Martin Parr: «¡Si el ‘brexit’ no tuviera su lado divertido, los ingleses habríamos enloquecido!»

Poca gente conoce tan bien Gran Bretaña como el fotógrafo Martin Parr. Cronista de la vida cotidiana de su país desde los años setenta, ha retratado a las clases populares y a las élites con ojo crítico e irónico a partes iguales. Es lo que hace estos días, ocupado en retratar su tierra desgarrada por el ‘brexit‘. Por Fátima Uribarri / Fotos: Martin Parr (Magnum photos / Contacto

Pocos han influido tanto en la imagen que el mundo tiene de los británicos como Martin Parr, de 66 años. Con una mirada no siempre aduladora, pero sí muy auténtica, este fotógrafo de la agencia Magnum lleva décadas retratando a sus compatriotas. Sus imágenes de los primeros años ochenta, reflejando con ironía y sentido del humor el deterioro de la vida cotidiana de las clases trabajadoras británicas durante el gobierno de Margaret Thatcher, son todo un hito del fotoperiodismo. Alejado del perfil humanitario y documental de la mítica agencia, cuando Magnum consideraba su incorporación a su elenco de fotógrafos, el legendario Henri Cartier Bresson dijo que Parr procedía «de un sistema solar diferente». Nos recibe en su propio estudio, donde, antes de empezar, lanza una pregunta típicamente británica.

Martin Parr. ¿Té o café?

XLSemanal. Té, por favor.

M.P. ¿Con leche y azúcar?

XL. Solo un poco de leche, gracias.

M.P. Ah, a la inglesa, muy bien. Eso es que se ha acostumbrado usted al lío que tenemos aquí.

Imagen de la serie ‘Think of England’, que Martín Parr realizó entre 1995 y 1999 sobre lo que significa ser inglés

XL. ¿Se refiere al brexit?

M.P. A qué si no? No te puedes desentender, todos los días pasa algo. Es imposible estar al tanto con tantos bandazos y giros. Ni siquiera sé si los políticos entienden lo que hacen.

XL. Usted es especialista en conductas excéntricas. Y el brexit es enormemente excéntrico. ¿Lo vio venir?

M.P. La verdad es que no. Fue muy deprimente. Y no lo vi venir porque vivo en mi propia burbuja. Londres o Bristol, donde resido la mayor parte del tiempo, votaron a favor de la UE. Es fácil obviar lo que pasa en el resto del país, pero con el tiempo, el resultado, de alguna manera, llega a parecerte lógico.

«Una de las fuerzas motrices del ‘brexit’ es la nostalgia de tiempos pasados. No ven que a este país lo han salvado los emigrantes»

XL. ¿Por qué lo dice?

M.P. Tenemos un sistema electoral en el que, por lo general, no importa lo que votes. El resultado se decide en unas pocas circunscripciones. Para muchos, el brexit fue la ocasión perfecta de decirle por fin a la gente de Londres lo que piensan de ellos.

XL. ¿Qué hay de típicamente británico en el brexit?

M.P. La arrogancia. Esa fe tan curiosa en lo importantes que volveremos a ser en cuanto hayamos salido de la UE. Aunque creo que, si se preguntara en Francia o en Italia, la respuesta sería la misma. En Alemania, obviamente, no.

XL. ¿Y por qué no?

M.P. Los alemanes son los reyes de Europa. La UE les ha salido rentable.

XL. Ese es un argumento típico de los partidarios del brexit.

M.P. Bueno, pero es cierto.

En 2016, Parr retrató la Social Season, una serie de eventos para las élites inglesas que, entre Semana Santa y el 12 de agosto, incluye carreras de caballos como el Cheltenham Gold Cup (arriba) o el Grand National

XL. A veces, se oye que Alemania ha conseguido con la UE lo que no pudo conseguir en dos guerras mundiales.

M.P. También se podría decir así, sí.

XL. ¿Lo diría usted así?

M.P. No, me parece reduccionista.

XL. En sus fotos de Inglaterra abundan las personas con sombreros divertidos, que toman el sol con calcetines y que cazan zorros. ¿Inglaterra es así de…?

M.P. Está usted haciendo un cliché de mis clichés. Yo hago fotografías de todo. Soy muy democrático en mi trabajo. En mis fotografías del Black Country de Birmingham verá muchos emigrantes.

XL. ¿La pintoresca vida de provincias es el país que desean los partidarios del brexit?

M.P. Una de las fuerzas motrices detrás del ‘sí’ fue la nostalgia de tiempos pasados. Muchos creen que hay que volver a aquello. No ven que a este país lo han salvado los emigrantes. Sin ellos, nos habríamos ido al garete hace tiempo.

XL. A los británicos se les repite una y otra vez lo bien que les iría si Bruselas no lo controlara todo…

M.P. Resulta muy cómodo, ¿no cree? La UE es un chivo expiatorio perfecto, todo lo que no funciona en casa se lo reprochas a Bruselas. Por desgracia, ya no podremos hacerlo más.

XL. Los británicos ven sus fotos y dicen: «Las cosas deberían volver a ser así».

M.P. Buen intento de endosarme a mí la culpa del brexit… Pero le diré una cosa. La mayoría de la gente no ve mis fotos, ni las conoce. Usted y yo vivimos en un pequeño mundo paralelo, burgués, donde el arte y la cultura tienen un papel relevante. Pero a la mayoría de los británicos no les importa un pimiento mi trabajo. Me temo que va a tener que buscarse otro culpable.

XL. ¿Le caen bien sus compatriotas?

M.P. Tengo una relación de amor-odio. Y no ha mejorado, precisamente, con el brexit. Mi fotografía es una forma de terapia.

