A sus 66 años, Grisham -que antes fue abogado en Misisipi- es uno de los escritores de mayor éxito del mundo. Hablamos con él cuando publica nueva novela. Como siempre, con un asesinato de por medio. Aunque los crímenes que ahora le inquietan más no son precisamente los de ficción. Por Raphael Geiger/Fotografía: Ryan Pluger/The New York Times (Contacto)
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Un thriller al año, con una puntualidad que no deja de asombrar a sus editores y congratular a sus lectores. Así trabaja John Grisham desde hace 40 años. Lleva vendidos trescientos millones de libros; varios de ellos, convertidos en películas de éxito. De hecho, Grisham comenzó a escribir pensando ya en la lucrativa venta de los derechos para el cine. Y lo logró enseguida, con su segunda novela, La tapadera. Junto con las tres siguientes, El informe Pelícano, El cliente y Tiempo de matar, lo convirtió pronto en un escritor muy popular y multimillonario. Siempre empieza una novela nueva el 1 de enero, y para julio ya tiene un primer manuscrito. La última, A time for mercy, cuenta la historia de un joven que mata a su violento padrastro. Grisham en estado puro.
XLSemanal. Durante la Presidencia de Trump, usted dijo que se avergonzaba de ser estadounidense. ¿Cómo se siente ahora?
John Grisham. ¿Eso dije? Pero sí, Trump ha sido una vergüenza para nuestro país, y lo sigue siendo. Pero habernos librado de él ya ha sido un gran avance. Ahora, me siento mucho mejor.
XL. Vive en Virginia, uno de los estados más divididos del país. ¿Habla con votantes de Trump?
J.G. Intento evitar a ese tipo de gente. Tengo amigos y familiares que votaron a Trump, pero no los trato mucho. Llevo cuatro años evitándolos. Esa es la gran tragedia de Trump, cómo ha dividido al país.
XL. Usted es demócrata, incluso fue elegido para la Cámara de Representantes de Misisipi en los años ochenta. ¿Ya no aspira a convencer a los demás?
J.G. Es una pérdida de tiempo. La política está tan envenenada que se ha vuelto imposible mantener una discusión civilizada. Además, ellos no van a cambiar su forma de ver las cosas, así que para qué. Hay una enemistad manifiesta entre ambos lados. Una discusión sobre el tema puede acabar volviéndose desagradable muy rápido. Mejor hablar de deporte o del tiempo. De cualquier cosa menos de política.
XL. ¿De verdad no cree que las personas pueden cambiar? Usted antes era partidario de la pena de muerte y hoy está en contra.
J.G. Sí que creo que pueden cambiar, pero hace falta mucho valor. Y yo tampoco lo he hecho tan a menudo… Esa gente le tiene un odio visceral a Biden. No puedes debatir con ellos. Prefiero no estar cerca.
XL. Suena bastante deprimente…
J.G. Mientras Trump no se vaya de verdad, no veo forma de que las cosas puedan mejorar. Si al final acabase en la cárcel, sus seguidores podrían perder buena parte de su entusiasmo. Pero también tiene hijos, alguno podría querer dedicarse a la política. Lo que haría falta es que unas cuantas personas razonables se hicieran cargo del partido republicano; si no, la división seguirá acentuándose cada vez más.
XL. Lleva tres décadas escribiendo libros sobre el sistema judicial estadounidense, antes de eso trabajó como abogado. ¿Cómo ha vivido el juicio contra el policía que mató a George Floyd? Antes no habría recibido una condena tan clara, ¿no cree?
J.G. Antes probablemente no habríamos visto el vídeo. Y el vídeo nos pareció aterrador a todos. La muerte de George Floyd fue cruel e innecesaria, el pobre hombre estaba indefenso, sometido, tumbado en el suelo. Tenerlo durante nueve minutos con la rodilla sobre el cuello mientras agonizaba y suplicaba por su vida fue un acto de la mayor crueldad. Un asesinato muy cruel, eso es lo que yo vi. No me planteé ni por un segundo que Chauvin no fuese declarado culpable. ¿Que si creo que hay esperanza para América? Sí, siempre hay esperanza. Pero tenemos que cambiar un montón de cosas.
XL. ¿Cómo cuáles?
J.G. Nuestra Policía. Tenemos que acabar con los disparos. Tenemos que formar a los policías para que no disparen a la mínima solo porque alguien eche a correr o se resista a ser detenido. Muchos negros no quieren que los detengan y tienen buenos motivos. Saben que si los detienen van a tener que pagar una fianza para que los dejen en libertad. Incluso por delitos no violentos. Y aunque sean inocentes. Para salir de la cárcel, tienen que conseguir dinero en efectivo, muchas veces no lo tienen y siguen encerrados a pesar de su inocencia. Y también muchas veces los presuntos delitos son leves. Lo único que hizo George Floyd fue intentar pagar con un billete falso de 20 dólares, que no se nos olvide.
«En Estados Unidos hay tantos reclusos en las cárceles que muchos Estados están al borde de la quiebra»
XL. ¿Qué cree que les pasa a esos policías que disparan contra negros desarmados, por qué actúan así? ¿Qué se ha hecho mal?
