Javier Limón: «Estamos en el mejor momento que ha vivido la música en su historia»
Madrid, 1973. Soy músico, productor (de Paco de Lucía, Serrat, Caetano Veloso…) y profesor en el Berklee College of Music (Boston). Mi nuevo disco, ‘Hombres de fuego’, está hecho con amigos y dedicado a la mujer. Por Virginia Drake/Foto: Javier Ocaña
XLSemanal. En su anterior trabajo, Mujeres de agua, también las tributaba.
Javier Limón. Mi mundo es un tributo permanente a las mujeres. El 90 por ciento de mis discos ha sido pensando en ellas. Y mis equipos, de productoras a ingenieras, están formados por mujeres. Fui educado por mi madre al perder a mi padre con 12 años. Homenajearlas no es de ahora.
XL. Y lleva más de tres décadas con su mujer.
J.L. Eva y yo nacimos el mismo día del mismo año y empezamos a salir a los 18. Tendría que hacer un gran esfuerzo para imaginar el mundo sin ella. Es muy bonito cuando en una relación funcionan lo amoroso, lo laboral y lo familiar.
XL. Un disco de amigos: Alejandro Sanz, Santiago Auserón, Coque Malla, Pitingo, Miguel Poveda, Pablo López, Juan Luis Guerra…
J.L. No me costó convencerlos, sí encajar agendas. En algún caso hemos tardado más de tres años en grabar un tema, y con Rubén Blades no pudo ser.
XL. Compone y produce para otros… que se llevan la fama.
J.L. Mi ego está satisfecho. Conozco la droga del aplauso y no me interesa nada.
XL. Reconocimiento le sobra: tiene diez Grammy, cuatro logrados con solo 24 años.
J.L. Empecé joven y era el pequeño de la pandilla; y Morente y Paco de Lucía, los ‘protas’: Ahora soy el viejo de la pandilla; y los ‘protas’: Kiki Morente y Rosalía.
XL. De niño cantaba en la Escolanía Mater Amabilis, ¿qué le enseñaron los jesuitas?
J.L. El amor por la ciencia y la capacidad de desobedecer para llegar a un lugar nuevo. A los jesuitas los expulsaron cuatro veces de la Iglesia católica por lo desobedientes que eran [ríe].
XL. ¿Qué hizo para pasar de 130 kilos a 67?
J.L. Pasar una ‘jartá’ de hambre. Nada de quirófanos ni nutricionistas: un día empecé a comer bien.
XL. Asegura que «con hambre se compone mejor», ¿adelgazó por eso? [Risas].
J.L. Con hambre física se crea mejor. Y con hambre financiera madrugas más para coger el teléfono con una ‘mijita’ más de energía. Mi primer disco, Mi niña Lola, lo creé porque mi mujer me dijo que no podíamos pagar la hipoteca… y pegó un cebollazo de cojones.
XL. Sin conciertos, ¿lleváis un mal año?
J.L. A nivel industrial, este es el mejor momento que la música ha vivido en su historia. La pandemia aceleró la revolución tecnológica y, en contenidos, la música es número uno en YouTube: está más presente que nunca en la vida de la gente. Y la radio va a mandar a la televisión a mamarla. En Boston, donde vivo diez meses al año, escucho sin parar todas las emisoras españolas.
Desayuno: con nombre propio
«Bebo un vaso de agua caliente con limón, la mejor aportación de Isabel Preysler a la humanidad. Durante el día, más de 14 cafés».