El virus, que parece haber detenido el tiempo en un paréntesis de incertidumbre, nos da la batalla en el espacio. Nos ha obligado a replantearnos la distancia, tanto la larga de los viajes y los desplazamientos como la corta de la intimidad. Ilustración: Javier Jaén
Atrincherados en nuestros hogares, hemos consentido una retirada táctica en casi todos los frentes, desde el transporte público a la comida familiar. Pero ahora que conocemos mejor al enemigo hemos decidido mantener una cabeza de puente y defenderla a toda costa: los colegios.
Hoy son los más pequeños, y sus maestros, los que defienden el fuerte. Si nuestras escuelas resisten, resistiremos
Si en la primera oleada mantuvimos a los niños en la retaguardia, encerrados en casa, donde aguantaron semanas sin pisar las aulas ni los parques, ahora no estamos dispuestos a que sigan siendo prisioneros de la pandemia. La educación a distancia es una herramienta, pero nunca sustituirá a la convivencia, incluso si no hubiera brecha digital, concluyen los especialistas.
En una sociedad que sobreprotege a sus menores, según dicen los psicólogos, hasta extremos que no son saludables, sorprendió esta decisión a principios de curso, y no fueron pocos los que la consideraban una temeridad. Pero el virus no se atreve con ellos. La nueva normalidad empieza a ser medio normal entre los pupitres. Hoy son los más pequeños, y sus maestros, los que defienden el fuerte. Si nuestras escuelas resisten, resistiremos.
Salman Khan, el primer profesor global, que da clases gratuitas a 115 millones de alumnos en todo el planeta, señala los retos, y los peligros, de la educación en tiempos de pandemia.
Tras la primera oleada del coronavirus hemos tenido que replantearnos un nuevo modelo en educación. Estos son algunos de los cambios que nos ha traído la pandemia y se quedan.
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