J.G. Probablemente, la Policía esté reclutando a las personas equivocadas, personas que no deberían llevar ni un uniforme ni un arma. Y les damos demasiada autoridad. El uniforme, el arma, el poder… es algo que cambia a mucha gente. Para que no pase, necesitamos mejores policías, tenemos que pagarles mejores sueldos y formarlos mejor, en vez de incrementar cada vez más el presupuesto de un sistema penitenciario que está totalmente fuera de control. No sé si lo sabe, pero muchos estados tienen tanta gente encerrada que están al borde de la quiebra.
XL. Los estadounidenses blancos son conscientes de lo que nos está describiendo, de la discriminación a la que están sometidos los negros?
J.G. No, los blancos no son conscientes de esa discriminación. Tengo unos cuantos amigos negros, y hay un momento, cuando sus hijos tienen 13 o 14 años, cuando ya no están siempre en casa y se van por ahí a jugar al baloncesto o quedan con chicas, lo normal a esa edad, en que los padres deben tener con ellos una conversación sobre cómo comportarse en lugares públicos. Sobre qué tienen que hacer cuando vean a un policía blanco. Porque los padres saben lo que pasa, ellos mismos lo han vivido. Los policías blancos no tratan igual a los sospechosos negros que a los blancos, eso es así. Y un inocente puede pasarse 20 años en la cárcel antes de quedar en libertad. Durante la investigación y hasta el juicio y la sentencia, en todos los pasos del procedimiento el color de la piel desempeña un papel determinante. Es un problema muy serio.
XL. Cómo se sintió durante las protestas del movimiento Black Lives Matter del año pasado como ciudadano norteamericano blanco que es?
J.G. Creo que nos hicieron reflexionar a todos. George Floyd fue un punto de inflexión. Sobre todo por el vídeo, nos dejó horrorizados. Espero que las protestas cambien algunas cosas. ¿Que si es posible cambiar el pensamiento racista? Los blancos de este país tienen que desarrollar de una vez empatía hacia los negros, empatía por lo que ellos y sus antepasados han tenido que sufrir, los motivos por los que están donde están. La culpa es de siglos de esclavitud y racismo. Cuando estemos ante una persona negra, tenemos que entender que esa persona no ha tenido las mismas oportunidades que nosotros.
XL. ¿Entonces sí se puede cambiar? ¿Es posible superar el racismo propio, con el que uno ha crecido?
J.G. Bueno, yo lo he conseguido. Crecí en un mundo racista, en el mundo de la muy estricta y fundamentalista Iglesia de los Baptistas del Sur, en Misisipi. Nací en 1955. En los primeros colegios a los que fui éramos todos blancos. La situación no empezó a cambiar hasta que tuve 15 años, cuando el Tribunal Supremo casi tuvo que obligarnos a punta de pistola a integrar a los alumnos negros en nuestras escuelas. Se acabó la segregación racial, nos dijeron. Pero no queríamos aceptarlo. Pensábamos que nuestro mundo sería siempre blanco.
XL. ¿Qué cambió usted en su forma de pensar?
J.G. Tuve que romper con mis orígenes, con los Baptistas del Sur. Cuando terminé la universidad y empecé a ejercer como abogado, tuve claro que mis clientes iban a ser personas pobres, gente trabajadora, a menudo de raza negra. Y siempre luchaba contra los grandes: una compañía de seguros, un banco, el Gobierno. Todo aquello me permitió hacerme una idea de lo que tenían que pasar mis clientes. Hoy me pregunto: ¿dónde estaría yo si mis bisabuelos hubiesen nacido en esclavitud y luego vivido en una pobreza extrema, sin formación, sin cuidados sanitarios, a menudo sin casa, sin comida? Intento tenerlo presente todos los días.
«Nací en Misisipi en 1955. El supremo tuvo que obligarnos a integrar a los alumnos negros. No queríamos aceptarlo»
XL. ¿Cree que en el sur, donde creció, mucha gente ha hecho el mismo camino que usted?
J.G. Mucha gente sigue viendo las cosas igual. En el sur profundo, la mayoría de las personas no ha cambiado gran cosa en los últimos 50 años. Son estados profundamente republicanos. Si eres blanco, eres republicano; si eres negro, eres demócrata. Hay un montón de republicanos hardcore que idolatran a Trump y que eligen para mandar a Washington a representantes de la derecha más dura; muchas veces, racistas.
XL. ¿Las cosas en el sur no han cambiado en estos últimos años?
J.G. Es una pregunta complicada, este país avanza muy despacio hacia el fin de la pena de muerte. Cada año hay menos ejecuciones y también menos condenas. Aquí, en Virginia, hemos abolido la pena capital hace solo dos meses. Los abogados ahora suelen ser mejores que antes, intentan explicarles a los miembros del jurado qué llevó a los acusados al punto en el que cometieron su crimen. Muchas veces lo que hay en el origen son niños que nunca tuvieron una oportunidad, niños que crecieron en hogares terribles, que sufrieron malos tratos. Sus crímenes son horribles, nadie lo duda, pero ese enfoque permite que el jurado pueda contemplar la cuestión en su conjunto.