El británico leyendo el sensacionalista The Sun, lectura favorita de las clases populares. Con una tirada diaria de 1,5 millones de ejemplares, es un clásico en la obra de Parr. Desde 1992, cuando incluyó a este turista en su serie Skegness, ha repetido la imagen en numerosas ocasiones

XL. ¿Es posible fotografiar el brexit?

M.P. Lo intento. El año que viene haré una gran exposición en la National Portrait Gallery, con una sala entera dedicada al brexit. Se inaugura en marzo de 2019, justo el mes en el que, probablemente, saldremos de la UE. El timing es perfecto, me parece a mí.

«Tengo una relación de amor-odio con mis compatriotas. Mis fotografías son una forma de terapia»

XL. ¿Qué se podrá ver?

M.P. Fotos de los últimos dos o tres años. Y fotos nuevas. Este verano voy a Cornualles, a los mercados de pescado. Los pescadores de Cornualles son partidarios acérrimos del brexit. Lo que resulta divertido teniendo en cuenta la cantidad de dinero que la región de Cornualles ha recibido en los últimos años gracias a los fondos de la UE. Lo mismo se puede decir del condado de Lincolnshire. Allí cultivan gran cantidad de cereales y hortalizas que cosechan casi exclusivamente ciudadanos del Este de Europa, dado que ningún británico está dispuesto a doblar la espalda y coger nabos por ocho libras la hora. Es un fenómeno recurrente: cuanto más se ha beneficiado de la UE una región, mayor es el porcentaje que votó en su contra. Es muy extraño.

XL. ¿Qué consecuencias está teniendo ya en su país?

M.P. Sobre todo, enfrentamiento. Estamos divididos, parece que ya solo hay posiciones extremistas. Desde el Gobierno hasta la gente de a pie, todo el mundo está tan desquiciado que no consigo ver cómo arreglaremos las cosas. Quizá el Parlamento todavía pueda detener todo este sinsentido.

XL. ¿Aún es posible impedir el brexit?

M.P. Creo que al Gobierno le resultará complicado convencer al Parlamento. Por ahora, el Gabinete ni siquiera ha conseguido convencerse a sí mismo. Es cierto que enemigos declarados de la UE como el conservador Jacob Rees-Mogg y otros están haciendo mucho ruido, pero en realidad son una minoría. Y en este país las minorías siempre han acabado cediendo.

XL. No da la impresión de que los partidarios del brexit sepan que son minoría…

M.P. Yo creo que sí que lo saben. Pero, por el momento, han decidido armar todo el lío que puedan. Lo que la gente como Boris Johnson, el exministro de Asuntos Exteriores, no quiere ver es que buena parte de la rabia acumulada en este país se debe a la política de austeridad seguida durante años. Y quien la aplicó fue el Gobierno conservador, cuyo principal cometido ha sido asfixiar financieramente a los ayuntamientos, desmontar servicios, cerrar cosas aquí y allá.

La boda de Kate Middleton y el príncipe Guillermo propició una nueva serie de Parr, con varias familias del Black Country, céntrica zona industrial inglesa

XL. Hay cierto rencor en sus palabras.

M.P. Digámoslo así: no soy fan de los conservadores, de los tories. En realidad, la mayoría de ellos son absolutamente encantadores cuando los conoces en persona. Igual que los partidarios del brexit. Todos, gente muy educada. Por desgracia, sus ideas son totalmente opuestas a las mías.

XL. Por ahora, el brexit parece un sketch interminable de los Monty Python. ¿Es humor británico?

M.P. Yo no diría tanto, la mayoría se toma el brexit condenadamente en serio. Por supuesto, todo este absurdo también tiene su lado divertido, gracias a Dios. Si no, ya nos habríamos vuelto locos hace tiempo. Las obras de teatro, los musicales y los espectáculos de comedia sobre el tema son realmente divertidos.

«Los británicos estamos totalmente divididos. Estamos desquiciados. Quizá el Parlamento pueda detener este sinsentido»

XL. El brexit sirve, al menos, de inspiración para la escena artística…

M.P. Es como en los tiempos de Margaret Thatcher. Los años ochenta fueron una década maravillosa para el arte y la fotografía en Gran Bretaña. Teníamos algo con lo que implicarnos, contra lo que podíamos luchar. Afortunadamente, la política aquí no es tan aburrida como en Suecia, por poner un ejemplo, donde casi nunca cambia nada y todo el mundo está más o menos en el mismo bando.

XL. ¿Qué es para usted lo más interesante del brexit?

M.P. Lo absurdo que resulta. Que sea un problema imposible de resolver. Fíjese en Theresa May: nunca será capaz de hacer felices a todos los que deberían sentirse felices para que ella pueda seguir gobernando durante más tiempo.

XL. ¿Se ha planteado alguna vez emigrar a otro país?

M.P. No. Me gusta este. No me voy a mudar a Irlanda por culpa del brexit.

XL. ¿Es usted demasiado británico para algo así?

M.P. Ni idea, ¿lo soy? Soy un británico promedio, diría más bien. Me gusta el té, viajo mucho, incluso a Alemania. Allí es imposible que te sirvan una taza de té decente, lo que resulta muy deprimente.

En Think of Scotland retrata Escocia y eventos como los Highland Games, una suerte de olimpiadas al estilo caledonio

XL. Colecciona recuerdos y objetos relacionados con Margaret Thatcher. ¿Cuál es su pieza favorita?

M.P. Una diana de dardos con su rostro en el centro. Un simbolismo muy clásico.

XL. ¿Está preocupado por su país?

M.P. No solo por mi país. Los demás también parecen ir cuesta abajo. De todos modos, eso no me impide vivir feliz. Pero si te paras a pensarlo, resulta demasiado frustrante para expresarlo en palabras.

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