La actividad económica se ha ralentizado con la crisis del coronavirus y ha puesto en tela de juicio el modo de subsistencia de la mayoría. Ilustración: Javier Jaén
Los observatorios sísmicos de 77 países registraron un descenso de la actividad que empezó en marzo, se prolongó hasta mayo y se ha vuelto a notar de manera intermitente, al compás de confinamientos y desescaladas.
La Tierra vibra menos que de costumbre. Pero esta quietud inusual no se debe a una súbita parálisis de las placas tectónicas; es el ser humano el que aminora el paso o se detiene. Circulan menos coches, vuelan menos aviones, las fábricas bajan su producción, las ciudades son menos ruidosas. La actividad económica se ha ralentizado y el subsuelo ya no tiembla como antes. En 2020 caímos en la cuenta de que la economía era un zumbido de motores porque dejamos de oírlo.
No sabemos cómo ni quién pagará la factura, pero sí sabemos que estamos todos en el mismo barco
El capitalismo siempre avanzó a trompicones: alternando crisis y euforias. Pero intuimos que esta vez es diferente. Que el virus pone en tela de juicio el modo de subsistencia de la mayoría. No todos pueden teletrabajar. España, que recibió a 83 millones de turistas en 2019 y solo 15 millones en lo que va de año, teme por la hostelería y el comercio tradicional. Muchos países han adoptado medidas nunca vistas: ayudas masivas a empresas y trabajadores para aguantar como sea hasta que los motores vuelvan a rugir. No sabemos cómo ni quién pagará la factura, pero sí sabemos que casi todos estamos en el mismo barco. Y que no vale decir «sálvese quien pueda».
Ray Dalio, dirige el fondo de cobertura más grande del mundo, desde el que gestiona más de 138.000 millones de dólares… y subiendo. Nadie mejor que él para imaginar la nueva economía.
Seis cosas que trajo la pandemia en economía y trabajo… y se quedan. El virus ha puesto en tela de juicio nuestro modo de subsistencia debido a una caída de la actividad en muchos sectores desde marzo.
