretar toda esa documentación.

XL. El de José Pedro Pérez-Llorca es un retrato póstumo. ¿Le cuesta más pintar a alguien que ya no está vivo?

H.C. Lo ideal es que el retratado esté vivo, entre otros motivos para volver a él y obtener información para el cuadro. Pero nunca se sabe. Por ejemplo, en el retrato de los padres de la Constitución, el único que no posó porque ya había fallecido fue Gabriel Cisneros y todos coinciden en que es el político que mejor está retratado.

XL. Retrató en 2009 a esos siete padres de la Constitución. ¿Hubo alguno que le impresionara?

H.C. Manuel Fraga, que tenía más de 80 años cuando posó. Era muy simpático y un gran conversador, muy vehemente. Me contaron varios ponentes de la Constitución que gracias a él mantuvieron la amistad entre ellos. Era el nexo.

XL. ¿Cómo ve a nuestros políticos casi un lustro después de esos 7 retratos y los 34 que hizo para el Senado? ¿Le gustaría retratar a alguno de los actuales?

H.C. El nivel político de aquellos señores era mayor del que tienen los que nos gobiernan hoy. Después de haber retratado a esos políticos o a personajes como Dámaso Alonso, Yehudi Menuhin, el gran violinista…, pocos aguantan esa comparación.

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Políticos y pensadores. A la izquierda: retratos de los expresidentes José María Aznar, Adolfo Suárez,  Leopoldo Calvo-Sotelo y José Luis Rodríguez Zapatero, 2012. Senado de España. Abajo: Felipe González, 2000-2005, Palacio de la Moncloa. Arriba: Dámaso Alonso, 1984, Real Academia Española.

XL. Acaba de entregar otros dos retratos póstumos de conocidos empresarios. ¿Los encargos póstumos son hoy más recurrentes?

H.C. Quizá en este último año haya tenido más. No olvidemos que el retrato tiene un origen funerario. Es una gran responsabilidad porque cumple una función muy importante para la familia. Si aciertas, ese momento en el que la madre se encuentra con el retrato de su hijo es conmovedor. Para ella es como volver a verlo. El retrato pictórico tiene una capacidad única de suplantación de lo que era ese ser humano. La imagen real de la persona cuando ha fallecido se va borrando; la pictórica permanece.

XL. Cuando hace un retrato, habla de hacer un viaje con otra persona.

H.C. Es un viaje y una conversación amistosa. El retrato es el género dialogante por excelencia. Debes dar tu opinión sincera, pero sin ahogar la voz del otro. Te acabas convirtiendo en un especialista en seres humanos. Una de las cosas más bellas de esta profesión es que empiezas a retratar a una persona y, cuando firmas el cuadro, estás firmando el retrato de un amigo.

XL. Las dotes psicológicas tienen que estar detrás, ¿no?

H.C. Sí, pero eres pintor, no otra cosa. Lo que hay que captar es la presencia humana que irradia. Nadie tiene seguridad sobre su propia imagen ni sabe cómo lo ven los demás. El retratista tiene que generar confianza, como el médico.

«Retratarte es exponerte, y eso te enseña cosas sobre ti mismo. A veces, cosas que no te gustan. Como ejercicio de humildad suele ser muy interesante»

XL. Supongo que hay que mantener siempre cierta distancia con el retratado.

H.C. Sí y que no te determinen las filias y las fobias por esa persona. Es fundamental no hacer nunca un juicio cerrado sobre el retratado. Lo ideal es guardarte esos prejuicios en el bolsillo.

XL. Ha retratado varias veces a miembros de la familia real española. A don Juan Carlos, a doña Sofía, a los Reyes Felipe y Letizia y a la infanta Cristina. ¿Cómo se enfrenta a estos retratos?

H.C. Cuando pintas a alguien tan importante como un representante de la Corona, la obligación es pintar también al ser humano que está detrás del cargo. En estos retratos tienes que esmerarte aún más en ese equilibrio entre el respeto y el deseo de veracidad. Tienes que afinar más, pero son personas muy naturales que facilitan muchísimo el trabajo; paradójicamente, mucho más que la gente anónima.

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Cortés ha retratado a diversos miembros de la familia real y, varias veces, al Rey, Felipe VI. Este lienzo de 2015 está en la sede del Tribunal Constitucional de España. A la derecha: retratos de Juan Carlos I, 2001-2002. Colección particular y de la infanta Cristina de Borbón, 1997. Colección particular.

XL. ¿Qué modelos son más fáciles a la hora de posar?

H.C. Las personas que se ven a sí mismas con un poco de humor son mejores modelos.

«Voy por la vida con hambre, mirando a todo el mundo. En ocasiones, me tengo que poner freno porque pensarán que soy un mirón»

XL. Afirma no poder desconectar nunca, ir por la calle mirando la geometría en las caras…

H.C. Voy por la vida pensando en el retrato que le haría a tal o cual persona. «¡Qué retratazo tendría mengano!». Voy con hambre en los ojos, mirando a todo el mundo. A veces me tengo que poner freno porque pensarán que soy un mirón.

XL. ¿Le gustaría que lo retratasen? Por ejemplo, Antonio López.

H.C. Como pintor lo admiro, pero no tanto como retratista. Seguramente sí me gustaría que me retratasen. En ocasiones hay una hipocresía muy de nuestra sociedad que diría que retratarse es un exceso de vanidad y por prurito de modestia no lo haces. Retratarte es exponerte, y eso te enseña cosas sobre ti mismo; a veces, cosas que no te gustan; y como ejercicio de humildad puede ser muy interesante.

XL. ¿Quién sería el elegido para retratarlo?

H.C. Me hubiera gustado verme retratado por Graham Sutherland, el artista que pintó el famoso retrato de Winston Churchill.

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