XL. Durante sus últimas semanas en el cargo, Trump aceleró la ejecución de varias condenas a muerte. Fue algo que gustó a buena parte de sus seguidores. Muchos siguen creyendo fervientemente en ella. ¿A qué cree que se debe?
J.G. Tiene que entender usted el nivel de violencia que hay en este país. Por eso tenemos tantas armas. Ciudadanos completamente normales las tienen, aunque quizá no las lleguen a usar nunca. Les hacen sentirse seguros. La gente está harta de tantos crímenes y, cuando se coge a un asesino, quieren que se lo castigue. Ahí entra en juego ese extremismo cristiano, el ojo por ojo y diente por diente. Yo también crecí con todo eso.
XL. A favor o en contra de la pena de muerte, a favor o en contra del aborto, a favor o en contra de leyes más estrictas sobre la posesión de armas. ¿Por qué estos temas son tan importantes para muchos norteamericanos?
J.G. Quizá porque este tipo de posicionamientos nos motivan para hacer un montón de cosas, nos impulsan a participar en política, a donar dinero, a protestar, a unirnos a algún grupo… defendemos nuestras convicciones con todas nuestras fuerzas. Aquí nos tomamos esas cosas muy en serio.
XL. ¿Cree que estos años van a ser decisivos para el movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos, como pasó en los sesenta?
J.G. No sé cómo se acabará interpretando lo que está ocurriendo ahora. En los años sesenta, en medio de todo aquel caos, tampoco podíamos saber lo que se diría en el futuro. Solo pensábamos que concederles derechos a los negros era un paso en la dirección correcta. ¿Y hoy? Piense en el cambio climático, por ejemplo: nos encontramos en un momento decisivo, quizá en un punto de no retorno.
XL. ¿Biden puede hacer algo al respecto?
J.G. Al menos ha tenido un inicio de mandato muy ambicioso. En los últimos 30 o 40 años no hemos tenido muchos presidentes que realmente hayan cambiado el país. ¿Biden será uno de ellos? Espero que sí. Pero en estos momentos el país está muy dividido… suerte tendremos si Biden consigue evitar que nos matemos los unos a los otros.
XL. Suena como si el país necesitase una pausa, un descanso.
J.G. Cuando el coronavirus haya pasado, comenzará algo nuevo. No sé lo que harán ustedes los europeos, pero los norteamericanos nos vamos a volver locos. Viajaremos, haremos fiestas, llenaremos los estadios. Y será bueno para nuestra salud mental, bajará un poco la temperatura. Sí, tengo esperanzas.
XL. Ha escrito 42 novelas y, a pesar de que es una persona implicada políticamente, sus libros no tienen un especial contenido moral. ¿Lo evita de forma consciente?
J.G. Claro que sí. No sobrevives como escritor si sermoneas a tus lectores. No puedes asumir que comparten tus puntos de vista o tu religión. Mi trabajo es contar historias. Mi trabajo es entretener. No voy a ganar ningún premio literario. No quiero hacer una literatura grandiosa, lo que quiero es que mis lectores se lo pasen bien durante dos o tres días. Eso sí que me gusta hacerlo. Y por eso sigo haciéndolo.
XL. ¿Tiene lectores en ambos bandos?
J.G. Pienso que sí. Y si leen los libros en los que hablo de errores judiciales en casos de asesinato, les será bastante fácil descubrir dónde me ubico. A los lectores conservadores les digo que cada vez que una persona inocente es enviada a prisión lo único que se consigue es aumentar la tasa de criminalidad porque el verdadero asesino sigue ahí fuera. Así que no es un tema sencillo, ni mucho menos. Por otro lado, llevo mucho tiempo dándole vueltas a la posibilidad de escribir algo sobre el aborto, pero sigo sin tener una historia que me convenza. También me he planteado usar la crisis de los opiáceos como trasfondo para una novela. Le doy vueltas a muchos temas porque siempre estoy pensando en posibles historias.
«No sobrevives como escritor si sermoneas a tus lectores. Mi trabajo es entretener. No voy a ganar ningún premio literario»
XL. ¿Tiene la política en mente antes de decantarse por un tema concreto para una novela?
J.G. No, solo pienso en escribir una historia que atrape al lector desde la primera página y lo entretenga durante unos días. También puede ser una novela de suspense a la antigua. En estos momentos estoy escribiendo un libro sobre un asesino en serie, no hay nada de política por ningún sitio. Si lo piensa, en realidad lo que hago es escapismo, pura evasión.
XL. A lo mejor es justo eso lo que necesitamos.
J.G. Efectivamente. Sabía que las ventas de libros aumentaron el año pasado? La gente estaba en casa y necesitaba evadirse, distraerse. El año pasado vendimos un buen montón de libros.
XL. Sigue escribiendo una novela al año. Nunca ha sufrido el bloqueo del escritor?
J.G. No, nunca me ha pasado. Y espero que siga siendo así.
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